Las tierras raras: la baza de China en la guerra comercial que lleva a Trump a fijarse en Groenlandia
Fabricar pantallas, lentes, móviles, gafas de visión nocturna, láseres, fibra óptica, turbinas eólicas o dar luz colorida a los rayos x. Son algunas de las aplicaciones de los 17 minerales que se engloban dentro de las tierras raras, el nuevo 'oro tecnológico' que sirve como amenaza en la guerra comercial entre China y Estados Unidos y que es una de las claves que explican el interés de Donald Trump por hacerse con Groenlandia.
Las tierras raras son cosa de China. Según el Servicio Geológico estadounidense (USGS), alrededor del 80% del suministro estadounidense de tierras raras depende de las exportaciones chinas, que fue el principal productor de estos minerales en 2018, con 120.000 toneladas, el 70% del total y a gran distancia de Australia (20.000), Estados Unidos (15.000), Birmania (5.000) y Rusia (2.600).
El presidente chino, Xi Jinping, conocedor de esta dependencia, gravó las importaciones de la única mina operativa de tierras raras en Estados Unidos, situada en Mountain Pass (California) y reabierta precisamente por un inversor chino. “Es alucinante. No solo exportan todo, sino que producen fuera. Su posición en el sector viene determinada por una relación de despreocupación medioambiental y control de mercado”, señala Manuel Regueiro, presidente del Colegio de Geólogos de España.
En su afán por mostrar que posee un as en la manga en la guerra comercial entre ambas superpotencias, el presidente chino programó una reciente visita a una de las mayores plantas de procesamiento del país, propiedad de la empresa JL Mag Rare-Earth. La excursión fue noticia en el rotativo oficial del Partido Comunista junto con un editorial que lanzaba un aviso directo a América: “No digáis que no os advertimos”.
“La industria es muy lista, cuando hay un problema se buscan alternativas como nuevos yacimientos o nuevos materiales. También hay que tener en cuenta el reciclado de productos, que supone un disminución en la demanda”, señala Regueiro, sobre una posible restricción de las exportaciones chinas. En caso de producirse, los Estados usarían las reservas mientras la industria busca nuevas fuentes o materiales.
En el mundo hay un stock de tierras raras de unos 120 millones de toneladas. El país que más tiene es de nuevo China, con 40 millones. Empatados en la segunda posición se encuentran Vietnam y Brasil con 20 millones. Después le siguen India (6,9 millones), Australia (3,4) y Estados Unidos (1,4 millones). En España, Castilla-La Mancha abortó recientemente un polémico proyecto que varios inversores pretendían impulsar en el Campo de Montiel (provincia de Ciudad Real).
Una muestra de la importancia que tienen estos 17 elementos para Estados Unidos es que se han quedado fuera de las subidas de aranceles que Washington ha anunciado en los últimos meses para las exportaciones chinas: tanto el aumento del 25% que llevó a cabo el pasado 1 de junio, que afectan a exportaciones chinas por valor de unos 200.000 millones de dólares, como las del 15% que entrarán en vigor a partir del próximo 1 de septiembre.
Trump y Groenlandia
En su afán por reducir la dependencia sobre el país asiático, a mediados de junio Donald Trump llegó a un acuerdo con su homólogo canadiense, Justin Trudeau, para desarrollar un plan de acción conjunto para “asegurar un suministro fiable” de tierras raras del que hasta ahora se desconocen más detalles. Y se da la circunstancia de que Groenlandia posee uno de los depósitos más grandes del mundo de estos minerales.
Se trata del proyecto Kvanefjeld, que aspira a convertirse en el productor de tierras raras más importante del mundo occidental. Según el gobierno danés, la isla de Groenlandia tiene un potencial para albergar 38,5 millones de toneladas de óxidos de tierras raras, un dato muy considerable si se tiene en cuenta el volumen de las actuales reservas, que no incluyen esa cifra.
El proyecto se centra en el complejo alcalino Ilimaussaq, situado en el sur de Groenlandia. Hasta la fecha, se han delimitado más de mil millones de toneladas de recursos minerales en el área del proyecto, en tres zonas diferentes: Kvanefjeld, Sørensen y Zone 3. La mineralización está alojada en un tipo de roca llamada lujavrite, y está enriquecida en tierras raras, uranio y zinc.
Según los propulsores del proyecto, su ubicación, a menos de 10 kilómetros del mar, garantiza el envío directo durante todo el año. Además, los minerales se encuentran en un estado propicio para un procesamiento simple y rentable. “Estos atributos pueden hacer que Kvanefjeld sea un proveedor globalmente importante de tierras raras durante muchas décadas”, explican los promotores de la iniciativa en su web.
“Groenlandia tiene una impresionante dotación de recursos”, declaraba recientemente el subsecretario de Estado de EEUU, Francis R. Fannon, especializado en recursos energéticos. Y es que al anunciado interés de adquirir esa región autónoma perteneciente a Dinamarca se suma que Estados Unidos firmó el pasado junio con ese territorio un memorando para cooperar en la extracción de tierras raras y promover la inversión en el sector. “Como socio geopolítico importante, queremos asegurarnos de que Groenlandia busque un entorno propicio para atraer inversiones diversas y privadas para lograr sus propios objetivos de seguridad energética y de recursos minerales”, dijo el subsecretario en la presentación del acuerdo.
Precedentes con Japón
En el pasado, los intentos de China por restringir las exportaciones de tierras raras han resultado infructuosos. En 2010, Pekín prohibió la exportación de estos minerales a Japón después de que Tokio detuviese al capitán de un pesquero chino que había chocado con dos embarcaciones niponas de la guardia costera cerca de las islas Diaoyu, en aguas en disputa entre ambos países.
La industria japonesa se adaptó buscando nuevas fuentes, en este caso la costa de Vietnam, mientras la Organización Mundial del Comercio (OMC) dirimía el conflicto tras una denuncia presentada por Japón a la que se adhirieron EEUU y la Unión Europea como damnificados.
En el fallo final, la OMC reconoció el derecho soberano de un país sobre sus recursos naturales, pero advirtió que no le permite controlar los mercados internacionales ni la distribución global de materias primas. Aunque admitió que un país miembro del organismo internacional puede decidir el nivel o ritmo de extracción de sus recursos, dictaminó que no puede imponer restricciones únicamente a usuarios extranjeros.
“No son tierras ni son raras”
Estos minerales son 17 elementos químicos, formados por el escandio, itrio y quince elementos del grupo de los lantánidos, entre ellos el neodimio, el disprosio y el holmio. “A pesar de su nombre, no son tierras ni son raras”, explica el presidente del Colegio de Geólogos. “Se denominan raras porque es muy difícil encontrar un yacimiento. Aparecen en la tierra como óxidos, de manera escasa y con aspecto de tierra”, comenta Regueiro. En Europa existen muchos yacimientos pero no se explotan “por cuestiones medioambientales”. “La ley española es muy clara, si el impacto medioambiental es negativo no se puede realizar la explotación”, añade.
Según Regueiro, el 30% de ellas se utilizan para imanes permanentes, fundamentales para el funcionamiento de cualquier motor eléctrico. Otro uso más común es el destinado a las pantallas móviles y de televisión. “El europio se utiliza para el rojo intenso de las pantallas planas”, afirma.
Los 17 minerales que conforman las tierras raras se venden por kilos debido a que su uso no suele ser a gran escala. Un ejemplo es el sistema de guía que usan los helicópteros de combate. “Solo necesitan 6 gramos, pero sin eso no funciona”, dice el presidente del Colegio de Geólogos.