Un blog de Juventud Sin Futuro pensado por y para los jóvenes que viven entre paro, exilio y precariedad. Si quieres mandarnos tu testimonio, escríbenos a nonosvamosnosechan@gmail.com.
País que lucha, país con esperanza
Nos debatimos a veces entre el optimismo y la desesperanza, entre la necesidad de aspirar a un cambio y una mejora en este país y la creencia de que tal cosa es dificilísima o poco menos que imposible. Hay quien no encuentra fuerzas o datos para creer, porque lo que tiene delante en la televisión día tras día son políticos de todo rango ideológico que, como mínimo, ignoran cualquier cosa que la ciudadanía demande, atendiendo solo a las necesidades de los intereses económicos. En demasiados casos además dan un paso más allá y nos roban en nuestra cara impunemente. ¿Cómo no entender esa desesperanza? De hecho, ¿quién no la ha sentido al menos alguna vez? Te encuentras que el paro aumenta, el dinero se esfuma en rescates a bancos y tarjetas black, y aún así el PPSOE no se da un batacazo electoral en el siguiente sondeo. Ante esto, no solo sigues sin encontrar la fe que ya no tenías en los políticos, sino que también la pierdes en la propia ciudadanía a la que perteneces.
Si en una conversación sobre este tema intentas defender el optimismo y la confianza en la lucha, mucha gente te mira con cara de “ay, el idealismo de la juventud” o de “tú aún no superaste la muerte del Che Guevara”. Pero cuando una charla así se mantiene la tarde de un domingo, después de que esa mañana hayas estado en una charla-debate como la que organizó Juventud SIN Futuro el pasado domingo en el Campo de la Cebada, los argumentos salen solos. El optimismo se transmite hasta el punto de acabar generando sonrisas con confianza en el futuro. En esa charla-debate estuvimos muchos y muchas hablando sobre Madrid, esta ciudad maravillosa que sin embargo unos cuantos desarrollan a su antojo y beneficio, en vez de hacerlo en pro de una vida digna para todos sus ciudadanos. Y en ese debate al sol hablamos mucho, contamos con muchas opiniones, demandas y propuestas de soluciones. Fue una conversación que llegamos a calificar entre risas de “carta a los Reyes Magos”, aunque quienes estábamos allí habíamos ido precisamente porque no estábamos dispuestas a dejar nuestros derechos en manos de la magia. Hablamos de transporte, ocio, vivienda, servicios públicos, trabajo, feminismo, ecología o educación, y lo hicimos con rabia pero también con la decisión firme de generar entre todas unas demandas que exigiremos que se lleven a cabo desde las instituciones, y que seguiremos reclamando en la calle. Porque no vamos a rendir nuestros derechos al pesimismo, ni a la gestión elitista e interesada de ningún partido político tradicional. Éramos gente muy diferente, transmitiendo necesidades y demandas muy distintas, y, sin embargo, compartiendo una misma determinación sobre nuestro derecho a denunciar y exigir, y sobre la esperanza de que podíamos llevar a cabo nuestras reivindicaciones.
Así que si en una conversación cualquiera me piden motivos para el optimismo, digo que sí, que los hay. Tantos como personas hay en la calle luchando por nuestro futuro. Mi ciudadanía no es la compuesta por los políticos corruptos, por los empresarios avariciosos, o por los ciudadanos que siguen votando PP porque les conviene un sistema clasista o porque siguen sometidos al miedo de “que viene el lobo”. Esas personas están ahí, pero mi ciudadanía también contiene a aquellos y aquellas que luchan en sus batallas personales sin rendirse, y aquellos y aquellas que no se conforman y luchan por el cambio, por el futuro mejor al que tenemos derecho. Las batallas son muchas y variadas, y aunque la televisión nos muestre corrupción una y otra vez, tenemos que saber ver a quienes lucharon contra la privatización de la sanidad en Madrid, a quienes llevan un año dándolo todo por cambiar las instituciones, a quienes paran cada deshaucio, a quienes se exiliaron y desde fuera siguen luchando por sus derechos y los nuestros, a quienes pararon la ley de Gallardón, a quienes demandan tratamientos para que una enfermedad ya curable no les quite la vida, a quienes marcharon por la dignidad, a quienes recuperan paso a paso nuestra memoria histórica, a quienes gestionan cada centro social para seguir creando redes y ciudadanía... y a quienes estaban un domingo por la mañana en la Plaza de la Cebada haciendo una tabla de reivindicaciones para crear un Madrid para nosotras, un Madrid mejor. Esa es mi ciudadanía y la nuestra, y cuando nos pueda la desesperanza y nos asalte ese pensamiento repetido de “tenemos lo que nos merecemos”, debemos pensar en nuestra ciudadanía y saber que somos capaces de lo mejor. Que hay mucha gente luchando, que ya hemos ganado batallas, y que tenemos la fuerza para seguir ganándolas.
Que no me hablen de idealismo, porque esto es pura realidad. Esta ciudadanía está luchando. Está conquistando. Y no vamos a parar. Estamos ya combatiéndolos desde todas partes. Pensadlo, porque en cada lucha recuperamos la alegría.
Nos debatimos a veces entre el optimismo y la desesperanza, entre la necesidad de aspirar a un cambio y una mejora en este país y la creencia de que tal cosa es dificilísima o poco menos que imposible. Hay quien no encuentra fuerzas o datos para creer, porque lo que tiene delante en la televisión día tras día son políticos de todo rango ideológico que, como mínimo, ignoran cualquier cosa que la ciudadanía demande, atendiendo solo a las necesidades de los intereses económicos. En demasiados casos además dan un paso más allá y nos roban en nuestra cara impunemente. ¿Cómo no entender esa desesperanza? De hecho, ¿quién no la ha sentido al menos alguna vez? Te encuentras que el paro aumenta, el dinero se esfuma en rescates a bancos y tarjetas black, y aún así el PPSOE no se da un batacazo electoral en el siguiente sondeo. Ante esto, no solo sigues sin encontrar la fe que ya no tenías en los políticos, sino que también la pierdes en la propia ciudadanía a la que perteneces.