Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.
El futuro ya está allí
La movilidad en bici da hasta para viajes en el tiempo. Este verano, por ejemplo, en el que los madrileños estamos empezando a juguetear con algunas políticas de movilidad de inicios del siglo XXI con esto de BiciMAD, hay ciudades por ahí que están probando cosas de otro momento. Momento futuro para nosotros, claro.
Copenhague, cómo no, es una de ellas. Como todos sabemos, la capital danesa es algo así como la Utopía Moderna que imaginó H. G. Wells. O así es como se vende. Cada ciudad se muestra al mundo como quiere y, lo mismo que Madrid ha decidido promocionarse como capital de la suciedad, Copenhague es un foco constante de noticias y consejos sobre uso de la bici como transporte y por eso es considerada como creadora de tendencias de movilidad sostenible.
Además, tiene al mejor embajador posible. Mikael Colville-Andersen es el tipo que inventó Copenhagen Cycle Chic y que puso así a la vista de todos que se podía ir en bici por ciudad vestido como a uno le diera la gana y no necesariamente como deportista. Es el hombre que no sólo ha exportado el modelo Cycle Chic sino que, a través de su agencia de consultoría y diseño Copenhagenize, está exportando a todo el mundo el modelo bici friendly de la capital danesa.
Bien, pues este verano esa ciudad y ese ciudadano que tan bien la vende han mostrado una serie de novedades a través de un vídeo de Street Films que comparto por aquí ya mismo.
Journey Around Copenhagen's Latest Bicycle Innovations! from STREETFILMS on Vimeo.
Es difícil juzgar lo visto en el vídeo desde una ciudad como Madrid, que es como el reverso tenebroso de Copenhague en materia de movilidad. Desde nuestra perspectiva, lo de las lucecitas que te avisan de que te tienes que dar prisa para llegar al semáforo en verde puede parecer una chorrada pero es que aquí aún no tenemos el flujo de ciclistas ni la educación en la convivencia ni, por supuesto, esas infraestructuras que allí sí tienen desde hace años. Lo único que me permito decir al respecto, una vez superado el ataque de fascinación, es que a veces algunas de esas grandes infraestructuras para la bici —y no sólo hablo de las de Copenhague ahora— me recuerdan a ciertas obras caras y feas que se hicieron para los coches cuando eran nuestra unidad de destino en lo universal. Y no sé si se trata de eso. Pero qué sabré yo.
En realidad, lo que de verdad me tiene loco este verano en mis viajes espacio temporales es lo que ha planteado Helsinki. La capital de Finlandia sí que se ha propuesto llegar al futuro antes que nadie y quiere en diez años tener lista una aplicación a través de la cual cualquier ciudadano de allí elija el medio de transporte que mejor le convenga entre el transporte público (bus, tren, tranvía, ferry, bicis), taxis, coches compartidos y coches sin conductor.
La idea es hacer innecesaria la posesión de un automóvil, puesto que para esos viajes concretos en los que lo necesitas puedes usar la aplicación para encontrar alguien y algo que te lleve a donde quieres ir por un precio justo. De hecho, parece que ya se está probando en la ciudad el Kutsuplus, una furgoneta que te recoge y te deja donde te conviene previa reserva por el móvil y tras calcular la mejor ruta para dejar a cada uno de la mejor manera. Sí, algo parecido a los taxis compartidos y colectivos que se usan en un montón de lugares presuntamente menos civilizados pero pasado por la virtud tecnológica.
Supongo que el lector ahora mismo estará sacando los colores al proyecto de Helsinki y analizando todos los agujeros por los que puede hacer aguas. Y supongo que los encontrará. Pero me da igual. A mí lo que me parece relevante de la idea finlandesa es que es valiente e innovadora, que plantea otras reglas del juego en las que la posesión, la propiedad, no mola en absoluto y en la que se comparten espacios y todos los medios de transporte, incluso los privados, pasan a ser públicos. Una idea que recoge tendencias de comportamiento cada vez más latentes.
En esta parte del mundo, el coche cada vez es visto más como una propiedad que estorba, como un bien innecesario (no lo digo yo, lo dicen un montón de encuestas de consumo que ahora no me apetece sacar de la manga de Google). Pero es que la propia propiedad de según qué productos también empieza a ser considerada innecesaria. Ahí están los modelos de Spotify o Netflix para demostrarlo, modelos que no han solucionado el problema del creador pero que sí han supuesto un cambio profundísimo para el usuario. Y aquí están también las redes sociales para contarnos que tenemos también necesidad de compartir cosas, aunque muchas sean fotos de gatos. Pues algo así es lo que quiere hacer Helsinki con su movilidad, convertirla en una especie de red social y servicio de pago por uso. Hacer de ella una ciudad compartida.
Lo dicho, no me atrevo a predecir si saldrá bien, mal o regular la jugada pero me gusta saber que hay gente por ahí fuera que trata de encontrar soluciones para problemas que son comunes en todas partes. Así, algún día, en mi ciudad podremos copiar una o dos de ellas y seguir haciendo las cosas como nos gusta. A nuestro ritmo.
La movilidad en bici da hasta para viajes en el tiempo. Este verano, por ejemplo, en el que los madrileños estamos empezando a juguetear con algunas políticas de movilidad de inicios del siglo XXI con esto de BiciMAD, hay ciudades por ahí que están probando cosas de otro momento. Momento futuro para nosotros, claro.