Hace un año eran un producto de moda, protagonista de la crónica bursátil, que atraía a inversores y famosos de mundos ajenos al sector financiero. Las SPAC eran lo último en Bolsa y decenas de operaciones movieron miles de millones de euros. Ahora, sin embargo, su momento ha cambiado: varios inversores han cancelado salidas al parqué mientras que, los que sí llegaron a cotizar, sufren importantes pérdidas de valor. Las subidas de tipos de interés, la preocupación de los reguladores o un historial decepcionante en el mercado se encuentran detrás del enfriamiento de estas fórmulas de inversión.
Las SPAC, también conocidas como compañías de cheque en blanco, son vehículos de inversión que salen a Bolsa con el objetivo de adquirir otras empresas. Es decir, son firmas que cuando debutan en el mercado no tienen una actividad real. Cuando la adquisición se produce, la sociedad comprada pasa a cotizar en el puesto que ocupaba la SPAC. De este modo, ha sido una vía más rápida —y con menos controles— para comenzar a cotizar para estas compañías.
Se trata de un fenómeno eminentemente estadounidense, aunque en Europa también se ha producido algún movimiento. No en España, donde no ha terminado por germinar hasta la fecha. El año pasado fue un ejercicio especialmente intenso en este campo. Según distintos informes, el número de salidas a Bolsa de SPAC superaron las 600 y movieron más de 140.000 millones de dólares. Las SPAC fueron las grandes dinamizadoras de los debuts bursátiles que se produjeron en EEUU, hasta este año. Aunque la ralentización se llevaba apreciando desde el finales de 2021.
Son muchos los informes de bancos de inversión y casas de análisis que se han publicado sobre este proceso. Para muestra, dos botones. El primero es un documento de Renaissance Capital, una plataforma de asesoramiento e investigación sobre salidas a Bolsa que señalaba recientemente que de las casi 200 empresas que salieron a Bolsa el año pasado tras haberse fusionado con una SPAC, solo el 11% de ellas tienen actualmente un valor superior. De media, estas sociedades se han depreciado un 43%. Este informe señala que las salidas a Bolsa a través de una SPAC han tenido peor resultado que los debuts bursátiles tradicionales.
El otro botón de muestra es un documento de PitchBook, una plataforma de datos sobre operaciones bursátiles de la multinacional Morningstar. Este informe ponía en cifras el freno que están teniendo las SPAC durante el arranque del año. En el primer trimestre han debutado 78 sociedades de este tipo, levantando unos 15.000 millones de dólares. Es el peor trimestre desde que arrancó la pandemia. Además, el documento advierte de que el tamaño medio de estas operaciones ha menguado, pasando de unos 200 millones a cerca de la mitad. A ello se suma que si se compara con la evolución de la cotización del conjunto de la bolsa estadounidense, las compañías que cotizan tras fusionarse con una SPAC tiene un 10% menos de rentabilidad.
Estos informes y otros avanzan algunas de las causas que se encuentran detrás de este freno. Por un lado, el hecho de que el mal historial de las empresas que se han fusionado con SPAC se debe a que en muchos casos fueron operaciones que se hicieron con precios muy elevados. Por otro lado, algunas de las compañías fusionadas, muchas de ellas de reciente creación, no han alcanzado los objetivos que se marcaron. Uno de estos casos ha sido el de Virgin Galactic, la empresa de turismo espacial de Richard Branson, que salió a Bolsa en 2019 a través de una SPAC. Se proyectaron para 2021 unos ingresos de 210 millones, pero obtuvo algo más de 3 millones. O el de AppHarvest, una empresa de tecnología agrícola respaldada por Martha Stewart, preveía 25 millones facturación y obtuvo 9 millones.
Estas situaciones han levantado el escepticismo de los inversores hacia estos vehículos, enfriando la euforia que se vivía hace apenas un año. También de los supervisores. La SEC, organismo estadounidense similar a la CNMV española, anunció hace unas semanas su intención de endurecer las exigencias para estos vehículos de inversión. Este supervisor pretende dotar de “mayor protección” al inversor. Para ello, prevé obligar a aumentar la información sobre los impulsores de estas SPAC, también sobre los posibles conflictos de intereses. Además, estas nuevas normas, que se encuentran en fase de audiencia pública, obligarían a las empresas adquiridas por las SPAC a alinear la información que se aporta sobre su negocio y sus cuentas con la que hacen las empresas que salen a Bolsa por la manera tradicional. Esta era una de las críticas que han recibido estos vehículos de inversión, al permitir la salida a cotizar de empresas con menos exigencias que las que tiene cualquier otra compañía, pudiendo permitir fraudes o riesgos para los inversores.
Pitchbook añade otras causas que han frenado el furor por estos vehículos. Los bajos tipos de interés habían inundado de liquidez a los mercados y habían favorecido estos fenómenos. En la medida en que suben los tipos como respuesta a la inflación, se frena el capital disponible para invertir en las SPAC. Se suma también la incertidumbre que existe por el contexto geopolítico abierto por la invasión de Rusia en Ucrania.
Crecen las retiradas
En este contexto, son ya numerosos los casos de SPAC que tenían todo listo para salir a Bolsa y buscar una adquisición que han decidido retrasar o descartar la operación. Por ejemplo, el multimillonario banquero Ken Moelis, que antaño fue uno de los más influyentes de Wall Street, descartó recientemente la salida a Bolsa de dos SPAC que esperaban sumar más de 1.000 millones. La semana pasada otra entidad, Queen's Gambit Growth, que aspiraba a alcanzar los 300 millones, también reculó y dejó aparcada la idea de cotizar. Por ese mismo valor también iba a cotizar otra firma, respaldada por un fondo de capital riesgo chino, Hony Capital, que también anunció el freno a la operación. Esta misma semana, el que fuera socio de Zuckerberg en el nacimiento de Facebook, Eduardo Saverin, canceló también sus planes para lanzar una SPAC que captara 200 millones. Este goteo continuo de casos se está produciendo desde finales del año pasado.
A grandes rasgos, una SPAC funciona con unos patrocinadores, que son los impulsores y que suelen contar con nombres célebres como deportistas (Tom Brady, Shaquille O'Neal o Naomi Osaka) o músicos (Jay Z). Estos, que se presentan como conocedores de un campo en el que se van a centrar las adquisiciones, captan a inversores que financian esta sociedad, mientras que se aseguran una comisión en forma de participación de la futura compañía. Sin embargo, la normativa permite que quienes han aportado capital puedan salirse si no se comparte la adquisición decidida o la estrategia de la SPAC. Según informó el Financial Times, en el pasado mes de marzo se produjo más de un 80% de reembolsos a los accionistas y el mes anterior se había superado significativamente esos niveles, lo que ha dotado de mayor incertidumbre sobre el futuro de estos vehículos.
El citado informe de Pitchbook asegura que se espera para los próximos meses un aumento de los casos de liquidaciones de SPAC que no llegan a alcanzar ninguna compra en el periodo comprometido y que tienen que acabar devolviendo el capital a los inversores. Una de las razones es que el fuerte crecimiento que ha tenido el número de sociedades de este tipo ha superado con creces las compañías que podrían ser objetivo de compra, lo que ha provocado una distorsión en el mercado. “Esta situación no va a hacer más que acelerar el número de SPAC que no cumplen con su objetivo”, concluye el documento.