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El BCE protege a los bancos en su lucha contra la inflación y les ofrece rentabilidad por tener el dinero aparcado

Ana Patricia Botín, presidenta del Banco Santander.

Daniel Yebra

10 de septiembre de 2022 23:15 h

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El Banco Santander acumuló una subida en bolsa de casi el 9% solo entre las 15.30 horas del jueves y el cierre de su cotización del viernes. Exactamente, desde que se supo la última decisión del Banco Central Europeo (BCE). En este mismo periodo, las acciones de BBVA ascendieron un 7,3%. Y Caixabank aumentó su valor en bolsa en un 6%. Esta 'alegría', extendida a todo el sector financiero de la eurozona, suena paradójica en un contexto en que la Comisión Europea admite el riesgo de una contracción de la actividad económica, y en el que existe la amenaza de un corte del flujo de gas ruso por la guerra en Ucrania que agravaría la recesión.

Para entender el optimismo que reflejaron los bancos en bolsa desde el jueves hay que atender a la decisión del BCE de proteger al sector en su lucha contra la inflación, favoreciendo que mejoren los márgenes de su negocio y ofreciéndoles rentabilidad por tener el dinero aparcado. Es decir, aumenta su capacidad de convertir en beneficios los ingresos.



En parte, porque la institución que dirige la política monetaria de la eurozona permite a los bancos tener ganancias sin 'mover' el “exceso de liquidez” (sin prestar o invertir ese dinero que no necesita en el corto plazo) —y eso que buena parte la han obtenido durante meses y la seguirán obteniendo a un coste extraordinario, con líneas de crédito del propio BCE concebidas como respuesta al shock de la COVID, cuando se temía falta de liquidez—.

El organismo monetario endurece las condiciones de financiación de hipotecados, empresas y de los Estados para dejar de alimentar las subidas de precios, de lo que también se benefician directamente las mismas entidades financieras, al elevarse el interés al que prestan el dinero (su margen de intermediación) aunque esto incida en el riesgo de recesión (menor consumo, menor capacidad de inversión...). “Es una estrategia de aparentar lo máximo y apretar lo mínimo”, resume el investigador Víctor Gómez Blanco.

“El anuncio más importante del BCE [de este jueves] no fue la subida del 0,75% de los tipos de referencia, fue el guiño furtivo al exceso de liquidez europeo y al sector bancario”, coincide el economista Alfonso Peccatiello.

Los distintos tipos de interés del BCE

La presidenta del BCE, Christine Lagarde, anunció este jueves ese aumento de los tipos de interés de referencia del 0,75%, el mayor de la historia de la eurozona, hasta el 1,25%. Otra subida tras la primera en julio del 0,5%, desde el 0% en el que se habían mantenido los tipos durante años para favorecer la salida de la Gran Crisis Financiera de 2008, primero, y para superar la pandemia, después. Y adelantó que los seguirá elevando en los próximos meses.

La institución elevó de la misma forma otras tasas de referencia, como la denominada “facilidad de depósito”, que se queda en el 0,75%, que es el interés al que los bancos pueden aparcar el dinero en los bancos centrales de cada país, como es el caso del Banco de España, incluso aunque hayan obtenido ese dinero a un coste inferior en programas desplegados por el BCE para garantizar la liquidez, que de momento se mantienen.

Los bancos cuentan así con un 'colchón' remunerado —con este operación “ganarán en promedio hasta un 1,5%”, incide Alfonso Peccatiello—. Y, al mismo tiempo, vienen subiendo y seguirán subiendo los tipos de interés a los que conceden las hipotecas, las renuevan o a los que financian la actividad de las empresas.

Es la estrategia adoptada por el BCE, y se basa en enfriar la economía con este encarecimiento de los préstamos, que, además del “guiño” a la banca, enfrenta otras contradicciones.

Así, por otra parte, las subidas de tipos se suman a la finalización en junio de los programas de compra de deuda con los que ha creado dinero para garantizar la demanda en los mercados financieros durante años, y potenciar precisamente el crecimiento y la recuperación económica.

Sobre todo de los Estados con más desequilibrios fiscales, como España o Italia. Pero, precisamente con el objetivo no asfixiar a estos países más sobreendeudados, el BCE sigue apoyándolos, con distintas herramientas. En definitiva, sin reducir esta montaña de dinero que ha creado en la última década.

Críticas a la estrategia del BCE

No solo son contradicciones. La estrategia del BCE también encuentra numerosas críticas. La primera es que el origen de esta crisis de inflación está en la energía. La segunda es que esta misma crisis de precios del petróleo, del gas natural y de otras materias primas se exacerbó por la invasión rusa de Ucrania.

Ni el crudo, ni el gas van a responder a un endurecimiento de las condiciones de financiación. En última instancia, reaccionarán al hundimiento de la demanda, si la recesión profundiza, pero ni siquiera eso evitará la amenaza de cortes del flujo de gas desde Rusia o del recorte de producción de las dictaduras que producen la mayor parte del petróleo. Mucho menos afectará una subida de tipos a la guerra, una cuestión humanitaria y geopolítica.

Por último, “la decisión llega mientras los indicadores muestran riesgos crecientes de recesión, y mientras las personas ven cómo sus ingresos reales se reducen drásticamente”, recuerdan desde Positive Money Europe. Este mismo viernes, la OCDE adelantó que los salarios en Grecia y España serán los que pierdan más poder adquisitivo este año dentro de la eurozona. Hasta un 4,5% en nuestro país.



Efectivamente, la propia crisis energética y la incertidumbre por la guerra ya han enfriado la economía de la eurozona, por lo que “la decisión del BCE es injustificada, injusta y corre el riesgo de ralentizar la transición verde, y es poco probable que reduzca los precios”, continúa el equipo de economistas de esta organización sin ánimo de lucro con sede en Bruselas. “Nuevamente, afectará desproporcionadamente a los hogares de bajos ingresos que ya tienen que pagar facturas más altas”, finalizan.

Depreciación del euro

Sí que existe cierto consenso en que la mejor razón (o la única) para subir los tipos de interés oficiales es el hundimiento del euro en su cruce con el dólar, a lo que este jueves se refirió la propia Lagarde.

Lo es porque la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos ha sido efectivamente más agresiva que el BCE en los últimos meses, convirtiendo al dólar en una aspiradora de dinero en los mercados internacionales. Esta política ha provocado que se eleve mucho la rentabilidad que ofrece la deuda denominada en el billete verde, como consecuencia de las subidas de los tipos de interés al otro lado del Atlántico, donde ya están en el 2,25%.

La debilidad de la moneda común, que se deprecia un 20% frente al dólar desde los primeros días de 2021, se traduce en un abaratamiento de las exportaciones [lo que se vende fuera], pero también en un mayor encarecimiento de las importaciones. Y las facturas más importantes que pagan los estados de la eurozona en dólares son de materias primas energéticas, ya de por sí disparadas.

“La mejor manera de ver cuánto han cambiado las cosas es a través de la balanza comercial de la eurozona, que, después de años de superávit [se vendía más de lo que se compraba fuera], ahora tiene un profundo déficit”, apunta Robin Brooks, economista jefe de IIF.

¿Riesgo de recesión?

De un ciclo agresivo de subidas de los tipos de interés por parte del BCE también puede entenderse que existe confianza en la fortaleza de las economías de la eurozona, incluso en que una crisis de deuda y de subidas de las primas de riesgo como la de 2010 y 2012 queda remota gracias al punto de partida totalmente diferente por las extraordinarias condiciones de financiación de los últimos años.

“España se mantiene en una senda de crecimiento pese a la crisis energética, al endurecimiento de la política monetaria y a la incertidumbre por la invasión rusa de Ucrania”, argumentó, en esta línea, Nadia Calviño, vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicas, quien incidió, este miércoles en el Congreso, en la carga de la deuda pública [lo que el Estado gasta cada en año en la factura de intereses] sigue reduciéndose aunque suban los tipos de interés.

Esta carga financiera o factura de intereses de la deuda pública se mantiene cerca del 2% respecto al PIB, lejos del 3,5% de 2013, y es alrededor del 5% de los ingresos públicos, muy por debajo del 9% que superó en aquellos años de la crisis del euro, justo tras el rescate a la banca.

Calviño insiste en que España presenta claras diferencias respecto a otros ciclos económicos, frente a otras crisis. Y una de estas diferencias es precisamente la “sostenibilidad de las finanzas públicas”, en el sentido en que pagar la deuda requiere menos esfuerzo en esta ocasión, tras años de políticas monetarias expansivas (y extraordinarias) que ha sabido aprovechar el Tesoro Público.

Esta “sostenibilidad” también se refleja en el objetivo de reducir el endeudamiento público por debajo del 110% del PIB, tras dispararse en 2020 por encima del 120% por “el coste que supuso la respuesta a la pandemia”, y las medidas que está exigiendo la crisis energética y de inflación. Calviño también se aferró al objetivo de rebajar el desequilibrio presupuestario, el déficit (lo que se gasta respecto a lo que se ingresa), del 5% en 2022 y del 3,9% en 2023.

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