Interés económico, proyectos vacíos y racismo: lo que hay detrás de Yes We Help y su voluntariado de Instagram

Dos centenares de jóvenes de entre 16 y 23 años aterrizaban este mes en Ghana de la mano de Yes We Help (YWH) para realizar lo que desde la organización definen como un “voluntariado” de un mínimo de tres semanas. Al llegar, los 'helpers' (como les llama YWH), se encontraron totalmente abandonados, sin proyectos en los que colaborar y sin una tutela ni un equipo directivo que coordine las actividades. El grupo, en el que se encuentran menores de edad, ha denunciado su situación a través de redes sociales en lo que califican como una “estafa”.

Hasta hace poco, YWH se autodefinía en su Instagram como una ONG, pero la realidad es distinta. En la política de privacidad de su web se puede ver que Yes We Help está registrada como una empresa, una sociedad limitada. Lo que en realidad realizan los jóvenes de YWH no es un voluntariado, sino turismo solidario, una práctica que, apuntan desde la Coordinadora de ONG para el Desarrollo, lejos de ayudar a las comunidades de los países en los que se lleva a cabo, se sirve de la buena voluntad de las personas para realizar un turismo que “instrumentaliza, cosifica y perjudica a la población local”.

“Cuando te incorporas a un proyecto en el que se trabaja a largo plazo con unos objetivos de transformación social y de mejora y está claro el papel y lo que cada voluntario aporta, eso es una acción de voluntariado”, sostiene Mar Amate, directora de la Plataforma del Voluntariado de España. Irene Ortega, vocal de la junta de gobierno de la Coordinadora, califica el voluntariado como “un apoyo, pero no algo de lo que dependan los proyectos de las ONG”.

Al otro lado, el turismo solidario o “volunturismo”, como también se denomina, va asociado a la palabra 'vacaciones'. “La gente busca una experiencia solidaria, un tipo de vacaciones diferente”, afirma Amate. “Se hace pensando en como se contará al resto de personas, para enseñar lo buenos que somos y el bien que estamos haciendo (supuestamente) a las vidas de estos niños negros”, defiende Youssef M. Ouled, activista de SOS Racismo Madrid. “Es un activismo moral que no cambiará la situación real, que busca apelar a los sentimientos y las emociones, no es más que un parche sin trascendencia”.

Desde la Coordinadora, Ortega denuncia que este tipo de turismo “crea una visión muy superficial, paternalista y que supone una carga para las comunidades con las que trabajamos. Instrumentaliza, convierte a las personas en cosas”. “Son realidades muy duras, gente que sufre y que ademas tiene una vida, una intimidad, una dignidad. No están ahí para que les saquemos fotos”, añade. “Huir de esa foto es lo que diferencia una acción de voluntariado o de turismo solidario”, sentencia Amate.

Las fotografías y el complejo del salvador blanco

Es precisamente la toma de estas fotografías lo que desde las ONG y el activismo antirracista vienen denunciando. Un rápido vistazo a la galería de imágenes de Yes We Help en su página web y su cuenta de Instagram desvela que todas ellas siguen un mismo patrón: en todas aparecen niños racializados, con planos picados que subrayan una superioridad sobre ellos en situaciones de aparente pobreza. “Estas imágenes siguen esa tradición de la mirada sobre el otro, de infantilizar al 'negrito'”, afirma Rubén H. Bermúdez, fotógrafo y docente. “Hay que analizar la toma de este tipo de fotografías desde una posición de poder: la de aquellos y aquellas que tienen la capacidad de producir imágenes y distribuirlas”.

“Son prácticas que se hacen desde el privilegio. En el momento en el que las personas blancas exponen imágenes de esos niños se colocan en el centro con una actitud de salvador blanco de esa Europa que supuestamente no es racista”, explica la activista Desirée Bela-Lobedde a eldiario.es. Mayoko define el complejo del salvador blanco como “la idea de que África necesita ser constantemente guiada y ayudada desde una posición de poder y privilegio”. Esa posición, defiende Amate desde la Plataforma del Voluntariado, es la que consigue que se realice una “cosificación de la pobreza”.

Realizar un viaje solidario a África, muchas veces entendida como un todo en el que no existen realidades completamente distintas entre unos países y otros, lleva asociado, para muchos voluntarios, el compartir en redes sociales este tipo de contenido. “¿Cuántas de estas personas estarían dispuestas a acudir sin llevarse el teléfono? ¿Cuántas acudirían por y para estos niños dejando de lado los 'me gusta' y la auto-publicidad en sus redes?”, se pregunta Youssef, activista de SOS Racismo.

Irene Ortega recuerda que a través de este tipo de imágenes se vulnera el derecho a la intimidad de estos niños y niñas, que no es tenido en cuenta por el lugar donde han nacido. “Le estamos dando menos valor al derecho a la intimidad de unos niños u otros según su origen. Es una práctica irrespetuosa con la dignidad de las personas y me atrevería a calificarla de neocolonial”.

Lo mismo afirma Youssef, que califica este tipo de fotos como “racistas, porque quienes las hacen no cuestionan su lugar en el mundo, sino que actúan como se actuó durante el colonialismo, reproduciendo un imaginario de que la mejora de las vidas de estos niños negros (incivilizados) dependerá de las personas blancas que acuden allí a salvarles, a enseñarles. Esto devuelve una imagen de personas incapaces de hacer nada por sí mismas”.

El objetivo de hacerse estas fotos, señala Mayoko, es devolver una imagen positiva y solidaria, valores que “venden” en nuestra sociedad occidental. “En muchos casos la finalidad es precisamente compartir esa foto en redes, más que cualquier otra cosa”.

En el caso de la misma organización de Yes We Help, la instrumentalización de los niños en estas imágenes tiene como objetivo vender esa experiencia y captar al mayor número de 'helpers' posible. Todo vale, hasta llegar al punto de que la misma niña, en la misma foto compartida en la cuenta oficial y en la de uno de esos colaboradores, puede llamarse de dos formas totalmente distintas: Philippa y Lydia.

Redes sociales como reclamo y nula formación

Dentro del turismo solidario que YWH intenta vender como voluntariado, la organización ofrece un paquete vacacional por 850 euros (transporte a parte) de los que, sostiene, el 70% llega a terreno. Para llegar a la mayor cantidad de “helpers”, la empresa centra su estrategia en redes sociales, promocionándose con influencers como Pitty Bernard, José Chof o actores como Octavi Pujades. Sin embargo, no todo el mundo puede hacer frente al precio de esta “experiencia”, por lo que Yes We Help ofrece, a través de estas personas, 'becas' para ser voluntario.

Ese nulo filtro a la hora de seleccionar a las personas que colaborarán en terreno se traduce en dos centenares de jóvenes, muchos de ellos sin ninguna formación, trabajando en proyectos como escuelas y hospitales, algo que denuncian desde la Coordinadora: “Los voluntarios tienen que tener una formación concreta para desarrollar según qué actividades y una formación general centrada en la madurez personal, el análisis de las causas de la situación, la ubicación cultural... Todo se habla con la comunidad local y las organizaciones socias para buscar el perfil que más encaja para ayudar”, afirma Ortega.

Lo mismo sostiene Amate: “En cualquier programa, la mano de obras es tan valiosa que no vale cualquier cosa”. Según YWH, sus jóvenes 'helpers' trabajaron en colegios con 863 alumnos y atendieron a 324 personas en hospitales.

Que Europa envíe a gente joven no preparada a ayudar a personas que tampoco han solicitado este tipo de apoyo, ahonda en la actitud paternalista que desde el activismo antirracista denuncian. “¿No hay gente local preparada para hacer eso? Parece que el país entero necesita ese tutelaje, son considerados casi como eternos menores de edad”, cuenta a eldiario.es Esther Mayoko, activista afrofeminista.

El resultado es que, lejos de resultar útiles, en muchas ocasiones estos voluntarios se convierten en un trabajo extra para las comunidades: “Muchos llegan a ayudar a una zona que no conocen, sin saber el idioma, sin estar al tanto de las problemáticas... Por eso, a veces los que van a ayudar tienen que ser ayudados”, sostiene Mayoko.

Sin embargo, comenta Youssef, “cuando se habla del escándalo de Yes We Help se piensa en las personas que se han quedado sin hacer el voluntariado”, no en las comunidades locales, “que son los verdaderos estafados por la instrumentalización de sus vidas, de sus identidades, de sus rostros... Es un ejemplo de quién merece importancia”.

Los niños, especialmente vulnerables

Yes We Help presume en su página web de haber cuidado a 43 niños en un proyecto de un orfanato. Es precisamente el “turismo de orfanato” el que, según denuncia la Coordinadora de ONG, es más peligroso: “Puede facilitar el tráfico de menores”, afirma Ortega.

Muchos de los países a los que acuden estos jóvenes tienen un contexto de pobreza y de debilidad institucional que dificulta la protección de estos niños y niñas. Ortega explica que es un riesgo que vaya mucha gente, sin formación, en una situación desordenada y sin unos mecanismos de control adecuados. Este ambiente facilita, según la experta, las condiciones para que se produzca el tráfico de menores en países como Ghana.

Por eso precisamente, señala Amate, a la hora de trabajar con niños es imprescindible “extremar los controles y la supervisión del trabajo, con un programa muy bien articulado” para minimizar el riesgo de estos menores.

Mientras, los voluntarios de YWH ya han vuelto a España después de un operativo organizado por la embajada española en Ghana junto a las autoridades del país. Muchos de ellos ya han amenazado con denunciar a la organización a los tribunales por haberles prometido algo que no existía cuando pisaron suelo africano. Ahora, las comunidades en las que trabajan continuarán su vida sin esa “ayuda” y las redes sociales tendrán menos 'souvenirs' en forma de foto.

eldiario.es se ha puesto en contacto con Yes We Help para recabar sus comentarios sobre esta información. Por el momento no han querido declarar nada al respecto.