Miles de campesinos procedentes de diversos puntos de Paraguay se manifestaron hoy en Asunción contra el uso de productos químicos tóxicos en el campo, la represión de los líderes campesinos y la falta de tierras de cultivo, que afecta a unos 300.000 pequeños productores agrícolas en todo el país.
Los manifestantes, que partieron el miércoles desde diferentes departamentos del centro, sur y norte del país, desfilaron por el centro de Asunción hasta llegar a la Plaza de Armas, junto al Congreso, en la 23 edición de la Marcha anual del Campesinado Pobre.
Portaban banderas paraguayas y las ya tradicionales “foisas”, los machetes con las que se trabaja en el campo, acompañadas por cánticos en favor de la redistribución de tierras: “Reforma agraria, ¡urgente y necesaria!”.
“Paraguay necesita la distribución de la tierra para avanzar hacia el desarrollo y necesita potenciar la producción agrícola de pequeños y medianos productores”, declaró a Efe Marcial Gómez, dirigente de la Federación Nacional Campesina (FNC).
La ONG Oxfam asegura que Paraguay es uno de los países con mayor concentración de tierras del mundo, donde menos del 3 % de la población es dueña de cerca del 85 % de la tierra.
Los campesinos también apelaron a la ocupación de tierras, un método por el que la FNC calcula que han sido devueltas a los agricultores más de 270.000 hectáreas de tierra en los últimos 20 años.
Señalaron que algunas de las extensiones ocupadas son tierras mal habidas, fincas apropiadas irregularmente durante la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989) por personas cercanas al poder, mientras que otras pertenecen a particulares o entidades que no les dan uso.
Pese a ello, en muchos de los casos de ocupación de tierras hay pendientes órdenes de desalojo, como en el asentamiento Crescencio González, en el norteño departamento de San Pedro, donde los campesinos llevan 16 años exigiendo la devolución, dijo a Efe el labriego Emiliano González.
Según González, la orden de desalojo es parte de “una estrategia del Gobierno para expulsar a los campesinos a la ciudad, donde forman cordones de miseria”.
González señaló que en la zona norte del país existe una represión contra las organizaciones campesinas por parte de las fuerzas de seguridad desplegadas en esas zonas para combatir a la guerrilla.
Según la Coordinadora de Derechos Humanos de Paraguay, desde 1989, año de la caída de Stroessner, fueron asesinados o desaparecidos 117 líderes campesinos, crímenes que no han sido esclarecidos.
Al igual que la mayoría de los manifestantes, González denunció que los productores de soja, planta de la que Paraguay es el cuarto exportador mundial, contaminan las explotaciones agrícolas con productos químicos, conocidos como agrotóxicos.
Inés Franceschelli, portavoz de la plataforma Ñamoseke Monsanto, que engloba a varias organizaciones contrarias al uso de químicos y transgénicos, declaró a Efe que “las primeras víctimas del monocultivo con transgénicos que desforesta y contamina con agrotóxicos son los campesinos de las comunidades colindantes”.
La experta denunció la “impunidad” con la que operan las empresas multinacionales productoras de soja o maíz transgénicos, que no respetan normativas legales para fumigar con productos tóxicos que causan daños a personas, animales y cultivos, e incluso les llevan a la muerte.
El 92 % de la superficie cultivable de Paraguay se destina a cultivos para la exportación, como maíz, soja o trigo, mientras que solo un 8 % se dedica a plantar alimentos para el consumo interno, según la organización Base IS.
La expansión de estas grandes plantaciones de transgénicos y la falta de tierras para agricultura familiar ha llevado a cerca de un millón de personas a abandonar el campo paraguayo en la última década, según cálculos de la FNC.
La pobreza afecta a 870.000 pobladores rurales de Paraguay, del total de un millón y medio de paraguayos pobres, que representan un 22,6 % de la población del país, según los últimos datos oficiales.