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OPINIÓN | Ana 'Roja' Quintana, por Antonio Maestre

“Piel con Piel”, teatro para la transformación

Paula Pascual de la Torre

Integrante de Calatea @Calatea_escena —

¿Contribuye nuestro modo de vivir la sexualidad y el amor a que exista la trata de personas con fines de explotación sexual? Muchos de los que leemos este diario afirmaremos que sí con la cabeza, sobre todo si entendemos ese “nuestro” como una apelación a todos, a la gran masa de la que formamos parte.

Pero ahora, en serio, piénsalo: tu propio modo de vivir la sexualidad, ¿contribuye?; tu propio modo de percibir y vivir el amor, ¿contribuye? Ahora seguramente las cabezas lectoras estén algo más quietas.

No se trata de inculpar a nadie o sentirnos todos responsables y hacernos el harakiri, se trata de reflexionar, que ya es muchoharakiri,. Tenemos la posibilidad y la suerte de pensar desde la complejidad, es decir, no desde un todo o un nada, un soy o no soy; no desde una posición tajante e inquebrantable como las que son necesarias para determinadas reivindicaciones políticas, sino desde la consideración de las muchas capas que conforman nuestra vida socio - laboral - política - privada.

Imagínate además que esta pregunta te la plantean cuando eres adolescente en un taller de teatro. Cuando nos hicimos esta pregunta en el primer encuentro del taller de Teatro Piel con Piel con el grupo de chavales del IES Madrid Sur la respuesta estaba a muchos kilómetros de distancia, enterrada quién sabe dónde. Después de unos meses de proceso los chicos y chicas del grupo han construido las palas, se han llenado las manos y los pies de tierra y han jugado y excavado hasta obtener la respuesta:

  • ¿Contribuye nuestro modo de vivir la sexualidad y el amor a que exista la trata de personas con fines de explotación sexual?
  • Si, trata de nosotras, trata de nosotros.

Los alumn@s del IES Madrid Sur afirman que, de una forma más o menos directa, contribuyen a que exista la trata pero afirman, sobre todo, que pueden contribuir a que desaparezca. Porque ellos, dicen, podrían ser futuros consumidores, porque se relacionan, porque aman, porque desean, porque tienen cuerpo y todo eso contribuye en su proceso de construcción de identidad.

Su (y nuestra) vida cotidiana forma también parte de un mismo sistema, el mismo que perpetúa la violencia y la desigualdad con problemáticas que van desde la trata, como caso extremo, hasta el desconocimiento de nuestro propio cuerpo y la negación de nuestros propios deseos dentro del mismo sistema patriarcal (del que tanto hombres como mujeres formamos parte).

El teatro nos ha permitido evidenciar, mediante el juego, las relaciones de poder y desequilibrio que se imponen desde los sistemas vigentes. Nos ha dado la posibilidad de jugar y arriesgar, de experimentar, de ponernos en la piel de los otros. El trabajo con el cuerpo nos ha permitido plantear un proceso de reconstrucción desde nosotros mismos y hacernos preguntas inesperadas, tabúes.

¿Qué es ser mujer hoy? ¿Y ser hombre? ¿Qué relaciones de pareja quiero tener? ¿Qué sería vivir en igualdad? ¿Dónde aprendemos lo que sabemos de sexo?

El cuerpo ha sido y es un campo de batalla desde el que se ha generado desigualdad y desde él ha de elaborarse el proceso de cambio. Desde el cuerpo entendemos lo afectivo sexual, concepto clave para la transformación. Es necesario superar la concepción del cuerpo como objeto obediente o tabú.

En fin, el teatro y el cuerpo nos han hecho descubrir que sí, que contribuimos a perpetuar injusticias desde la pasividad y que sí, que desde nuestra implicación y participación como agentes activos y críticos podemos contribuir a que estas problemáticas se visibilicen, se entiendan profundamente y, entonces, quizás, algún día desaparezcan.

¿Contribuye nuestro modo de vivir la sexualidad y el amor a que exista la trata de personas con fines de explotación sexual? Muchos de los que leemos este diario afirmaremos que sí con la cabeza, sobre todo si entendemos ese “nuestro” como una apelación a todos, a la gran masa de la que formamos parte.

Pero ahora, en serio, piénsalo: tu propio modo de vivir la sexualidad, ¿contribuye?; tu propio modo de percibir y vivir el amor, ¿contribuye? Ahora seguramente las cabezas lectoras estén algo más quietas.