“No queremos rendirnos antes de ser expulsados”
“Y ahora, ¿quiénes van a ser los siguientes?”, pregunta nervioso Abdulbased, un refugiado sirio procedente de Homs que, junto a cerca de 150 compañeros, lleva cuatro días acampado en el puerto de la isla griega de Quíos. Desde que lograron escapar del centro de detención donde la Unión Europea encierra a todos los recién llegados, protestan contra las deportaciones que este lunes empezaron a causa del acuerdo UE-Turquía. De madrugada, cuando muchos dormían y otros observaban temerosos, 66 personas, la mayoría de origen afgano, fueron devueltas a la costa turca.
Sus pancartas piden no volver a territorio turco y la apertura de fronteras europeas. La policía griega apareció a las 4.30 horas de la madrugada del lunes, estableció un cordón de seguridad en el puerto y trasladó a los refugiados desde el campo de Tabakika. Según la información del Gobierno griego, en ese primer barco embarcaron 42 afganos, 10 iraníes, 6 paquistaníes, un indio, un somalí, un refugiado de Costa de Marfil y 5 congoleños.
La tensión se había extendido por Quíos días antes, cuando las autoridades griegas comenzaron a preparar el terreno para las deportaciones. Las fuerzas de seguridad dentro del campo de detención de Quíos –donde todos los refugiados y migrantes son encerrados de forma sistemática desde el 20 de marzo– “empezaron a separar a los internos por nacionalidades, los sirios en un lado, los afganos en otro y así con el resto de refugiados”, explica Mahmood, un kurdo de Siria. En ese momento, había más de 1.000 refugiados detenidos.
La policía preguntó uno a uno su número de identificación. Cuando coincidía con alguno de los incluidos en la lista de deportación, lo separaban. “En cuanto supieron que iban a ser enviados a Turquía otra vez gritaron y se pelearon con los agentes. Algunos tuvieron que ser esposados”, narra Mahmood.
Ali, un hombre de origen afgano grabó el momento en el que se desencadenó la protesta en el interior del campo. Asegura que la mujer que aparece en el suelo fue golpeada en la cabeza por un agente. Esa es la razón por la que, según indica a eldiario.es, otra joven grita furiosa a los policías.
Mahmood consiguió escapar el 1 de abril del centro de detención de Quíos, después de que tras varios días de peleas, un grupo de refugiados rompiera la verja del campo.
La fuga de Vial precipitó la liberación por parte del Gobierno griego de decenas de personas. El campo estaba al doble de su capacidad y las peleas entre afganos y sirios se producían a diario. “Yo soy iraní y con mi familia no nos metíamos en problemas, teníamos mucho miedo, así que en cuanto pudimos, nos marchamos”, explica Bahfar en el puerto de Quíos.
La presencia de refugiados en la ciudad provocó una manifestación de neonazis a las puertas del campo de Tabakika, donde la policía ha internado a las personas que quiere deportar. “Dos conocidos líderes de la extrema derecha vinieron el domingo a medianoche con otros vecinos de la isla mientras los voluntarios mostrábamos nuestro apoyo a los refugiados”, explica un activista local a eldiario.es. Hubo una carga policial que incrementó la tensión horas antes de las deportaciones.
Desinformación sobre el proceso de asilo
La acampada del puerto de Quíos resiste aunque se va desangrando poco a poco. Cada vez son menos los refugiados que optan por pasar la noche. Según las exigencias de la policía, para continuar con el proceso de asilo deben volver al centro de detención para entrevistarse con las autoridades. Pero, a su vez, temen acabar de nuevo encerrados en el lugar que tantos problemas les trajo.
A la saturación del centro de detención de Quíos se suman las duras condiciones en las que los refugiados y migrantes, entre ellos decenas de niños, se ven obligados a vivir. Sin colchones, mantas ni comida suficiente, según denunciaban en este vídeo varias personas internadas.
“Durante estos días hemos recuperado la libertad que habíamos perdido en esa prisión, no queremos volver a ser prisioneros”, reflexiona Abdulbased. Después, pregunta: “¿Por qué toda la gente habla del día 20 de marzo?”. El tratado entre la Unión Europea y Turquía determina que todos los refugiados que hayan cruzado la frontera después de esa fecha serán devueltos automáticamente.
“Mi mujer, mi hija y yo llegamos aquí el 19 de marzo a las 6 de la mañana. Nos internaron en Vial –centro de detención de Quíos– pero no fuimos inscritos por la policía hasta el 29”, expone Mahmood, kurdo de Siria. “¿Qué ha pasado con el proceso de asilo?, ¿continúa?”, concluye.
La incertidumbre no solo pesa sobre Mahmood. La desinformación y el caos rodean desde el principio la aplicación del acuerdo. Según los datos facilitados por Acnur a las ONG que trabajan en la isla, solo 300 personas han pedido que se estudien sus casos. Ahora, muchos de los refugiados acampados piden la información a la que aún no han tenido acceso. La policía no se la proporciona e insiste: deben volver al centro de detención de donde escaparon.
La policía quiere terminar con la acampada y desalojar a los refugiados. Tratan de convencerlos con la idea de que en el campo de Souda, otro centro de la isla, estarán mejor. A la vez, presiona para que los voluntarios no repartan comida, agua o ropa a los que continúan con la protesta. “No sabemos si mañana nos deportarán por esto, pero manifestarnos es lo único que podemos hacer, pasaremos hambre y sed pero no queremos rendirnos antes de ser expulsados”, sentencia Abdulbased, un joven que vino desde Homs a Europa.