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Trump se dispone a tomar el control absoluto de EEUU
“Ha nacido una estrella”: qué significa la alianza de Trump y Musk en la Casa Blanca
Opinión - Trump y la ola que ya está aquí. Por Neus Tomàs

“Ha nacido una estrella”: qué significa para el mundo la alianza de Donald Trump y Elon Musk en la Casa Blanca

Fotografía de archivo de Elon Musk en un mitin de Donald Trump

Carlos del Castillo

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Si puede señalarse un momento en el que Elon Musk se volvió totalmente impredecible incluso para aquellos que llevan décadas estudiando su figura, fue el verano de 2023. El magnate decidía entonces cambiar el nombre de Twitter, una de las redes sociales más reconocidos a nivel mundial y verbo propio, tuitear, por el insulso y carente de fondo “X”. El movimiento resultó inexplicable para los expertos en marketing e imagen de marca y suponía un paso más en la aniquilación del valor comercial de una empresa por la que Musk había pagado 44.000 millones de dólares.

La jugada coincidió con la definitiva radicalización de Elon Musk hacia la extrema derecha. El multimillonario tecnológico que votó a Obama, Clinton y Biden pasó a compartir el ideario de la turba que asaltó el Capitolio en 2020. Es decir: una desconfianza extrema en las instituciones derivada de la pandemia y su supuesta claudicación al “virus woke”, un término reaccionario que asimila la lucha por la diversidad, la inclusión y el progresismo con una enfermedad social.

La primera víctima de la batalla de Musk contra lo “woke” fue su hija, a la que considera “muerta” tras su transición de género. Twitter fue la segunda. Asociada durante sus primeros años a movimientos progresistas y herramienta de comunicación de revoluciones sociales como el 15M o Occupy Wall Street, la red y su marca debían morir. La misma red renacía después como altavoz de la ideología de su propietario y al servicio de Donald Trump. “La civilización está en juego”, justificaba Musk.

Un altavoz para la propaganda de la extrema derecha

Este miércoles, al consumarse la victoria de Trump, la apuesta de Musk por Twitter ha cobrado sentido sentido. ¿Cómo de importante ha sido la red social? “No creo que esta carrera hubiera estado siquiera pareja si no hubiera sido por lo que Elon Musk está haciendo con Twitter, mostrándole a la gente lo que está pasando”, ha dicho el hijo de Donald Trump.

“Ha nacido una estrella... Elon”, ha manifestado su padre. “Es un personaje, es un tipo especial, es un supergenio”, ha insistido en su primer discurso tras conocer el resultado de las elecciones: “Tenemos que proteger a nuestros genios, no tenemos tantos”.

Ha nacido una estrella... Elon. Es un tipo especial, es un supergenio.

Donald Trump

El trabajo que alaban los Trump es la cascada de desinformación y teorías conspiranoicas característica del nuevo presidente que desde hace dos años ha emulado Musk. Un análisis del grupo de verificación de datos PolitiFact de las 450 publicaciones de Musk durante las dos primeras semanas de octubre mostró que distribuyó todo tipo de bulos sobre inmigración, los huracanes que azotaron EEUU o el supuesto pucherazo electoral que se estaba fraguando, una narrativa que no le ha hecho falta alentar. Acumularon 679 millones de visitas y más de 5,3 millones de “me gusta”.

Musk no solo ha configurado X para amplificar el alcance de sus publicaciones, sino que usa su cuenta para proyectar al escenario mundial todo tipo de narrativas ultra al compartir comentarios de otros usuarios. “Las noticias deben venir de la gente”, ha justificado hoy el magnate: “Ahora los medios sois vosotros”.

La inversión de 44.000 millones de dólares de Musk en Twitter ha mostrado ser muy rentable en el contexto estadounidense. Ahora Musk buscará proyectar esa influencia en los aliados de extrema derecha con los que ha tejido una alianza en los últimos meses, como Giorgia Meloni, Javier Milei, Jair Bolsonaro o Santiago Abascal.

La inesperada alianza se ha consumado. El polifacético empresario cuyo principal negocio ahora mismo es vender coches eléctricos ha hecho presidente al político que defiende la abolición de los límites de carbono y el regreso de la economía basada en los combustibles fósiles. El genio del código que hizo fortuna anticipándose al auge de Internet ha ayudado a entronar al empresario tradicional que critica abiertamente a Silicon Valley.

El fiscal de la eficiencia

Trump ha prometido a Musk que obtendrá básicamente lo que quiera de su administración. El papel que él ansía parece ser el de fiscal de la eficiencia, una especie de asesor transversal a toda la administración con plenos poderes y capacidad para recortar a voluntad. Fue él mismo el que se autopropuso para el puesto antes de que Trump lo defendiera como una idea propia: “No hace falta sueldo, ni título, ni reconocimiento”.

Cuando Musk tomó las riendas de Twitter despidió a aproximadamente el 80% de sus trabajadores, unas 5.000 personas. Los equipos contra el acoso, los moderadores, de ética de los algoritmos, de transparencia o comunicación de la empresa desaparecieron por completo. El resto se recortaron al máximo y tuvieron que hacer frente a la exigencia de su nuevo jefe de echar horas extra sin mirar atrás, incluso llegando a dormir en la oficina.

Tras conocer la victoria de Trump, Musk ha publicado un fotomontaje de él entrando con un lavabo en el despacho oval de la Casa Blanca, lo mismo que hizo el primer día en las oficinas de Twitter. Su mensaje de que aspira hacer lo mismo con la administración estadounidense que con su red social.

Musk critica que el “virus woke” ha impuesto una dictadura de la corrección política que ha perjudicado la innovación y el crecimiento económico. Como asesor plenipotenciario, tendría en su punto las regulaciones en materia de igualdad y las ayudas sociales que, según él, desincentivan el mérito y la productividad. Cree que estas políticas imponen cargas regulatorias innecesarias y afectan a la competitividad. Como asesor, podría buscar recortar esas protecciones laborales para promover una cultura del “mérito”. Un “mérito” que para él implica trabajar entre 80 y 100 horas a la semana.

Este enfoque también iría en línea con su visión de una economía donde la innovación sea impulsada principalmente por la iniciativa privada, con menos intervención estatal. Podría proponer menos restricciones para las empresas en áreas de contratación, diversidad y otros temas que, según él, deben ser gestionados directamente por el mercado en lugar de ser regulados desde el gobierno.

Este punto de vista ya ha sido puesto en práctica por Milei, que eliminó una decena de ministerios en Argentina pero a cambio creó uno de Desregulación y Transformación del Estado. Su titular, Federico Sturzenegger, ha afirmado que Musk es su inspiración: “Mi máxima admiración como Ministro de Desregulación y Reforma del Estado del Presidente Javier Milei. Me atrevo a decir que la mayoría de las veces no se trata de hacer que el gobierno sea más eficiente sino de eliminarlo por completo. Borrar, borrar, borrar!!!!! (Esto, por cierto, lo aprendí de vos)”.

Si el resto de sus aliados tienen éxito en las urnas, la figura del fiscal de la eficiencia podría volverse uno de los roles de moda en los gobiernos de extrema derecha resultantes.

Bitcoin en el horizonte

Musk es un firme defensor de las criptomonedas. La campaña de Trump también ha reconocido que este era un gran caladero de voto frente a Kamala Harris, presentándole como el “cripto-candidato” que convertirá EEUU en “la capital cripto del planeta y la superpotencia mundial del bitcoin”.

Pese a que Trump se había mostrado bastante escéptico con este tipo de activos en el pasado, el mercado ha reaccionado con euforia a su victoria. El precio del bitcoin ha subido un 10% hasta su máximo histórico, con unos 68.000 euros por unidad. “La razón fundamental de ello es que una victoria republicana debería conducir a un cambio más rápido y más marcado en el telón de fondo regulador de esta clase de activos”, explica Manuel Villegas, analista de eToro.

“Se espera que los cambios vayan más allá del ámbito legislativo” abunda el experto, que señala que estos podrían abarcar desde la dirección de la Comisión de Valores y Bolsa, la SEC (por sus siglas en inglés), “hasta el posicionamiento del Servicio de Impuestos Internos de una ley contra el blanqueo de dinero y el secreto bancario en relación con las criptomonedas”.

La influencia de Musk en el gobierno estadounidense podría representar un riesgo significativo, especialmente si promoviera un enfoque excesivamente laxo hacia las criptomonedas. Musk ha sido una figura polarizadora en el ámbito cripto, donde su respaldo a activos meme como Dogecoin (que también se ha disparado un 20%) ha demostrado cómo su influencia impulsa, de forma especulativa, la adopción de monedas digitales poco confiables y un nuevo auge mundial de estas inversiones.

Tesla y la inteligencia artificial

El polifacético empresario cuyo principal negocio ahora mismo es vender coches eléctricos ha hecho presidente al político que defiende la abolición de los límites de carbono y el regreso de la economía basada en los combustibles fósiles. El genio del código que hizo fortuna anticipándose al auge de Internet ha ayudado a entronar al empresario tradicional que critica abiertamente a Silicon Valley.

Musk tiene muchos negocios y lo esperable es que todos ellos se vean impulsados tanto en el mercado de EEUU como en su política geoestratégica. Tesla y SpaceX son los principales.

Trump nunca ha sido un gran partidario de los vehículos eléctricos, pero su victoria ha aupado un 11% a Tesla en bolsa mientras hundía a los fabricantes europeos. La posibilidad de que el nuevo presidente haga despegar los aranceles a todos los vehículos que no sean estadounidenses ha pasado una factura en bolsa casi inmediata a las grandes automovilísticas del viejo continente. Mercedes Benz ha llegado a perder este miércoles más de un 7%, mientras que Volkswagen y BMW han llegado al 6%. Sobre ellas sobrevuela la posibilidad de que la futura administración republicana imponga un arancel del 10%, informa Cristina Bolinches.

La que se está librando de un castigo severo por parte de los inversores es Stellantis, que ha visto su acción prácticamente plana. Este gigante es dueño de marcas europeas como Fiat, Peugeot, Citroën u Opel, pero también de otras de origen estadounidense como Chrysler y Jeep. Stellantis cuenta con 21 fábricas en ese país y lleva meses sin vivir un buen momento en el mercado norteamericano, con ventas que se resienten, lo que le ha llevado a reducir sus inventarios de coches. De hecho, ha estado en el foco de la campaña de Donald Trump, que hace unos días amenazó con poner un arancel del 100% a sus coches fabricados en otros mercados si en algún momento decide trasladar parte de su producción a México.

Musk defiende que Tesla no es un fabricante de coches, sino un desarrollador de tecnología. La tecnología que más preocupa al magnate ahora mismo es la inteligencia artificial, campo en el que abogará por una desregulación que permita a las empresas experimentar primero y pedir perdón por sus errores después. Errores como los que Musk está enfrentando en los tribunales por promocionar un nivel de autonomía en los Tesla que realmente no tenía, aumentando el riesgo de accidente.

Procesos abiertos que podrían decaer

Elon Musk actualmente enfrenta varios procesos y conflictos legales con agencias estadounidenses. Especialmente con la SEC, pero también la Administración Federal de Aviación por su actividad en SpaceX. Estos conflictos giran en torno a asuntos de manipulación de mercado, regulaciones de seguridad, y cumplimiento con normativas de la industria espacial y automotriz. Por ejemplo, la SEC ha investigado a Musk en múltiples ocasiones por sus publicaciones sobre el precio de las acciones de Tesla, que en el pasado llevaron a sanciones y acuerdos legales para supervisar sus declaraciones públicas sobre la empresa.

Si Trump cumple su promesa de dar a Musk un puesto en el gobierno, estos procesos podrían verse comprometidos o incluso disolverse, ya que su influencia dentro de la administración podría suavizar o detenerlos por completo Además, su presencia en el gobierno podría dificultar la imparcialidad de las agencias que supervisan sus empresas, afectando la objetividad y el rigor con que se examinan sus actividades comerciales. Esto no solo plantea preocupaciones éticas, sino también riesgos para la confianza pública en la independencia de las instituciones regulatorias.

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