Pulgares hacia arriba y la 'V' en cada mano. Antonio Garamendi (Getxo, 1958) celebraba el miércoles con visible alegría el contundente respaldo empresarial que le ha revalidado en la presidencia de la patronal CEOE por un segundo mandato, con un 83% de los votos. Una carrera electoral más cuesta arriba de lo esperado, con mucha tensión ante la candidatura llegada a última hora desde Foment, de Virginia Guinda, pero que ha concluido con un “espectacular” apoyo al actual presidente, como destacaba el propio Garamendi este viernes. Una victoria que interpreta como aval a su gestión, protagonizada por múltiples acuerdos con los sindicatos y el Gobierno, que ahora se complican ante un nuevo contexto.
Antonio Garamendi ha enarbolado su carácter pactista en la campaña de las elecciones internas de la patronal, pero sobre todo en su victoria. Motivo de alabanza y también de muchas críticas, según a quién se pregunte, su apuesta porque los empresarios negociaran y pactaran en el diálogo social con el Ejecutivo de coalición y los sindicatos mayoritarios ha sido la que mejor define su primer mandato, atravesado por la pandemia de la COVID.
Unos pactos, hoy ya casi normalizados por su elevado número en los últimos años (14 tripartitos y dos bipartitos), pero que para la mayoría fueron una sorpresa.
“Todavía a veces me pregunto cómo pudo salir la reforma laboral con ellos”, reconoce un dirigente sindical. “O la de pensiones, eso hay que reconocérselo”, añade. Reformas que le valieron a Garamendi muchas tensiones internas, de patronales que consideraban que la CEOE parecía muy próxima a un gobierno progresista, pero también externas, con la hostilidad abierta por la anterior dirección del PP encabezada por Pablo Casado.
“Muy conservador”, pero abierto a negociar
El vasco, de familia de empresarios y con una amplia experiencia como directivo, es “muy conservador”, en lo ideológico “incluso más” que su antecesor Juan Rosell, sostienen desde los sindicatos. Con su carácter “afable” y “muy simpático” por delante, la característica que más destacan de él incluso sus mayores detractores, Antonio Garamendi se hizo con la presidencia de la CEOE a finales de 2018.
Con una dilatada carrera en distintas organizaciones empresariales desde joven, tiene fama de contar con un gran “don de gentes”, una cualidad que también ha sobresalido en sus años al frente de la CEOE. Los más críticos, consideran que se pone demasiado en el centro, con una gestión “demasiado personalista” en una confederación con tantas organizaciones, intereses y sensibilidades diferentes.
Ante este currículum, en el diálogo social se esperaba una mayor cordialidad en la relación con la patronal, pero su contenido y resultados eran una incógnita. Esta fue la novedad, una política inclinada al pacto incluso −para sorpresa generalizada− desde el inicio del Gobierno de PSOE y Unidas Podemos.
En los primeros días de la coalición, el Ejecutivo progresista se anotó un acuerdo social para subir el salario mínimo a los 950 euros. En ese momento, los responsables de la patronal explicaron que lo que temían era un SMI de mil euros. Esta lógica ha marcado los pasos de la CEOE bajo la batuta de Garamendi: negociar para sacar adelante los intereses de las empresas ante un Gobierno que saben que quiere ir mucho más lejos.
Con una gran confianza en su equipo negociador, Antonio Garamendi se muestra “peleón hasta el último minuto y diez minutos más tarde sigue por si puede sacar algo más de lo previsto”, apunta otro dirigente sindical. Desde unos principios férreos, esa lógica conservadora en lo económico, “sabe escuchar y no es dogmático, ni sectario, está abierto a escuchar al otro”, considera una persona de su entorno en la CEOE.
“Leal” en la negociación, algo que se ha consolidado en los niveles inferiores que cargan en realidad con el mayor peso de discutir las normas, la confianza en la mesa de diálogo social se ha configurado como un elemento fundamental de los acuerdos alcanzados. Todos sobreactúan, tienen sus estrategias, pero hay cierta lealtad y respeto. Líneas que se sabe que no se pueden sobrepasar y que permiten que, llegado el momento, cada cual ceda en lo pertinente para encender la fumata de un nuevo pacto.
Sus mayores detractores, como la candidatura alternativa de Guinda impulsada desde Foment, han señalado a Garamendi por no hablar lo suficiente con las patronales y negociar por su cuenta. En la CEOE, sus defensores sacan números, con el aumento de las reuniones y de los comités ejecutivos celebrados para trasladar el paso a paso de las mesas de diálogo social. “Garamendi te llama a las 8 de la mañana de un domingo y a las 12 de la noche si hace falta. Vamos, que algunos bajamos el volumen al teléfono por la noche”, dice entre risas un dirigente patronal próximo al presidente de CEOE.
Un “moderado” en tiempos de polarización
Esa capacidad de acuerdo y de respeto con el diferente ha hecho brillar al diálogo social en comparación con el escenario político. Y con la política cada vez más polarizada y bronca, el líder empresarial mantiene y reconoce públicamente una buena “relación personal” con la vicepresidenta Yolanda Díaz, incluso en los momentos más tensos de las negociaciones, al igual que con los líderes sindicales. Algo que podría ser normal, pero que destaca en contraste con los insultos que truenan en el Parlamento.
Desde los sindicatos han reconocido además en múltiples ocasiones el papel de Antonio Garamendi para contener en la patronal las derivas más extremas que toman fuerza en la derecha, que llegan incluso a cuestionar la legitimidad del propio Gobierno. “En esta casa se ha escuchado que cómo nos vamos a sentar con comunistas”, reconocen miembros de CEOE.
Porque negociar no era la única opción. En la patronal había quienes cuestionaban cualquier posibilidad de sentarse con el Ejecutivo, más con un Ministerio de Trabajo en manos de una comunista (Yolanda Díaz), pero el presidente de la patronal se ha guiado por la legitimidad democrática y el pragmatismo de “defender lo propio” ante el gobierno que “le ha tocado”.
“Ante la crispación que hay, Garamendi ha hecho un trabajo por la moderación que otro responsable empresarial no haría”, dice un dirigente sindical. “No es un radical, ni un crispador”, inciden en los sindicatos, algo que lo aleja de las formaciones más ultra y lo acercan a una derecha de tono más moderado. “Las formas son muy importantes”, decía el propio presidente de la CEOE en una entrevista en TVE este viernes, “y en política a veces las echamos de menos”.
Obstáculos a nuevos acuerdos
Aunque Antonio Garamendi ha hecho gala de sus acuerdos en su segunda victoria en la CEOE, muchas voces temen que el tiempo dorado de los pactos puede haber acabado. Al menos, con el Gobierno. El contexto político marca 2023, protagonizado por las elecciones autonómicas, municipales y estatales. Y ahora al frente del PP está Alberto Núñez Feijóo, con el que Garamendi se extiende en alabanzas.
El líder de la patronal insiste en que negociará como hasta el momento. “Diremos que sí cuando haya que decir que sí y que no cuando haya que decir que no, pero siempre de forma razonada”, ha comentado tras su elección. “¿De verdad alguien cree que la patronal pueda avalar grandes políticas del Gobierno a menos de un año de las elecciones?”, reflexionan en uno de los sindicatos mayoritarios.
Pero, además, hay un segundo obstáculo a sumar nuevos acuerdos sociales: la crisis inflacionista. La pandemia fue una crisis que unió al diálogo social, en la que los interlocutores sociales se dieron la mano para intentar salvar puestos de trabajo y empresas gracias al apoyo de millones de dinero público. Ahora el contexto es “muy difícil”, insiste Garamendi en todas sus interlocuciones. Y “muy diferente”, rematan los sindicatos.
Ahora hay que asumir daños, avanzar en un reparto de la riqueza y los empresarios parten de una posición privilegiada respecto a los trabajadores, que están cargando en sus salarios con el mayor peso de la inflación. “Hay que verlo, pero la patronal no ha estado a la altura de momento”, opina un dirigente sindical ante la negativa de la CEOE a negociar un gran acuerdo salarial. En esta crisis, económica y no sanitaria, se imponen más las ideologías y el empresariado se mantiene en sus postulados tradicionales. “No hablemos de ricos y pobres”, llegó a decir Garamendi.