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ENTREVISTA
Wafa Mustafa

Wafa Mustafa, hija de un desaparecido sirio y refugiada en Alemania: “Quieren callarme”

Wafa Mustafa, siria refugiada en Alemania

Fabiola Barranco

2 de febrero de 2022 22:45 h

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El pasado 13 de enero un tribunal alemán condenó a cadena perpetua al coronel sirio Anwar Raslan, en el primer juicio internacional contra un miembro de alto rango del Gobierno de Bashar al Asad. El veredicto histórico sienta precedente para que puedan juzgarse los asesinatos, torturas y desapariciones de las que se acusa al régimen sirio en esta década de guerra. También genera esperanza para la población civil siria que, como Wafa Mustafa, lleva más de una década clamando justicia por los desaparecidos y sus familiares.

“Evidentemente significa mucho para nosotros como sirios y nuestra lucha en los últimos diez años, pero espero que además esto sirva como una prueba de todas las atrocidades que llevamos denunciando en todo este tiempo. O para demostrar que las deportaciones de Dinamarca ponen en riesgo de detención o muerte a la gente, porque Siria no es un país seguro”, apunta con vehemencia Wafa Mustafa, hija de Ali Mustafa, detenido y desaparecido desde 2013 en Siria.

La joven periodista y activista, que vive en Berlín como refugiada, se dedica en cuerpo y alma a encontrar a su padre y denunciar los crímenes perpetrados por el régimen sirio y otros grupos armados.

No deja de alzar su voz para evitar el olvido. “Solo existimos si nos recuerdan”, repite en varias ocasiones durante la conversación por videollamada. No se trata de un eslogan vacío, es su modo de vida. Atiende a los medios de comunicación, acude a instituciones internacionales, sale a la calle a manifestarse y llama a todas las puertas necesarias con el objetivo de exigir justicia para los desaparecidos en Siria.

En sus redes sociales publica el número de días transcurridos desde aquel julio de 2013, cuando dos hombres entraron en el apartamento de su padre en Damasco y fue detenido y encarcelado. Han pasado más de 3.200 días -ocho años- sin noticias de él, bajo la agonía de la incertidumbre. Ni ella, ni su madre ni sus dos hermanas saben por qué fue detenido ni dónde está. “Lo que quieren es callarme, romperme. Es muy duro, pero precisamente por eso mi respuesta es recordar siempre a mi padre y a tantos otros desaparecidos”, explica con convencimiento, señalando al régimen sirio como responsable de la desaparición de su padre.

Movimiento por los desaparecidos

No camina sola. Desde hace años suma sus fuerzas a otras familias de detenidos ilegalmente o desaparecidos de manera forzosa por el Gobierno, ISIS, Hayat Tahrir al-Sham (antiguo Frente Al Nusra) y otros actores armados. Son supervivientes, madres, hermanas, hijas y esposas que claman justicia.

Algunas de ellas se concentraron a las puertas del juzgado alemán de Coblenza, mientras se celebraba el juicio contra Anwar Raslan. Sostenían las imágenes de sus familiares desaparecidos y pancartas que recordaban la desaparición de “más de 130.000 personas e en Siria”, recibieron la noticia sobre la condena de este exalto cargo militar. “Al menos se ha logrado un pequeño paso para la justicia. Para familias, supervivientes, testigos y perseguidos”, decía emocionada Lamis Alkhatib, esposa del fotógrafo palestino Niraz Saied, arrestado en 2015 en un puesto de control en las inmediaciones de Damasco y cuyo nombre apareció años más tarde en las conocidas 'listas de la muerte' difundidas por el Gobierno de Assad.

En algunas imágenes del momento, Alkhatib abraza y seca, con ternura, las lágrimas de Fadwa Mahmoud, madre y esposa de dos desaparecidos en las cárceles sirias. “Claro que estoy contenta. Pero, ¿es esto suficiente? No lo es. Porque este veredicto contra Anwar Raslan, o incluso contra 20 como él, no me va a permitir saber dónde están mi hijo y mi marido. Esto no va a permitir conocer qué está ocurriendo dentro de los centros de detención en Siria”, compartía apenada Mahmoud para recordar también que su batalla no ha terminado, aunque esto suponga “un paso importante hacia la justicia”.

Mustafa comparte ese sabor agridulce que dejó la noticia. Confiesa que le genera una sensación de sentimientos encontrados y lamenta que los medios de comunicación están abordando el tema “como si se tratara de un asunto de justicia para Siria, cuando es para toda la humanidad”.

“También me siento triste, enfadada, contrariada. Estaba esperanzada en que esto es lo que la comunidad internacional necesita para hacer algo. Para salvar a gente como mi padre, pero también para terminar con los crímenes porque todavía siguen ocurriendo. ¿Qué ha cambiado a nivel político? Nada. Y es incluso peor, porque parece que estamos hablando de algo que ocurrió en el pasado y terminó. Pero no. Las detenciones siguen ocurriendo. Estos crímenes siguen en el presente”, apunta tajante la joven.

Según el último informe elaborado por el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, desde marzo de 2011 hasta agosto de 2021, al menos 149.862 personas, incluidos 4.931 niños y 9.271 mujeres, siguen detenidas o sometidas a desaparición forzada a manos de las partes en el conflicto y las fuerzas de control en Siria. La mayoría de estas detenciones o desapariciones forzadas han sido perpetradas por las fuerzas del régimen sirio, llegando a registrar 131.469 personas. Le sigue ISIS, responsable de 8.648 desapariciones. Mientras que Al Nusra, el Ejército Nacional Sirio y las Fuerzas Democráticas Sirias dirigidas por los kurdos tienen a sus espaldas 2.287, 3.641 y 3.817 desapariciones respectivamente.

“¿Qué tengo que hacer?”

Mustafa no puede evitar mostrarse escéptica ante la actitud de la comunidad internacional respecto al conflicto sirio. “¿Qué tengo que hacer? ¿Esperar unos cuantos años más a que el régimen me haga llegar una notificación de muerte y después ir a un tribunal europeo para pedir justicia para mi padre? Yo prefiero tener a mi padre sano y salvo pronto”, pregunta retóricamente en voz alta.

Ese mensaje lo ha repetido una y otra vez. Y asegura que no dejará de hacerlo hasta conseguirlo. Denuncia la falta de voluntad política, cuyas consecuencias vive en su propia piel. “El problema no está en que la comunidad internacional no quiera escuchar las voces de los sirios y sirias, sino en que no quiere hacer nada”, lamenta.

Así lo manifestó en su intervención en el Consejo de Seguridad de la ONU en 2020: “Como familiares de los detenidos, nos sentimos profundamente frustrados por la inacción colectiva y la abdicación de la responsabilidad por parte del Consejo de Seguridad para abordar este crimen de lesa humanidad. Mis compañeros y compañeras han compartido nuestras historias y demandas con ustedes, pero hasta la fecha no se ha logrado ningún progreso. Escuchamos excusas sobre la necesidad de priorizar otros temas humanitarios o políticos en Siria, que ahora no es el momento de centrarse en los detenidos. Pero todos estos temas están conectados y este Consejo puede y debe abordarlos todos a la vez”.

Se acerca el undécimo aniversario de conflicto en Siria. Wafa Mustafa sabe que, por unos días, los medios de comunicación dedicarán parte de su programación a la efeméride, pero ante todo lamenta que “la impunidad del régimen de Asad” y critica cualquier tipo de injerencia que, dice, “están muy alejadas de los valores de libertad, democracia y dignidad” que defendieron los sirios en 2011“.

“Después de años de crímenes contra su pueblo, de bombardear con armas químicas, sigue en el poder y el resto de los gobiernos lo justifican amparándose en unas elecciones manipuladas que, 40 años después, siguen ganando. Pero esto no es solo un problema para Siria, esto también es un mensaje muy claro hacia todas las dictaduras en el planeta: sí, puedes matar a tu gente, puedes detenerlos, usar armas químicas y toda la armamentística... y puedes seguir siendo presidente”, advierte con cierta aflicción.

Antes de cerrar la conversación, esta joven que siempre luce un colgante dorado del mapa de Palestina, como símbolo de resistencia y lucha por la libertad, quiere dejar un último mensaje. El mismo que se repite para mantenerse en pie: “Hace once años mi padre salió a la calle a protestar porque quería una realidad mejor para su país y para la humanidad. No pedía nada que no fuera libertad, justicia y dignidad. Y eso es por lo que todavía lucho”.

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