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Mentoría: una llave maestra ante el choque cultural

Sílvia Navarro @serveisolidari

Participante en el Proyecto Rossinyol —

La primera vez que vi a Ruby fue en su instituto. La forma en que hablaba con su profesora me hizo pensar que era una chica muy madura para sus doce años de edad. Ruby nació en el Punjab, un estado de la India fronterizo con Pakistán. Vino de pequeña a Barcelona y tuvo que crecer muy rápido para poder cuidar de sus tres hermanos menores y ocuparse del trabajo doméstico junto con su madre. También tuvo que asumir rápidamente la lengua y hacerse mediadora a través de la traducción. Ella es la única persona que puede actuar como traductora para su madre en situaciones cotidianas como ir al médico y otras gestiones cuando su padre se ausenta.

La madre de Ruby tiene dificultades para acceder al aprendizaje del catalán y el español. Ella se maneja siempre en el ámbito privado, es decir, en la esfera reproductiva y de cuidados, debido a la fuerte división sexual del trabajo. El padre de Ruby, en cambio, además de contar con un reconocimiento económico por su trabajo, trabaja fuera de casa y esto le permite socializarse y aprender los idiomas propios del lugar gracias a las relaciones con los compañeros y clientes.

Ruby es una de las niñas participantes del proyecto Rossinyol de mentoría social. Como tiene que combinar todo este trabajo con los estudios, su tiempo de ocio se ve muy reducido. El proyecto le brinda una oportunidad de conocer otras personas y le facilita el acceso a salidas y actividades culturales.  Funciona como puente que aproxima culturas y grupos sociales diversos a través de encuentros semanales entre parejas de mentores y jóvenes o adolescentes. El sistema permite percibir de primera mano la situación de desigualdad en la que se hallan muchas familias y promover la inclusión social de los más vulnerables, creando nuevas redes de solidaridad que a la vez pueden ayudar a aumentar el capital social de estas familias en riesgo de exclusión.

Participar en el proyecto Rossinyol me ha permitido conocer  realidades diferentes y romper con viejos tópicos, estereotipos y prejuicios que muchas veces normalizamos y que es muy importante cuestionar.

Creo que la sensibilización intercultural a través de las formaciones de los voluntarios del proyecto es un pilar básico para el éxito de la mentoría ya que puede ayudar a garantizar relaciones horizontales y a gestionar situaciones de choque cultural. Ser consciente de las opresiones estructurales de género, clase y raza que padecen muchos de los preadolescentes participantes del proyecto y sus familias es un primer paso. Un avance contra la fuerte desigualdad que predomina aún en todos los ámbitos de nuestra sociedad.

La primera vez que vi a Ruby fue en su instituto. La forma en que hablaba con su profesora me hizo pensar que era una chica muy madura para sus doce años de edad. Ruby nació en el Punjab, un estado de la India fronterizo con Pakistán. Vino de pequeña a Barcelona y tuvo que crecer muy rápido para poder cuidar de sus tres hermanos menores y ocuparse del trabajo doméstico junto con su madre. También tuvo que asumir rápidamente la lengua y hacerse mediadora a través de la traducción. Ella es la única persona que puede actuar como traductora para su madre en situaciones cotidianas como ir al médico y otras gestiones cuando su padre se ausenta.

La madre de Ruby tiene dificultades para acceder al aprendizaje del catalán y el español. Ella se maneja siempre en el ámbito privado, es decir, en la esfera reproductiva y de cuidados, debido a la fuerte división sexual del trabajo. El padre de Ruby, en cambio, además de contar con un reconocimiento económico por su trabajo, trabaja fuera de casa y esto le permite socializarse y aprender los idiomas propios del lugar gracias a las relaciones con los compañeros y clientes.