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ANÁLISIS

El caótico efecto Trump: euforia bursátil pese a las confusas consecuencias económicas en EEUU, la UE y China

Donald Trump, durante un mitin de la campaña electoral a la presidencia de EEUU.

Ignacio J. Domingo

9 de noviembre de 2024 22:48 h

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El S&P 500 y el Nasdaq 100 aumentaron un 2% su capitalización en la primera hora del triunfo electoral de Donald Trump. El Dow Jones Industrial lo hizo en un 3,1%. Mientras el Stoxx Europe 600 retrocedía un 0,6%, las bolsas chinas descendían en la misma proporción que las ganancias americanas -con caídas del 4% en los primeros compases de sus índices tecnológicos- y el yuan se unía al reajuste que el dólar asestaba al euro, la libra, el yen o el peso mexicano, entre otras.

Por su parte, las carteras de criptomonedas, activos del agrado del próximo inquilino de la Casa Blanca, a los que ha prometido desregularizar en vez de seguir la pauta normativa que piden los bancos centrales, desplegaron un desatado júbilo. El bitcoin escaló de inmediato un 7,4%, hasta los 74.248 dólares por unidad, y el ether, un 9,8%, hasta los 2.652 dólares.

En paralelo, la rentabilidad del bono del Tesoro a 10 años, que revela la confianza inversora a largo plazo en el primer PIB del planeta, avanzaba 18 puntos básicos, hasta marcar un 4,4% que contrastaba con la bajada de tres puntos del bund alemán, emblema de estabilidad europea, hasta el 2,40%, horas antes de que el canciller Olaf Scholz cesara por desavenencias irreconciliables a su ministro de Hacienda, el liberal Christian Lindner. Y el valor de Tesla -la factoría de vehículos automatizados de Elon Musk, gurú económico del líder republicano-, aumentaba un 15% tras el elogio de Trump al jefe de SpaceX y de la antigua Twitter.

“Tiene carácter. Es un tipo especial. Un súper genio […] y nosotros debemos proteger a los genios porque carecemos de sus habilidades”, aseguró nada más certificar su triunfo en las urnas para corroborar que la persona más rica del planeta será la encargada de utilizar la tijera para reducir, aún más, el estado del bienestar estadounidense; con especial pasión por los recortes a las subvenciones del Bidenomics, la política económica de su antecesor. X, la plataforma que da ahora nombre a Twitter, ofreció registros récords de utilización entre los usuarios de plataforma social.

Entonces, los mercados, ¿son de derechas? Parece que está en su ADN; aunque luego se adapten a ciclos electorales de distintos signos políticos. Así se deduce de la impresión de Mohamed El-Erian, presidente del Queens' College de Cambridge: “Trump ha conseguido un aval electoral y legislativo [con el dominio sobre las dos cámaras] lo suficientemente amplio como para aplicar emergencia al cambio productivo estructural que pretende instaurar”. A pesar de que el cuadro de mando se obceque en certificar que el PIB de EEUU sigue emitiendo resiliencia a la recesión, pleno empleo, inflación controlada y salarios al alza. Que el barril de crudo permanezca estable a la espera de que la Casa Blanca restaure su apoyo a la Vieja Economía fósil es otro vestigio de que el lobby petrolífero vuelve a Washington.

Lo que funciona bien, ¿no se toca?

El sucesor de Biden comprobó en horas la preferencia inversora por los gobiernos conservadores al obtener una tregua con la que justificar sin alarmas ni urgencias su golpe de timón para lapidar “toda ayuda” del Bidemonics. Incluso con la Fed bajando tipos. Siguiendo consignas de Heritage Foundation, think tank ultraconservador que ha dotado de proteccionismo comercial y rebajas impositivas los programas republicanos desde Ronald Reagan, y su Proyecto 2025 de “medidas radioactivas” expresas para Trump. Como si la reconversión industrial en ciernes para proteger la demanda de suministros y materias primas o fabricar chips made in US no precisara recursos federales, como cualquier revolución productiva precedente.

El negacionismo climático y la doctrina de que el capital privado, como el único habilitado para crear y beneficiarse de los ciclos de negocios, se volverán a instalar cómodamente en la Casa Blanca.

“Una de las razones por las que los mercados generan riqueza y reparten rentabilidad es gracias a mí”. Palabra de Trump al final de su primer mandato días antes de instigar el asalto al Capitolio. Aunque la oscilación inicial de las bolsas tras una contienda presidencial en EEUU impida ver la tozuda realidad. Natixis rememora que, desde 1976, el beneficio de Wall Street bajo mandatos demócratas fue del 14,3% frente al 10,8% de presidencias del Grand Old Party (GOP).

A falta de conocer el cierre de 2024 para sellar la evolución de la legislatura Biden, que cederá las llaves del Despacho Oval en enero, el tridente Carter-Clinton-Obama generó alzas bursátiles del 14,9%, lejos del 4,9% combinado de las administraciones de Reagan-Bush -padre e hijo-, y Trump. En 2023 el S&P 500 subió un 21,9% y este año registra varios récords de capitalización.

¿Buen momento (económico) para presidir EEUU?

El Bidenomics y sus subsidios han actuado de combustible keynesiano para propulsar la actividad en un ciclo de negocios de constantes amenazas geopolíticas, disrupciones en las cadenas de valor, colapsos comerciales y logísticos y una carrera competitiva por el cetro tecnológico llena de tensiones monetarias, económicas, laborales y financieras.

Biden las puso en liza, por exigencia de la Gran Pandemia, en hogares y empresas y, cuando el estímulo fiscal tocó a su fin, las trasladó a la industria y energías renovables. Aun así, el PIB selló una recesión técnica, mínima, con una contracción del 2% y otra del 0,6% en el primer y segundo trimestre de 2022, coincidiendo con la invasión rusa de Ucrania. Aunque con cuatro trimestres por encima del 5,2% y, por ende, de su potencial de crecimiento.

De media, el mandato de Biden impulsó un 2,8% la economía, cuatro décimas más que el periplo de Trump y sus profundas rebajas fiscales, e igual ritmo que el registrado por el PIB durante el tercer trimestre de este año, último dato contabilizado, justo antes de los comicios.

La herencia demócrata “deja buenos augurios económicos”, resalta Julia Coronado, fundadora de la firma de investigación MacroPolicy Perspectives. Pese a lo cual, el líder republicano quiere dejar otro dogma de fe del GOP: más recortes tributarios y batallas arancelarias para “redirigir sus efectos sobre los activos”, anticipa David Rosenberg, presidente de Rosenberg Research. En su opinión, la reformulación del MAGA (Make America Great Again) el mantra político de Trump deja una seria advertencia, porque “no deja de ser una prescripción de esteroides” que pueden generar una burbuja especulativa de valores estadounidenses “con el consiguiente riesgo de un estallido” descontrolado.

Además de crear “daños colaterales en EEUU y el resto del mundo” con sus subidas de tarifas a la importación, apunta Nicolaos Panigirtzoglou, estratega de JP Morgan Chase. “Trump pretende convertir en estructurales medidas que deberían ser excepcionales”, perjudican el libre tránsito de bienes, servicios y capitales y pueden bifurcar la globalización.

Alguno de estos presagios ya ha emergido. La jornada de la proclamación del republicano como vencedor, las diez mayores fortunas del planeta -entre ellas, Musk, Bezos o Larry Ellison, CEO de Oracle-, ganaron 64.000 millones, su mayor acumulación bursátil diaria desde 2012, cuando se lanzó el Bloomberg Wealth Index. Solo el dueño de Tesla elevó en 26.500 millones su patrimonio.

Trilogía de riesgos en EEUU y suspicacias europeas y chinas

Aunque la preocupación, al margen de este cambio de paradigma, gira en torno a tres aspectos específicos. El primero, su viraje radical en política energética con la defenestración del legado climático de Biden al que ha calificado de “estafa”. Pese a los “tremendos progresos” impulsados por la acción verde e industrial demócrata, resalta la profesora Javiera Barandiarán, del Center for Climate Justice de la Universidad de California. La IRA y la Chips Acts -dice- elevaron más del 40% las inversiones sostenibles, dirigidas a proyectos como la planta solar de Enel en Oklahoma -de 1.000 millones de dólares-, el de LG Energy y Arizona (2.300 millones) o la refinería de litio de la química Albemarle en Carolina del Sur por otros 1.300 millones.

En segundo término, las intenciones declaradas de interferir en la soberanía monetaria de la Fed que horrorizan a los expertos pero que Trump pretende supeditar a la renovación del mandato de Jerome Powell en 2025 para facilitar tipos permanentemente bajos que puedan espolear la actividad y esconder puntos negros de su futura gestión como el doble repunte del déficit y la deuda, aunque puedan provocar otra espiral inflacionista, el ficticio fantasma que agitó para dar la puntilla electoral a los demócratas.

Y, para ultimar el tridente, un afán desregulador que no fomentará precisamente las denuncias monopolísticas hacia los negocios de las bigtechs, como explica Financial Times, como deseaba promover Kamala Harris, y que añadirá más leña al fuego “desestabilizador” que, según el FMI, atenaza los mercados con su encendida defensa de las criptomonedas.

En Europa, la victoria de Trump ha coincidido con el finiquito del gobierno tricolor alemán, para satisfacción del ascendente partido neonazi AfD, y la convocatoria de una moción de confianza en enero que augura un adelanto electoral, la locomotora europea gripada, el euro otra vez bajo el yugo de la paridad con el dólar y una reunión de urgencia del eje franco-alemán para sopesar el retorno del trumpismo y sus efectos, más perniciosos que en su primer mandato, sobre la UE. A Europa también le amenaza con subidas de aranceles y la exige incremento de costes militares en una fase crucial para inyectar competitividad con recursos y herramientas financieras comunes como los eurobonos que incluyen los diagnósticos de Mario Draghi y Enrico Letta.

“Más Europa” e integración económica, inversora y en seguridad figuran en una agenda oficial que se alteraría si irrumpe una oleada ultraderechista impulsada por la versión 2.0 de Trump. “La UE se verá sometida a todo un ejercicio de supervivencia económica”, avanza Aslak Berg, del think tank Center for European Reform (CER).

Al igual que China, cuyo PIB se dejaría dos puntos anuales con unos aranceles del 60%, calcula el fondo Macquarie. Por mucho que Pekín esté “mejor preparado” para repeler otra dura batalla comercial y ultime un segundo programa de estímulo de 1 billón más de yuanes -casi 140.000 millones de dólares- que Goldman Sachs y HSBC avanzan que estará destinado a “recapitalizar” bancos e inmobiliarias y devolver la tranquilidad perdida por sus bolsas en 2024. Justo durante la semana electoral americana.

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