Bruselas quiere liberalizar el producto financiero que magnificó la crisis de la deuda

  • El CDS -Credit Default Swap- es un seguro de impago que se compra y se vende sin que el 99% de los que especulan con el producto tenga realmente la deuda contra la que se protege

La Comisión Europea reabrió recientemente la caja de los truenos de un producto que se hizo famoso al estallar la crisis del euro (o de la deuda soberana): los Credit Default Swaps (CDS), es decir, los seguros contra el riesgo de impago asociados, en este caso, a la deuda pública de los llamados países periféricos (del sur del euro). La autoridad responsable de velar por la Competencia en la Europa comunitaria ha acusado a 13 bancos de impedir la entrada de nuevos actores en este lucrativo negocio de derivados financieros.

Presuntamente, los bancos se coordinaron para evitar que la Deutsche Bourse –gestora de la Bolsa de Fráncfort- y el Chicago Mercantile Exchange consiguieran licencias para participar en el mercado de CDS 2006 y 2009, los últimos años del boom crediticio y del inicio de la crisis financiera. Las entidades implicadas son Bank of America, Merrill Lynch, Barclays, JP Morgan, Bear Stearns -propiedad ahora de JP Morgan-, BNP Paribas, Citigroup, Credit Suisse, Deutsche Bank, Goldman Sachs, HSBC, Morgan Stanley, Royal Bank of Scotland y UBS, junto a dos organismos controlados por estos mismos bancos bancos: la Asociación Internacional de Permutas y Derivados (ISDA, según sus siglas en inglés) y Markit, el proveedor de datos de este mercado.

Esta decisión de las autoridades antimonopolio comunitarias reabre el debate sobre el papel de los CDS en el mundo financiero y, por extensión, a la economía real y la crisis que estalló en 2008 pero se recrudeció en 2010 por el ataque especulativo a la deuda soberana. La ISDA (la asociación patronal) no puede ser más contundente en su página web: “Está claro que los CDS no causaron la crisis financiera. De hecho, estos contratos generalmente mejoran la habilidad de las firmas a gestionar sus riesgos. Además, ayudan a distribuir los riesgos de una forma más amplia a lo largo y ancho del sistema y, por lo tanto, a prevenir grandes concentraciones de riesgo”. Es más, justifica que este producto no cotice en mercados organizados –tal y como pide Bruselas- porque “los participantes se verían obligados a abandonar el ”traje a medida“ que supone negociar un producto entre dos partes y que permite, por tanto, una gestión del riesgo por las compañías, las instituciones financieras y los gobiernos”.

Pero no todo el mercado está de acuerdo con esta opinión de la ISDA sobre el producto que esta organización supervisa desde su creación en1985. Jesús Palau, profesor del departamento de Control y Dirección Financiera de Esade, se muestra muy seguro de que los CDS han sido uno de los principales responsables de la crisis financiera de hace cinco años y de la actual crisis de la deuda soberana. “Si la incertidumbre aumenta en el mercado, los inversores compran CDS, lo que provoca un aumento de la rentabilidad de su bono subyacente y, por lo tanto, una caída de los precios”, explica Palau, que cuantifica la actividad de los especuladores puros en un 99% del total de la negociación, mientras que “sólo un 1% de los que compran estos seguros contra impago soberano posee el bono en cuestión”. Además cifra en 10 billones de dólares el nocional –valor de los contratos- total de este negocio, una cifra 10 veces superior al PIB español y muy próxima al PIB de EE UU –unos 14 billones de dólares-.

Manipulación

José Carlos Díez, profesor de Icade Business School y autor del libro Hay Vida Después de la Crisis, desvela que el CDS ha sido un instrumento muy influyente en la evolución de los mercados de deuda y que, al estar controlado por esos 13 bancos es altamente manipulable, puesto que con muy poco dinero se producen fuertes oscilaciones de precios. “Conozco a inversores que han querido entrar en este negocio y no les han dejado. Elijen a quién entra en el club”. Sin olvidar la fuerte influencia política que poseen todas estas entidades. Díez recuerda que financian a los dos grandes partidos políticos estadounidenses y que, por ejemplo, si la canciller alemana Angela Merkel quiere detalles sobre la crisis de la deuda soberana, llama a los responsables de Deutsche Bank para informarse. No en vano, es el mayor banco del país.

A Díez le parece bien que Bruselas investigue, pero tampoco le ve mucho sentido a que se abra el mercado de CDS. “Me parece un producto absurdo porque si quiebra un país quiebra también la aseguradora. Por lo tanto, que esté abierto a cualquier inversor no deja de ser un producto sin sentido”, explica. Este experto, al igual que Palau, cree que el conflicto legal se saldará con la imposición de una cuantiosa multa a las entidades, una cantidad que, en cualquier caso, será infinitamente inferior a los beneficios que consiguen con el control de este mercado.

Juan Ramón Caridad, director del máster de finanzas en Inversiones Alternativas (FIA), cree que un CDS es un buen indicador de lo que un banco puede pagar por asumir un riesgo en un determinado activo. Pero, en este punto, aclara que las interpretaciones que puedan hacer terceros, en referencia a los demás actores del mercado, es un asunto ajeno al propio producto financiero “Un CDS es como un termómetro, que te dice la fiebre que tienes, pero no está muy claro que, si ves ese termómetro, el propio miedo te genere más fiebre aún”, dice Caridad. Este economista también admite que la compraventa de CDS tiene un componente especulativo, porque muy pocos inversores poseen el bono sobre el que se emite el seguro de impago. Pero al mismo tiempo, Caridad justifica esta actividad compradora de CDS como fórmula para cubrir la cartera de otro tipo de riesgos.

¿Qué es un CDS?

Si algo nos va a dejar la crisis financiera que arranca en 2008 es una maraña de siglas referidas a productos financieros difíciles de entender. Los CDS son uno de ellos. En concreto, CDS son las iniciales en inglés de un Credit Default Swap y que en castellano viene a ser un seguro que cubre el riesgo de impago, similar al seguro contra incendios de una vivienda, por el que el titular paga a una aseguradora que, en caso de que la casa quede arrasada por las llamas, abona a su propietario la indemnización pactada.

En el caso de los CDS, ese fuego sería cualquier entidad, empresa o, incluso, un estado soberano. Estos contratos se compran y venden en mercados OTC, es decir, entre dos partes privadas sin la intervención de un mercado regulado como es, por ejemplo, la Bolsa de Madrid. Supongamos que un inversor que tiene deuda soberana española está preocupado por la posibilidad de que nuestro país incurra en default, es decir, que no pague lo que debe. Debido a este temor, acude a Goldman Sachs –uno de los bancos emisores de CDS y acusado por Bruselas- para que le venda un seguro contra este riesgo, un CDS, por una determinada cantidad.

Pasado un tiempo, y superada la incertidumbre inicial, ese inversor decide venderlo. Para ello, acude a un mercado secundario privado, controlado por los mismos bancos que diseñan y venden los CDS, cuya supervisión es llevada a cabo por la ISDA y cuyos datos de precios son proporcionados por Makrit, también dirigido por las mismas entidades. Si el inversor vende su CDS por un precio superior al que lo compró, gana la diferencia. Si lo vende por menos, pierde dinero, como en cualquier transacción.

Los CDS cotizan en este mercado a través de puntos básicos. Cada uno de ellos protege del impago de 10 millones de euros de títulos de deuda a un plazo de cinco años por 1.000 euros anuales. Teniendo en cuenta que en la actualidad el CDS español cotiza a 275 puntos básicos, un inversor que quisiera incluirlo en su cartera debería pagar 275.000 euros por tenerlo. Si, después, lo vendiera a 276 puntos básicos, ganaría 1.000 euros.