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Así se vive desde los barcos de rescate los cambios provocados por el acuerdo entre la UE y Libia

Un bombero voluntario de la organización Maydayterraneo, navega en aguas del Mediterráneo central frente a las costas libias, durante la búsqueda del cadáver de una persona.

Daniel Rivas Pacheco / Santi Donaire

Este año, las llegadas de migrantes por mar a Italia se han reducido al menos un 30%. Este mensaje de la Agencia europea de fronteras, Frontex, esconde el camino que, denuncian las ONG, se ha seguido para conseguirlo. Hay dos evidencias: cada vez las organizaciones de rescate se encuentran más obstáculos para ayudar a las personas a la deriva y hay más situaciones de tensión con los guardacostas libios.

A la vez, cruzar el Mediterráneo es tan mortífero como en 2016: la cifra de ahogados por intento se mantiene en una proporción similar a la de hace un año, según ha alertado la Agencia de la ONU para los refugiados (Acnur) en su último informe. Y, en tierra, una sospecha: cada vez son más las voces que se alzan para denunciar las torturas y malos tratos que sufren los migrantes en Libia.

Un incidente del pasado 6 de noviembre ayuda a entender cómo ha cambiado la situación en el Mediterráneo Central. Ese día, una patrullera y un barco de rescate rodean una patera llena de migrantes. Desde el aire, un helicóptero controla el salvamento. Nada debería salir mal. Pero al final de la operación, al menos cinco personas se han ahogado, entre ellos un niño. Y se sospecha que podrían ser más de 50 los desaparecidos. Todo, enfrente de Libia, en aguas internacionales.

Un buque de la ONG alemana Sea-Watch se había desplazado hasta las coordenadas que el Centro de coordinación marítima de Roma había enviado. Al llegar allí asumieron la coordinación de la operación porque su barco era el más grande y el mejor equipado, como explican en un comunicado.

Por eso, contactaron por radio con el otro barco presente: los guardacostas libios. No respondieron. La marina italiana, con su helicóptero en la zona, también lo intentó. Les pedían que detuvieran los motores de su patrullera porque había gente en el agua que podía ser tragada por las hélices.

El rescate, como se puede ver en un vídeo de la organización alemana, fue caótico: había gente que flotaba junto a la patrullera y otros intentaban salvarse escalando a cubierta. Los marineros libios agredían a los rescatados, sentados en la proa, con un cabo y retiraron la escala mientras un hombre ascendía: cayó al agua.

La tripulación de Maydayterraneo, otro barco de rescate, sufrió un incidente similar el pasado 26 de septiembre pocos días después de poner en marcha sus operaciones. “Una patrullera de los guardacostas libios apareció en la zona y se acercó a nuestro barco. Los oficiales gritaban que estábamos en sus aguas territoriales y que debíamos entregarles a las personas rescatadas”, explica Iñigo Mijangos, voluntario en aquella misión. Había más de 300 personas.

Cuando el capitán del barco se negó a cumplir esas órdenes, aseguran, dos marineros libios abordaron a la ONG de rescate. El barco, llamado Lifeline, se encontraba a 25 millas náuticas, lejos de las 12 sobre las que un país tiene soberanía. Por esta razón, los voluntarios mantuvieron una discusión tensa con los guardacostas. De repente, desde la patrullera, uno de los militares disparó al aire.

Este tipo de actuaciones ha traído la incertidumbre entre los grupos de voluntarios. Además de la violencia de los guardacostas libios, Italia ha promovido un código de conducta que ha suscitado polémica al pedir a las ONG que embarquen un policía italiano armado. Estos dos aspectos han obligado a tres grupos a dejar de operar en el Mediterráneo Central: Save the Children, Médicos sin fronteras y Moas.

El mar sigue siendo inmenso, pero hay menos personas que lo vigilan. Este año, 1 de cada 41 migrantes que intentan llegar a Europa por el Mediterráneo Central han muerto. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), 2.825 personas han fallecido en su camino a Italia en lo que va de año. El año pasado, en este mismo periodo habían muerto 4.585 refugiados y migrantes, una proporción levemente superior, 1 de cada 39.

Los efectos del acuerdo UE-Libia

Sin embargo, antes de que termine el año y se conozca la cifra total de fallecidos, contrastan los ecos de ambos lados del Mediterráneo. Lo que se escucha es la celebración del descenso de llegadas a Italia, uno de los objetivos del acuerdo firmado entre la Unión Europea y Libia, destinado a frenar los flujos migratorios desde el país vecino.

A principios de año, desde Bruselas se cuantificaban unos 200 millones de euros para ampliar la formación de los guardacostas libios y para retornos voluntarios. De la primera parte de la financiación, los barcos voluntarios de rescate conocen sus efectos: ahora los oficiales de marina, alertan, son “más agresivos” que antes. Mijangos, de Maydayterraneo, lo define como “actos de piratería”.

En la otra parte de la historia, en la orilla norteafricana, varias voces denuncian las condiciones de vida de los migrantes, entre ellas la ONU. Zeid Ra’ad Al Hussein, alto comisionado para los Derechos Humanos de ese organismo ha exigido a la comunidad internacional una reacción ante los “horrores inimaginables que sufren los migrantes en Libia” y ha calificado de “inhumana” la cooperación de la UE con la Guardia Costera de ese país.

En un comunicado, recogió el testimonio de una mujer de origen subsahariano que había sido violada por cuatro hombres. Uno de ellos, un vigilante del centro de la Dirección de Combate a la Migración Ilegal donde estaba recluida. Además, la cadena de televisión estadounidense CNN probó con un vídeo la existencia de mercados de esclavos en Libia. En las imágenes, un nigeriano es vendido por 800 dólares a las afueras de Trípoli.

Los voluntarios, como el equipo de Maydayterraneo, han sido testigos de cómo hay gente que prefiere morir ahogada antes que volver al país norteafricano. Iñigo Gutiérrez, uno de ellos, recuerda cómo un hombre saltó al mar tras ser rescatado. “Le transferimos a un barco más grande que opera entre Italia y Libia, con bandera del segundo país”, explica. “Pensó que iba a ser llevado de vuelta a la cárcel”, argumenta.

La fosa común del Mediterráneo

El Mediterráneo, y así lo demuestran las cifras de la OIM, sigue siendo la frontera más mortífera del mundo. Los tripulantes de Maydayterraneo encontraron el pasado 10 de noviembre un cadáver a unas 24 millas náuticas de Libia. Era un hombre de unos 30 años. Llevaba de tres a cinco días muerto, según el médico de la ONG. “Flotaba porque los gases que emanan del cuerpo tras la muerte lo habían hinchado”, cuenta Manuel Elviro, voluntario de la organización.

Por la zona en la que fue localizado, podría ser una de las víctimas del rescate que realizó Sea-Watch o de otro suceso que se produjo el día 3 de noviembre: el buque Cantabria de la marina española recuperó los cuerpos sin vida de 26 mujeres. Aun así, el resto de migrantes que viajaban en la patera alertaron de que otras 64 personas habían desaparecido en el mar.

Posiblemente, las olas devuelvan a alguna playa de Libia algunos de estos cuerpos. Se sumarán a la estadística de fallecidos, puesto que solo se cuentan los casos donde hay evidencias. En su memoria, la tripulación de la misión de salvamento guardó dos minutos de silencio rotos por la bocina del barco. “No solo nos salvamos a nosotros mismos, con estos actos de dignidad estamos recuperando lo que es Europa, sus valores”, subraya Elviro.

Para el personal de rescate, como el caso de Elviro, encontrar un cadáver en el mar es la peor noticia. Por eso, apunta, son necesarios estos homenajes. “Quiero que la familia de esa persona sepa que le honramos con respeto, si fuera mi hermano querría ese tipo de trato”, dice.

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