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Unidos Podemos: de la campaña de la “remontada” del 20D al perfil “presidencial” para el 26J

Podemos siempre presume de que las campañas le sientan bien. En su primera cita electoral, las Europeas de 2014, el partido de Pablo Iglesias dio un gran empujón en la última semana: los últimos sondeos publicados en aquel momento le daban un escaño, y al final consiguió cinco.

En la campaña del 20D, Podemos llegaba disputando el segundo puesto con Ciudadanos y PSOE, según los estudios demoscópicos, pero siempre por detrás del PSOE en el último tramo. Al final, el que quedó más descolgado fue Ciudadanos y la suma de Podemos y las confluencias se quedó a 300.000 votos del PSOE. Tanto Íñigo Errejón como Pablo Iglesias han afirmado que aquella campaña, que se concibió como una “remontada”, se les quedó “corta”: “Si hubiéramos tenido otra semana, habríamos mejorado aún más los resultados”.

Ahora la situación es distinta. La confluencia con IU, Unidos Podemos, según las encuestas, está teniendo el efecto multiplicador que la alumbró, hasta el punto de situarse por encima del PSOE en votos y escaños; hasta el punto de que la distancia que le separa con los socialistas es mayor que la que le separa del primero, el PP.

En Podemos, no obstante, no terminan de creerse las encuestas hasta el punto de dar por hecho que van a adelantar a los socialistas en las urnas. Pero sí se las creen lo suficiente como para enfocar la campaña no en términos de “remontada”, sino en términos “presidencialistas”. Es decir, sin correr grandes riesgos y proyectando la imagen de un Pablo Iglesias como posible inquilino de Moncloa, con su perfil más tranquilo, contenido, sonriente, moderado, transversal, “socialdemócrata”, “patriótico”: el objetivo es mantener ese importante espacio electoral que le conceden las encuestas, no ahuyentar a votantes más habituados a votar partidos tradicionales como el PP y el PSOE –como pueden ser los mayores de 55 años–.

Por ello, Iglesias, como hizo en el debate a cuatro, se está esforzando por ofrecerse como aliado del PSOE, que tras el 20D pactó con Ciudadanos, para desbancar al PP. El PSOE, antaño tachado de “viejo” y “casta”, ahora es el partido al que Unidos Podemos tiende la mano para “un Gobierno a la valenciana”. Pero Pedro Sánchez, de momento, sigue sintiéndose más cómodo con Ciudadanos que con Unidos Podemos.

En el equipo de campaña de Iglesias definen dos modelos de gobierno y de proyecto de país, “el que encabeza el PP y el que capitanea Unidos Podemos”, y “el PSOE debe decidir si quiere la coalición de la austeridad y los recortes o apuesta por un gobierno que recoja el mandato de la sociedad”. Así, Iglesias, en el debate del lunes, le insistía a Sánchez: “No soy el rival, el rival es Rajoy, no soy el rival”.

La secretaría Política de Podemos, dirigida por Íñigo Errejón, difundía este martes el siguiente argumentario en su canal de Telegram: “Los votantes del PSOE y los de Unidos Podemos no entenderían que tras el 26 de junio no llegásemos a un acuerdo. Estamos convencidos de que el PSOE sabrá aprovechar esta nueva oportunidad para construir un gobierno de progreso y de cambio en España. Rajoy habla de un país que no se encuentra en los mapas, que los espectadores no pueden reconocer, un país donde no hay paro, corrupción ni precariedad. La gente, cuando vote Unidos Podemos, no solo sabrá qué partido está votando, sino también qué Gobierno está votando. Pablo ha ganado porque ha sido claro, sencillo y sincero. Ha hablado del futuro que nos jugamos con toda la seriedad y la esperanza que este momento requiere”.

El fundador de Podemos Juan Carlos Monedero, sin embargo, expresa en su blog algunas dudas sobre la estrategia de Iglesias en esta campaña: “La voluntad de aparecer como presidenciable le llevó [a Iglesias] a limar cualquier agresividad, pero un debate sin confrontación es como un combate de boxeo sin ganchos. No le sientan bien las jaulas a Iglesias y no queda claro que los indecisos vayan a encontrar razones en este debate para decantar su voto. Fue capaz de colocar con claridad la idea que hay dos bandos: un gobierno de gran coalición en cualquiera de sus formas, o un gobierno de cambio entre el PSOE y Unidos Podemos. Aunque Sánchez, con toda seguridad, deberá ser en esta ocasión Vicepresidente al haber dejado pasar el tren de diciembre”.

La estrategia ha cambiado: de la remontada al perfil conciliador, contenido y presidencial. Y, siempre, tendiendo la mano públicamente al PSOE. Por primera vez, Iglesias procurará arriesgar poco en la campaña. El 26 de junio por la noche se sabrá si ha sido un acierto, si ha logrado mantener a sus votantes, seducir a alguno más del PSOE y encarnar el voto útil contra el PP. O, si, como dice Monedero, un Iglesias enjaulado no logre “seducir indecisos”.

Podemos siempre presume de que las campañas le sientan bien. En su primera cita electoral, las Europeas de 2014, el partido de Pablo Iglesias dio un gran empujón en la última semana: los últimos sondeos publicados en aquel momento le daban un escaño, y al final consiguió cinco.

En la campaña del 20D, Podemos llegaba disputando el segundo puesto con Ciudadanos y PSOE, según los estudios demoscópicos, pero siempre por detrás del PSOE en el último tramo. Al final, el que quedó más descolgado fue Ciudadanos y la suma de Podemos y las confluencias se quedó a 300.000 votos del PSOE. Tanto Íñigo Errejón como Pablo Iglesias han afirmado que aquella campaña, que se concibió como una “remontada”, se les quedó “corta”: “Si hubiéramos tenido otra semana, habríamos mejorado aún más los resultados”.