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La amenaza de una recesión: la desigualdad se agrava en las crisis y no se compensa cuando la economía crece

La vicepresidenta primera y ministra de Economía, Nadia Calviño, y la presidenta del BCE, Christine Lagarde.

Daniel Yebra

4 de septiembre de 2022 21:46 h

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Un consenso económico recorre el mundo como un escalofrío: el acuerdo entre banco centrales, economistas ortodoxos y organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre tomar medidas “agresivas” para combatir la inflación, aunque provoquen recesión y desempleo. Dejar de alimentar las subidas de precios es la prioridad de estas instituciones, entre las que se encuentra el Banco Central Europeo (BCE), que comenzó a aumentar los tipos de interés oficiales de la eurozona en julio y continuará haciéndolo en la reunión que celebra el 8 de septiembre su comité de política monetaria.

Este “enfriamiento” de la economía mediante el endurecimiento de las condiciones de financiación implica riesgos sociales graves, ya que afecta directamente al consumo de las familias, a la inversión de las empresas o la capacidad de gasto de las administraciones en un contexto de crisis energética y de incertidumbre geopolítica por la invasión rusa de Ucrania.

Sobre todo, en estados como España, que soporta un marcado desequilibrio fiscal (entre los ingresos y el gasto públicos) y una tasa de paro estructural por encima de la media de las otras grandes economías de la eurozona. Y con la condena de que la desigualdad entre ricos y pobres crece más en las crisis de lo que se reduce en las etapas de crecimiento económico, según demuestran la catedrática de la Universidad de Alcalá, Olga Cantó, y el de UNED, Luis Ayala, en el primer capítulo del informe “Desigualdad y pacto social” de El Observatorio Social de la Fundación la Caixa.

“Doloroso para las familias”

Así, la amenaza de “autoinfligirse” una recesión, un frenazo controlado, como receta para conseguir la estabilidad de los precios es especialmente “dolorosa” para las familias más pobres en una crisis de inflación –según el calificativo que el propio presidente de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos, Jerome Powell, usó para describir su 'hoja de ruta' para los próximos meses–. Por un lado, estas familias vienen sufriendo un mayor daño por las subidas de precios porque dedican más proporción de su presupuesto a la energía y a la alimentación –hasta un 25% de los ingresos totales del 25% de los hogares más pobres–, que son los servicios y productos que más han aumentado, mientras que los salarios permanecen estancados.

Y, por otra parte, el incremento de la desigualdad se ceba con estas mismas familias. “La evolución de la distribución de la renta en la última década y media ha estado marcada por el empeoramiento de la situación económica de los hogares con rentas [no solo tienen en cuenta los salarios] más bajas. En contraste con esta evolución, en ese mismo periodo los ingresos de los hogares de mayor renta tuvieron un comportamiento significativamente mejor que la media”, explican Olga Cantó y Luis Ayala.

“Especialmente destacada fue la caída de las rentas más bajas a causa de la Gran Recesión [2008], que lastró sus posibilidades posteriores de recuperación. España, sin ser donde más cayó la renta media de la población, fue el país de la UE donde más lo hicieron las rentas del 10% más pobre respecto al 10% más rico”, continúa los economistas, quienes inciden en que “desde el inicio de la crisis de 2008 hasta el de la recuperación en 2014, todos los grupos de renta vieron caer sus ingresos, pero estas pérdidas fueron mayores para los grupos más pobres. La recuperación posterior hasta la pandemia permitió moderarlas, aunque el crecimiento se repartió de manera desigual, beneficiando más a los grupos de renta más alta”.

Actualmente, “la eurozona está entrando en recesión. El consenso ha cambiado de 'no habrá recesión' a 'la recesión será superficial'. Lo siguiente es: 'nos dirigimos hacia una profunda recesión'. Esto es lo que dicen todos los datos de pedidos y de inventarios de la industrias en los índices PMI. Cuanto más al este vas, peor se pone...”, advierte Robin Brooks, economista jefe de IIF.

En este contexto, España se muestra como la economía con menor debilidad. Este mismo viernes, Bank of America coincidió con la visión del Banco de España o del Gobierno y confió en que nuestro país evitará la recesión por la explosión de demanda ante la primera temporada turística sin restricciones por la COVID desde 2019, y el impulso que suponen los estímulos de la pandemia y los que ahora se han desplegado frente al impacto de la invasión rusa de Ucrania, pese al golpe de la inflación originada precisamente en la crisis energética exacerbada por la guerra.

Nuestro país lidera las estimaciones de crecimiento de cara al cierre de este 2022 y de 2023 en la eurozona, también porque el rebote va más retrasado por la propia importancia del turismo y de los servicios en general en el PIB total, y no concluirá la reconstrucción del shock de la pandemia hasta el año que viene o 2024, mientras que Alemania, Francia o Italia ya lo han conseguido.

Las excepciones sobre la desigualdad

“Salvo en la profunda y prolongada crisis de los años setenta del pasado siglo, en todos los periodos de contracción de la economía la desigualdad creció considerablemente. En las etapas expansivas, sin embargo, con la excepción de los años ochenta, la desigualdad disminuyó solo levemente”, observan Olga Cantó y Luis Ayala en su informe.

“En los dos periodos citados como excepciones, la razón de ese comportamiento más moderado de la desigualdad se encuentra, sobre todo, en el aumento de la capacidad redistributiva del sistema de impuestos y prestaciones. El papel de este sistema ha sido diferente en cada fase expansiva. En los años ochenta tuvo el gran efecto de contención ya mencionado; entre 1994 y 2001, en cambio, tuvo un efecto contrario al de la dinámica de reducción de la desigualdad en las rentas primarias; finalmente, entre 2013 y 2019 su incidencia fue casi neutra”, desarrollan estos expertos.

Respecto al momento más cercano al presente, “la caída de las rentas desde el inicio de la pandemia invita a anticipar un efecto importante sobre la distribución de la renta. Las restricciones de actividad dejaron al descubierto las debilidades en las rentas del trabajo, principal fuente de ingresos de los hogares. Las diferentes posibilidades de acceso al teletrabajo agudizaron las diferencias salariales entre los trabajadores más cualificados y con remuneraciones más estables y los de menor cualificación. La pandemia ha mostrado también que un alto número de hogares viven al día y con muchas dificultades para afrontar gastos imprevistos”, añaden.

“Las proyecciones de la Comisión Europea muestran que España es el país de la Unión Europea (UE) donde más habría aumentado la desigualdad una vez introducidos los cambios en el sistema de prestaciones e impuestos durante la pandemia”, concluyen Olga Cantó y Luis Ayala.

Subida de los salarios

“Con datos inmediatamente previos al inicio de la pandemia, España, junto con algunos países de Europa del Este, permanecía entre los países de la UE donde la desigualdad es mayor. Existe cierto consenso en que las principales razones que explican este problema son la estructura productiva –con un menor peso de las ramas de alta tecnología que en los países europeos de mayor renta–, el alto nivel de desempleo, la notable incidencia del trabajo de bajos salarios y el reducido tamaño del sistema de impuestos y prestaciones monetarias”, explican.

Medidas cruciales para contestar a esta amenaza pasan por alcanzar un pacto de rentas, como se denomina al reparto del daño de la inflación con la limitación de los beneficios empresariales [la capacidad de obtener ganancias de los ingresos crecientes por las subidas de precios] y subidas de los sueldos. O por ejecutar el anunciado nuevo aumento del Salario Mínimo Interprofesional (SMI).

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