Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.
No me acaricies el carril bici
El 14 de enero de 1978, en cuclillas sobre el escenario del Winterland de San Francisco y después de recitar como una letanía el No Fun de los Stooges, Johnny Rotten acababa el concierto, la gira americana y la existencia de los Sex Pistols (hasta su reunión del 96) con una pregunta dirigida más a sí mismo que al público: “¿Nunca habéis tenido la sensación de haber sido engañados?”. Me he acordado de ese momento al ver las declaraciones a Telemadrid de José Manuel Calvo, delegado de Desarrollo Urbano Sostenible del Ayuntamiento de Madrid, en las que decía que una vez esté abierto el itinerario ciclista del puente de los Franceses a la plaza de Legazpi, se iba a prohibir la circulación de bicis por Madrid Río. Me he acordado también después, con el previsible desmentido que aclaraba que las bicis podrán ir a 10 km/h, o sea, como ahora. En realidad, me acuerdo de esas palabras de Johnny Rotten cuando pienso en las políticas del fomento de la bicicleta en Madrid de cualquiera de sus alcaldes y alcaldesas desde que Álvarez del Manzano dijo eso de “Madrid no es ciudad para bicis”.
En esto, como en tantas otras cosas, Manzano se equivocaba. Madrid, por supuesto, sí es ciudad para bicicletas. Las personas que eligen ese medio de transporte tienen todo el derecho a dar pedales por la calzada y por el centro de su carril, igual que con cualquier otro vehículo. El problema es que el número de personas que elige este medio de moverse no termina de aumentar, más allá del éxito de los datos del Bicimad municipalizado y del trajín de repartidores de comida a domicilio. La gente no se atreve a meterse en las calles invadidas por coches, furgonetas, buses y motos a toda velocidad y por eso exige y espera infraestructura ciclista adecuada. Y se suponía que esta legislatura era la buena.
Donde Manzano, Gallardón y Botella se dieron mus, se esperaba que Ahora Madrid hiciese por fin algo. El asunto venía a tope en su programa electoral, en el que se plantea desarrollar “una red de carriles bicis integrada y coherente, no solo recreativa” y la palabra bicicleta es mencionada decenas de veces. Ahora que estamos acabando la legislatura, la realidad es bastante triste. Un carril bici decente en Santa Engracia, varios muy deficientes y sin conexión entre sí y un montón de bicis pintadas en el suelo para señalar ciclocarriles y ciclocalles, el método de fomento de la bicicleta elegido por Ana Botella y heredado, por lo que se ve, por Manuela Carmena y su equipo. Lo terrible es que este ayuntamiento no sólo ha incumplido su propio programa electoral, tampoco ha hecho caso a las centenares de propuestas, muchas de ellas aprobadas, que la gente ha hecho en Decide Madrid solicitando infraestructura ciclista por toda la ciudad.
La oposición y Joaquín Reyes
Ahora se anuncia el inicio de las obras del itinerario ciclista alternativo a Madrid Río y es el pregón de otro fracaso. En primer lugar, porque de los ocho kilómetros planificados, sólo menos de dos serán de vías ciclistas segregadas, lo demás es pintura en el suelo, o sea, ciclocarriles. Pero es que, además, pretender reubicar el tráfico ciclista de Madrid Río por ese trayecto alternativo en medio de la circulación habitual es un fallo de bulto. La gente que va en bici por Madrid Río lo hace de paseo o por deporte y no se va a meter en el tráfico. El conflicto creado en la planificación original de este parque lineal no se va a solucionar así. Pensar lo contrario es no ser capaz de observar las dinámicas urbanas o, simplemente, hacer propaganda. Y en este tema también la batalla está perdida.
Mientras la oposición habla de una ciudad llena de carriles bici que sólo se ven desde sus asientos en el pleno y Joaquín Reyes imita a Carmena llenando el mapa de vías ciclistas, los que quieren ir en bici por Madrid pero no están dispuestos a hacerlo en medio del tráfico ya dan estos cuatro años por perdidos: otra legislatura menos.
La verdad es que la política de fomento de la bicicleta de Ahora Madrid ha sido decepcionante. Podríamos haberlo soportado si no nos hubieran vendido la burra, si nos hubieran explicado las dificultades por el techo de gasto, las trabas por el reparto de competencias o, directamente, que cambiaron de planes sobre la marcha. Pero no, este gobierno presume de que va a acabar su mandato con 100 kilómetros de carriles bici y yo, además de acordarme de Johnny Rotten, pienso en eso que cantaba Jorge Martínez con Los Ilegales: “No me acaricies el pelo, que tengo poco… y ninguno, de tonto”.
El 14 de enero de 1978, en cuclillas sobre el escenario del Winterland de San Francisco y después de recitar como una letanía el No Fun de los Stooges, Johnny Rotten acababa el concierto, la gira americana y la existencia de los Sex Pistols (hasta su reunión del 96) con una pregunta dirigida más a sí mismo que al público: “¿Nunca habéis tenido la sensación de haber sido engañados?”. Me he acordado de ese momento al ver las declaraciones a Telemadrid de José Manuel Calvo, delegado de Desarrollo Urbano Sostenible del Ayuntamiento de Madrid, en las que decía que una vez esté abierto el itinerario ciclista del puente de los Franceses a la plaza de Legazpi, se iba a prohibir la circulación de bicis por Madrid Río. Me he acordado también después, con el previsible desmentido que aclaraba que las bicis podrán ir a 10 km/h, o sea, como ahora. En realidad, me acuerdo de esas palabras de Johnny Rotten cuando pienso en las políticas del fomento de la bicicleta en Madrid de cualquiera de sus alcaldes y alcaldesas desde que Álvarez del Manzano dijo eso de “Madrid no es ciudad para bicis”.
En esto, como en tantas otras cosas, Manzano se equivocaba. Madrid, por supuesto, sí es ciudad para bicicletas. Las personas que eligen ese medio de transporte tienen todo el derecho a dar pedales por la calzada y por el centro de su carril, igual que con cualquier otro vehículo. El problema es que el número de personas que elige este medio de moverse no termina de aumentar, más allá del éxito de los datos del Bicimad municipalizado y del trajín de repartidores de comida a domicilio. La gente no se atreve a meterse en las calles invadidas por coches, furgonetas, buses y motos a toda velocidad y por eso exige y espera infraestructura ciclista adecuada. Y se suponía que esta legislatura era la buena.