¿Cobrarán los bancos por guardar el dinero de los clientes? El debate está abierto en el sector y ha tomado forma durante los últimos meses, al tiempo que la pandemia ha constatado que los tipos de interés negativos se mantendrán mucho más tiempo del inicialmente pensado. Esta pregunta ha sobrevolado por todas las presentaciones de resultados de las grandes entidades del país, que durante los últimos días han comparecido ante la prensa. El debate se recrudece en un contexto en el que los seis principales grupos (BBVA, Santander, CaixaBank, Bankia, Bankinter y Sabadell) han acelerado en el último año la captación de los depósitos de clientes, sumando en los últimos 12 meses más de 73.000 millones de euros, un 7,5% más de lo que tenían al arranque de 2020.
Este importante incremento tiene una justificación muy vinculada a un periodo de crisis. La incertidumbre económica y las restricciones en el comercio han hecho que los hogares hayan optado por el ahorro frente al consumo, reduciendo la petición de créditos y guardando el dinero para cuando se abra una mayor certidumbre sobre la economía. A ello se suma que las empresas estén reservando liquidez para hacer frente a la complicada situación que viven. Así lo evidencia, por poner un ejemplo, el informe financiero de Bankia: “los depósitos aceleraron su senda creciente impulsados por el aumento del ahorro de los hogares hasta máximos históricos y la acumulación de liquidez de las empresas”.
Estos grupos bancarios han superado durante el año pasado el billón de euros en depósitos de la clientela en España —sin contabilizar la actividad de Santander, BBVA o Sabadell fuera de España—. Santander se mantiene como el primer banco por depósitos de España, con 251.000 millones. Le sigue CaixaBank, de cerca, con 245.000 millones. Sin embargo, una vez incorpore a Bankia, el nuevo banco tendrá en su balance 373.000 millones de euros en depósitos de clientes, lejos de cualquier otro competidor. Respecto a la evolución en el año de la pandemia, es el BBVA el que más ha incrementado los depósitos en su balance, con un 13% más que un año antes. Le siguen Bankinter(con un 12,7% más) y CaixaBank, con un aumento de casi el 11% durante el año 2020. El resto de entidades han tenido una evolución al alza, pero más moderada.
Es precisamente BBVA el banco que está protagonizando este debate sobre si cobrará o no por los depósitos de la clientela. Hasta el momento ha habido cierto consenso en el sector en que los depósitos de grandes corporaciones o de instituciones si se están cobrando, como ya hacen la mayoría de las entidades. El primer grupo en dar un paso más allá y cobrar también a los particulares es BBVA, quien hace unas semanas anunció que cobraría a aquellos depósitos de más de 200.000 euros y que no tuvieran más vinculación con el banco.
Si bien, el propio banco matizó hace unos días su postura. “No ha cambiado nuestra política, cualquier cliente fidelizado con BBVA no paga comisiones, pero hay un pequeñísimo segmento de clientes que no están vinculados que se pueden ver afectados”, apuntó Carlos Torres, presidente del grupo en la presentación de resultados del banco la pasada semana. La propia entidad estima que afecta al 0,2% de sus clientes.
Fuera de los principales bancos españoles, ING también anunció hace semanas que comenzaría a cobrar a ciertos depósitos. En concreto, el banco holandés se refería a aquellos clientes que tuvieran más de 30.000 euros en una 'cuenta naranja' y no tuvieran domiciliada la nómina en el banco. Estos clientes serán cobrados con 10 euros al mes hasta que cumplieran con los requisitos.
Únicamente Banco Sabadell, de entre los grandes bancos, ha abierto la puerta a que se pueda llegar a cobrar por los depósitos de los clientes. “De momento no, pero no se puede dar la puerta por cerrada con la evolución que tienen los tipos de interés”, aseguró Jaime Guardiola, consejero delegado del banco catalán, que será relevado en las próximas semanas. Las demás entidades, como CaixaBank, Bankinter o BBVA, han descartado de forma más tajante esta posibilidad. “No cobramos a las personas físicas ni tenemos intención”, aseguró María Dolores Dancausa, consejera delegada de Bankinter.
El tema sigue abierto porque en un sector con graves problemas de rentabilidad es una pieza fundamental para los bancos hacer rentable un volumen tan elevado como son los depósitos de la clientela que guarda dentro de sus balances. Salvo ciertas campañas comerciales de algunas entidades concretas, el desplome de los tipos de interés, prolongado por un tiempo indefinido por el Banco Central Europeo, ha supuesto la puntilla para aquellas cuentas que bonificaban a los clientes por sus ahorros. Ahora, esas bonificaciones han desaparecido o bien se sitúan en una rentabilidad realmente baja. Los bajos intereses en los mercados financieros han provocado que los bancos hayan tenido que ajustar al máximo estas remuneraciones, que antaño eran usadas para atraer a clientes.
La alternativa a estas comisiones
En cuanto a la imagen de una entidad, una cosa es bonificar cada vez menos por un depósito y otra, mucho más complicada, dar el paso a cobrar por este ahorro del cliente. Pese a ello, para un banco un cliente con depósito pero sin más productos contratados es el menos atractivo, en lo que al interés de negocio se refiere, además de que actualmente está penalizado por el BCE el exceso de liquidez en las cuenta de un banco, para motivar que el dinero siga fluyendo en la economía. La alternativa a cobrar por los depósitos que se está abriendo paso en el sector financiero español son las comisiones de mantenimiento en las cuentas corrientes. Para evitarlas, el banco exige una mayor vinculación. Es decir, o se tienen varios productos contratados o se paga por tener el más sencillo de ellos, la cuenta corriente.
La estrategia de la banca pasa por incentivar en la medida de lo posible que un cliente utilice su entidad más allá de las cuentas para ingresar la nómina y tener una tarjeta de débito. Es en este campo donde se encuadran movimientos de calado en el sector financiero, como la transformación en Banco Santander de la famosa 'cuenta 1,2,3' por la 'cuenta ONE'. Este ejemplo se repite en el resto de entidades. Consiste en impulsar a que el cliente tenga contratados más de un producto con el banco para evitar las comisiones. “En 2020 establecimos un sistema que comunicamos a los clientes para aumentar la vinculación con el banco y reducir los saldos líquidos en el balance”, explicaba en este sentido el consejero delegado del BBVA, Onur Genç, hace unos días. “Lo hemos hecho así para incentivar a los clientes a trabajar más con nosotros”, remarcaba. Algo similar figura en las cuentas anuales de Banco Santander: “la estrategia sigue enfocada en la mayor vinculación de clientes y el crecimiento en servicios y productos de mayor valor añadido”.
Es por eso que, pese a que algunos bancos no hablan abiertamente de cobrar por los depósitos de los clientes, sí penalizan a aquellos que no tienen varios productos contratados. Es en este apartado donde ganan cada vez mayor protagonismo negocios como el de los fondos de inversión o los planes privados de pensiones. Estos productos de ahorro, alternativos a los depósitos, obtienen unos ingresos mucho más rentables para el banco a través de las comisiones de gestión. De hecho, aunque en el año 2020 se observa una caída en los ingresos por comisiones debido al impacto de la caída de actividades como el comercio y el uso de las tarjetas para hacer compras, los bancos confían en incrementar su facturación por esta vía en el futuro. La otra gran vía de ingresos, el margen de intereses (diferencia entre lo que se paga y lo que se recibe), seguirá durante unos años lastrada por los tipos negativos.
Para aquellos clientes con menos vinculación —sin hipoteca, ni plan de pensiones, ni seguro, ni fondo de inversión—, las comisiones por tener una cuenta tienden a ser cada vez mayores, salvo que se opte por las alternativas de banca digital que tienen estas entidades. Es ahí donde se mantienen las cuentas cero comisiones, siempre y cuando las gestiones se hagan siempre a través de las plataformas a distancia, penalizando las operaciones en las oficinas físicas. De este modo, y en pleno recorte de las redes de los bancos, las sucursales bancarias tienen a convertirse, únicamente, en lugares para las operaciones de mayor valor añadido.