Ana López tenía 26 años cuando puso por primera vez un anuncio en Airbnb. Fue hace tres, cuando la aplicación todavía no estaba muy extendida en España. “En ese momento vivía sola y me apetecía conocer gente, me pareció una buena oportunidad”, cuenta. “Hospedé a personas de todos sitios y de perfiles muy variados, solíamos cenar juntos e hicimos buenas amistades. A la mayoría los tengo en Facebook y seguimos en contacto. Para mí fue una experiencia muy positiva”.
Aunque su motivación principal no era económica, con el alquiler de la habitación que tenía libre ganaba entre 100 y 200 euros al mes. “No pedía mucho (15 euros la noche) porque mi piso no estaba en el centro, pero con lo que sacaba me daba para sufragar los gastos del piso: agua, luz, gas. Me venía bien”, explica la joven.
El caso de Ana es el que dio inicialmente sentido a un modelo como el de Airbnb. La idea original de la compañía surge por la experiencia de sus tres fundadores, que ante la subida de los alquileres en la ciudad de San Francisco, decidieron crear una página web para ofertar una de las habitaciones que se les había quedado libre. Diez años después, esa primera habitación se ha convertido en más de 5 millones de alojamientos en todo el mundo.
Sin embargo, el modelo ha cambiado con respecto a su concepción original. En el extremo opuesto al caso de Ana está el de Villafinca, el anfitrión de Airbnb que más alojamientos gestiona en España, según los datos de DataHippo analizados por eldiario.es. El perfil pertenece a la empresa Ca S'amitger, que se define como una central de reservas y agencia de viajes que opera con diferentes marcas comerciales y suma más de 70 empleados.
Esta compañía funciona como intermediaria entre los propietarios de las viviendas y quienes desean alquilarlas, a través de plataformas como Airbnb. A cambio de una comisión, Villafinca anuncia las propiedades, gestiona las reservas y los cobros, o incluso se encarga del mantenimiento y la limpieza de los alojamientos.
Como Villafinca, en Airbnb hay muchas otras empresas y agencias que anuncian centenares de viviendas para uso turístico: AP Costas gestiona más de 700 a lo largo del litoral mediterráneo; Ceigrup opera en la Costa Brava y Girona con cerca de 500; Top Villas Mallorca ofrece más de 300 alojamientos. Los diez mayores 'caseros' de Airbnb controlan más de 4.000 anuncios en las grandes ciudades y zonas turísticas.
Este tipo de anfitriones representan una pequeña parte de la comunidad de Airbnb: apenas el 5% de los anfitriones tienen cinco o más anuncios en la plataforma. Sin embargo, estos perfiles, en su mayoría empresas especializadas y grandes propietarios, controlan el 34% de la oferta de Airbnb en España.
Este es el resultado del análisis de eldiario.es de los datos publicados por el proyecto colaborativo DataHippo, que se encarga de extraer y publicar los datos de diferentes plataformas de alquiler turístico como HomeAway o Airbnb. Santiago Espinosa, uno de sus tres fundadores, explica una de las motivaciones del proyecto: “El nivel de transparencia de estas plataformas es bastante nulo y muchos investigadores y colectivos nos decían que les faltaban datos para poder hacer análisis”.
Con los datos publicados por DataHippo, es posible conocer cuántos anfitriones cumplen con el modelo de economía colaborativa. El 75% de los caseros en España tiene un solo anuncio, una cifra que habitualmente señalan desde Airbnb para defender que su modelo es de homesharing. No obstante, estos pequeños anfitriones apenas representan el 40% de toda la oferta publicada en la plataforma entre mayo y junio de 2018. Ver metodología.
Del 'home sharing' a la especialización
“Cuando Airbnb empezó a crecer exponencialmente es cuando se empieza a profesionalizar y hemos visto cómo se ha multiplicado el número de empresas que se dedican a gestionar alojamientos de la plataforma”, explica Javier Gil, investigador de la UNED. “Al final, los pisos profesionales sobrecargan mucho más la capacidad del piso y van a filtrar menos el tipo de perfil”, explica.
Los datos del proyecto de DataHippo señalan esta correlación: las regiones con más alojamientos publicados en Airbnb son las que muestran una mayor profesionalización o concentración de la oferta. En Baleares y Girona –con más de 20.000 y 15.000 anuncios publicados, respectivamente–, los anfitriones que tienen 5 o más alojamientos en la misma provincia gestionan más de la mitad de la oferta disponible.
Expertos y colectivos señalan los peligros de la creciente profesionalización de las plataformas de alquiler vacacional. “Esto no tiene nada de economía colaborativa, porque gran parte de Airbnb está en muy pocas manos”, opinan Mar Santamaría y Pablo Martínez, investigadores del estudio de urbanismo 300.000 km/s.
“El modelo original de alojamiento colaborativo no tiene incidencia excesiva en los barrios ya que el uso de la vivienda sigue siendo residencial, pero todo cambia desde el momento en que se plantea la explotación de la vivienda como un activo”, comenta Álvaro Ardura, profesor de urbanismo en la Universidad Politécnica de Madrid. En Madrid, una investigación de El Mundo reveló que al alquiler vacacional había restado más de 5.000 viviendas del mercado residencial en el centro de la ciudad.
“La compañía quiere trabajar con los gobiernos en una normativa que facilite que la gente corriente, y no solo a las grandes empresas, puedan beneficiarse del turismo”, afirman fuentes de Airbnb a eldiario.es. Afirman que ellos “no esconden” que en la plataforma existen perfiles profesionales y piden “reglas claras y justas para el 'home sharing', que diferencien entre gente normal que comparte su hogar y operadores turísticos”.
Entre estos últimos está el caso de Bookiply, una compañía que gestiona más de 250 alojamientos en Airbnb, en el que la profesionalización va un paso más allá: “Somos una empresa tecnológica. Hemos desarrollado una herramienta digital para ayudar a propietarios y usuarios del alquiler vacacional a simplificar los trámites de gestión”, explica el director de esta plataforma, Justin Walket.
“Los particulares o las agencias se dan de alta en Bookiply y deciden en qué portal o portales quieren que se vea su anuncio”, explica Walket. Esta empresa administra las reservas de Airbnb, Booking.com, Holidu y Homeaway, pero no interviene en la limpieza o gestión logística del alojamiento, una tarea de la que se encargan los propios propietarios o agencias especializadas.
Este tipo de perfiles profesionalizados empiezan a ser mayoritarios en la oferta de Airbnb frente a los caseros que hacen uso del home sharing: ofertar una habitación en primera residencia, poner en alquiler la vivienda en periodo de vacaciones o en momentos puntuales del año. En las provincias con más oferta en la plataforma, menos de la mitad de los alojamientos funcionan con este sistema: un anfitrión que tiene un solo piso.
En Barcelona y Madrid, las principales urbes de la plataforma de economía colaborativa, apenas el 40% de la oferta está gestionada por caseros con un solo anuncio. En provincias más turísticas como Baleares, Girona o Canarias, la proporción baja hasta el 30% de los alojamientos.
Los efectos sobre los barrios
Este verano, la Comisión Nacional del Mercado y la Competencia (CNMC) publicaba en su informe sobre viviendas turísticas que no existe “evidencia empírica” de la influencia de las Viviendas de Uso Turístico (VUT) sobre el precio del alquiler. El estudio generó una amplia polémica –incluso a nivel interno– y la crítica de expertos, colectivos y activistas de todas las comunidades.
Según datos del portal Idealista, en los últimos tres años (2015-2018) el precio del metro cuadrado del alquiler ha aumentado un 36,3% en Barcelona, y un 37,2% en Madrid.
Mijo Miquel, profesora de la Politécnica de Valencia habla del efecto dominó de Airbnb y recuerda que “barrios periféricos con viviendas de muy baja calidad están viviendo un incremento de los precios del alquiler porque van a acoger a la clase media pauperizada que ha sido expulsada de los centros”.
De este efecto habla también Javier Gil, investigador de la UNED especializado en economía colaborativa y vivienda: “Muchas personas expulsadas de Lavapiés se están yendo a barrios como Usera y otras zonas del sur de Madrid”, explica. Como ya informó este diario, según los datos del Padrón Municipal, el distrito Centro de Madrid perdió entre 2012 y 2015 un 6,3% de su población, siendo el barrio de Embajadores el más afectado, con un 7,9%.
“Airbnb es un foco de especulación”, asegura el activista de Resistim al Gòtic, Martí Cusó. “Está llegando a ocurrir que personas muy ricas alquilan un piso durante todo el año y sólo lo ocupan durante dos o tres semanas en verano. Esto provoca el vaciado completo de los barrios”, denuncia Cusó.
Otro ejemplo de los efectos de Airbnb sobre los barrios lo constituye el mercado de la calle Feria, en Sevilla. Jaime Jover, portavoz de CACTUS (Colectivo-Asamblea Contra la Turistificación de Sevilla), cuenta cómo “cada vez menos puestos están ocupados por placeros, es menos mercado de abastos, y más mercado gourmet, ocupado por bares en los que no suele ser barato comer, no es asequible para todos los vecinos”.