El miedo a los riesgos de la banca en la sombra está en boca de muchos políticos y banqueros. Pero las advertencias sobre su peligro recuerdan mucho al cuento de los Tres Cerditos. Todo el mundo parece tener claro que el lobo vendrá, pero lo que ya no está tan claro es que haya alguien poniendo los ladrillos adecuados para que su llegada no cause destrozos. Tras el concepto, 'banca en la sombra' se recoge toda aquella actividad de préstamos que se realiza entre entidades no financieras. Y esta actividad crece, crece y crece.
Ángel Ron, presidente del Banco Popular, es uno de esos banqueros que ha mostrado su preocupación. “El tamaño de la banca en la sombra es preocupante”, dijo en su intervención en una jornadas financieras organizadas por la Asociación de Periodistas de Información Económica (Apie), en Santander. Unos días después, en el mismo foro, José María Roldán, el presidente de la patronal bancaria, AEB, alertó de que “la próxima crisis financiera llegará del shadow banking”. El Financial Times, diario que hace las veces de biblia para los inversores, lleva meses alertando del riesgo de la banca en la sombra en China y hace unos días confirmó que las autoridades europeas y estadounidenses tienen intención de controlar más las actividades financieras en la sombra.
Esto, que en un principio podría entenderse como una ofensiva contra las finanzas ocultas, está por demostrarse. Los peligros de estas finanzas paralelas son que se realizan sin control de supervisores bancarios. Cuando dos entidades no bancarias se prestan, no tienen que provisionar las pérdidas. Se fía sin colchón. Y ahí está el peligro.
Las hipotecas basura crecían en las mismas sombras
Aunque ahora esté de moda hablar de la banca en la sombra, el fenómeno no es nuevo y sus efectos son de sobra conocidos. La burbuja de las hipotecas subprime se cocinó en las trastiendas de los grandes bancos de inversión y agencias de rating. Goldman Sachs, JP Morgan, Lehman Brothers y todo el plantel de bancos de inversión se dedicaron, desde principios del siglo XXI, a idear complicados productos financieros para que las hipotecas de alto riesgo que concedían no mancharan sus balances. Esto quiere decir que detrás de estos productos no había una estructura que respondiera en caso de impago (el colchón que sí han de poner los bancos). Como luego se confirmó, lo que estaban haciendo era contagiar con su basura a todo el planeta.
Tras el estallido de la burbuja, el G-20 se marcó como objetivo evitar que eso volviera a ocurrir. La consecuencia ha sido una tormenta regulatoria para controlar a la banca. Separar banca de inversión de banca comercial, incrementar las provisiones (los colchones) y el capital (colchón de calidad extra) para estar preparados para los momentos de crisis, unión bancaria en Europa, etc.
Es un esfuerzo a todas luces inútil en lo que a control de las tinieblas se refiere, porque nada de esto afecta a los no bancos.
Desde entonces, las operaciones fuera del circuito bancario a la luz se han incrementado desde los 60 billones de dólares de 2007, hasta los 71 billones (52,5 billones de euros) a finales de 2012, según las estimaciones del Consejo de Estabilidad Financiera (Financial Stability Board - FSB), institución creada para vigilar al sector tras la crisis. Sólo en el último año estudiado, 2012, el volumen de actividad fuera del control bancario se incrementó en cinco billones de dólares en todo el mundo. Las alarmas se han disparado sobre todo en China. Allí, la actividad crediticia a espaldas de los bancos regulados ha crecido un 42%.
Seis años después de que estallará la burbuja de las subprime, sólo hay tres países en el mundo en los que la actividad de la banca en la sombra ha caído. España lidera ese ranking con un retroceso de 11%, seguida de Gran Bretaña e Italia. Y, por desgracia, el motivo de ese descenso está más relacionado con el miedo a invertir en el país que con una efectiva convicción de transparencia financiera.
La lucha se da de bruces con varios escollos
El primero, la identificación del enemigo: ¿qué es la banca en la sombra? Responder a esto es más difícil que traducir un jeroglífico. La teoría es fácil. Banca en la sombra es toda aquella actividad de préstamos que se realiza entre entidades no financieras. La gran diferencia entre ambas es el riesgo. “Mientras que los bancos cada vez que dan un préstamo deben provisionar capital para cubrir un posible impago, los préstamos gestionados por la banca en la sombra no cumplen con esas precauciones. Entre otras cosas, porque tampoco hay nadie que se lo exija”, explica el economista Juan Ramón Rallo.
A partir de aquí, es casi imposible que los expertos se pongan de acuerdo. “Identificar como banca en la sombra a un fondo de inversión que está totalmente controlado me parece que no tiene sentido. Como tampoco lo tiene incluir a PayPal o a los préstamos entre personas. Porque el riesgo sistémico de la actividad que realizan es nulo”, argumenta Fernando Mínguez, socio de Cuatrecasas. Este experto nos invita a diferenciar entre el control y el grado de información que tenemos sobre la actividad inversora de un fondo de pensiones y la que se tiene sobre los fondos que la prensa denomina buitres.
“Intenta identificar en qué invierte un fondo del estilo de Cerberus”, comenta. Casi imposible, por lo que es complicado saber que los fondos buitre además de comprar hipotecas basura, también financian a empresas, como ha sido el caso de Elliott Associates con Abengoa, según El confidencial.com. Esta es una de las prácticas de lo que se conoce como direct lending, método por el que compañías de seguros, fondos de pensiones y fondos de capital riesgo y, como vemos, también fondos buitre, están convirtiéndose en fuente de crédito para las empresas sin las suficientes garantías para ello. Preocupa especialmente en China. Allí, incluso empresas industriales sobradas de efectivo están actuando como banco para otras compañías a las que, por su débil situación financiera, ningún banco regulado concede crédito.
“¿Y por qué no consideramos también banca en la sombra al banco malo? Ha servido para que los bancos saquen de balance sus créditos impagados”, apunta el economista José Carlos Díez. Los ejemplos se multiplican.
Lo cierto es que el criterio de FSB es muy amplio. El organismo identifica varios de entidades distintas que facilitan algún tipo de financiación sin las garantías adecuadas. A pesar de que la gran mayoría de ellas están bajo supervisión de la autoridades financieras. El grupo tipo que más peso tiene es el que engloba a fondos de inversión de todo tipo (capital privado, deuda, cotizados o ETF). Le siguen las empresas de intermediación de crédito, las gestoras de bolsa, los vehículos estructurados, vehículos financieros estructurados, instituciones ad hoc creadas en Holanda y EEUU. compañías financieras, hedge funds.
El segundo de los escollos es la contradicción regulatoria. Por ejemplo. El FSB identifica a las sociedades de inversión inmobiliaria (Reits, en terminología internacional, Socimis, en España) como productos de alto riesgo. Aun así la creación de Reits se ha disparado en EEUU y las Socimi en España están en plena ebullición. Han sido las sociedades que reinauguraron las salidas a bolsa en Madrid, y los expertos calculan que cuando termine el año habrá, al menos, un par de centenares de ellas en funcionamiento. Por supuesto con el aplauso y complacencia de los principales reguladores financieros. Algo parecido ocurre con otros activos financieros, como los fondos de inversión cotizados que responden a siglas como ETF o los CFDS. Mucho riesgo y poca advertencia.
Tercer escollo, los paraísos fiscales. En realidad la existencia de zonas en el mundo donde la opacidad financiera es total es casi el origen del problema. El FSB reconoce su incapacidad para identificar la actividad de la mayoría de los hedge funds (fondos de alto riesgo) debido a que están radicados y escondidos en paraísos fiscales. Añadimos un dato para la inquietud. Según los datos manejados por la consultora Pregin, desde que estalló la crisis se han creado 232 nuevos hedge funds, muchos de ellos especializados en prestar a empresas de alto riesgo.
El poder del lobby financiero. Detrás de toda esta maraña de contradicciones están los lobbies. Los grupos de presión están haciendo una intensa labor para evitar la prohibición total de estas prácticas de riesgo. De cara a la galería aceptan que los bancos sean sometidos a una intensísima regulación, para que los ciudadanos crean que se ha cambiado algo, como ya contamos en el diario.es. Por otro, sacan a los mejores recursos humanos de esos bancos regulados y les ponen a hacer la versión moderna de las hipotecas subprime en las denominadas boutiques financieras (bancos privados, hedge funds, etc.).
Al final, todo queda igual.