VÍDEO | Cinco hermanas, heridas por una bomba escondida por el ISIS en su casa de Siria
5 de febrero de 2018. Sedar, Dumua, Butul, Arimas y Lamis estaban en el tejado de su casa jugando y limpiando cuando un artefacto explosivo escondido en una madeja de lana explotó. “La mayor no se movía, estaba apenas sin vida”, recuerda Humaid, el padre de las cinco niñas de 4, 5, 6, 9 y 13 años.
Según su testimonio, recogido por Médicos Sin Fronteras, habían regresado hace dos meses a su casa de Dhiban, en la gobernación siria de Deir Ezzor, de la que habían huido debido a los enfrentamientos contra el autodenominado Estado Islámico (ISIS). El grupo terrorista controlaba la zona casi en su totalidad y ha perdido en los últimos meses la mayor parte del territorio, que ha intentado recuperar en las últimas semanas con varios ataques.
Según un informe de la ONG publicado hace un año, desde 2015, “cada vez que ISIS se ha retirado de un territorio” tras las batallas en el norte de Siria, “se localizan un gran número de minas y trampas explosivas” que afectan a la población que vuelve a sus hogares.
Fue lo que le ocurrió a la familia de Humaid cuando regresó. “Una vez que la situación se calmó, volví solo a revisar la casa y no vi ningún dispositivo sospechoso, así que también traje a mi familia”, explica el hombre. “Dos meses después, estaba conduciendo mi coche cuando uno de mis sobrinos pequeños vino y me dijo que cinco de mis hijas fueron hospitalizadas debido a una explosión”, relata.
Humaid y sus hijas tardaron cuatro horas en llegar al hospital de Hassakeh, al noreste de Siria, apoyado por Médicos Sin Fronteras. “Antes, si alguien necesitaba atención médica, podíamos ir a un hospital de Al-Mayadin o a una de las clínicas privadas. Cuando llegó el grupo del Estado Islámico cerraron nuestra ciudad, y no se permitía salir a nadie. (...) Ahora muchas instalaciones son destruidas por ataques aéreos o simplemente cerradas”.
Estuvieron ingresadas hasta el 13 de marzo. Sus heridas iban desde pequeños cortes hasta una amputación de piernas. Según MSF, el número de pacientes heridos por minas terrestres, trampas explosivas y artefactos sin detonar atendidos en el hospital de Hassakeh se ha duplicado entre noviembre de 2017 y marzo de 2018. La mitad de las víctimas eran niños: 138 en total.
Esta tendencia, señala la ONG, se debe al aumento de desplazados que, como Humaid y sus hijas, regresan a sus hogares tras disminuir la intensidad de los combates en esta gobernación, en Raqqa y Deir Ezzor. “Nos han dicho que hay explosivos en las neveras, en picaportes, bajo las alfombras, dentro de un Corán... El hospital está lleno de amputados, ¿qué han hecho para merecerlo? ¿qué culpa tienen esta generación, estas niñas? No podrán caminar”, comenta el padre.
La violencia en Deir ez-Zor provocó la huida de al menos 254.000 personas en 2017. “Según los testimonios que hemos recogido, los artículos domésticos como teteras, almohadas, ollas, juguetes, máquinas de aire acondicionado y refrigeradores explotan cuando las personas regresan a sus hogares después de meses o de años viviendo como desplazados o refugiados”, asegura Satoru Ida, coordinador general de MSF en Siria.
La ONG reclama que se lleven a cabo acciones de desminado “urgentes”, actividades informativas para explicar los riesgos y que los desplazados aprendan a identificar artefactos explosivos y la mejora del acceso a la atención médica de urgencia. “Es como si toda esta gente estuviera regresando a un campo minado. Si no se toman las medidas adecuadas, el número de personas víctimas de explosiones seguirá aumentando”, sentencia el responsable de MSF.