Leo celebró la primera comunión el pasado mayo en Santiago y a cada uno de sus amigos les pidió de regalo 50 euros en cromos de la Liga. Su madre dijo entonces que por encima de su cadáver y al final todos los invitados hicieron bote para comprarle una tele. Su familia está aburrida de ver cómo el poco dinero que maneja un niño de ocho años se va en abrir sobres de su colección de fútbol.
El de Leo no es un caso aislado, hay toda una generación de chavales entrampados con los cromos. Panini, una multinacional italiana que facturó 631 millones de euros en 2016 con divisiones en 120 países y más de mil empleados, ha revolucionado el mercado con una nueva fórmula que ha ido introduciendo durante los últimos años: sobres a precios prohibitivos para esos hogares que pueden (y quieren) pagarlos. Su colección Adrenalyne trae de cabeza a los niños de Primaria y ofrece distintas opciones. Los de un euro contienen seis cartas de jugadores de Primera División. Que nadie espere sacar de ahí a una de las grandes estrellas del campeonato. Para eso están los sobres Premium, que cuestan 5 euros e incluyen 10 cromos, cuatro de ellos de ediciones especiales, según se anuncia en la publicidad. Y sobre todo, están los Premium Oro, que se venden por 10 euros y envuelven 14 cartas, tres de ellas con ribetes dorados para enmarcar a los futbolistas que todos los chavales quieren.
Dentro de uno de los quioscos de la Gran Vía madrileña, Manuel se confiesa asustado con el éxito de la colección: “Hay muchísimo furor entre los chavales y algunos mayores. Hay padres que vienen y compran 30 o 40 sobres de una misma caja y eso es hasta inteligente porque se evitan que les salgan tantos repetidos. Con tal de que el niño se calle, los compran al precio que sea. Es un atraco, nuestros cromos costaban 25 pesetas [15 céntimos] y ahora se venden a 10 euros. El álbum, un trozo de papel, cuesta ocho. Si alguien echase cuentas, comprobaría que hacer toda la colección de la Liga le va a salir por 500 o 600 euros”.
El matemático británico Paul Harper, catedrático en la Universidad de Cardiff, ha hecho su propio cálculo de lo que costaría completar el álbum del Mundial de Rusia, que en esta edición incluye 682 cartas de las 32 selecciones clasificadas. Según el estudio de Harper que parte de un análisis de probabilidades, acabar el álbum costaría en Reino Unido 773,6 libras (883 euros). Harían falta 4.832 cartas para descartar las repetidas. En España esos mismos cromos que en Londres se venden a 80 peniques (91 céntimos de euro) cuestan 1,5 euros. Y han salido cajas especiales a 12 euros.
Natalia, madre de Senén, también de ocho años, da la batalla por perdida. Ella se resiste a comprar los cromos pero no prohíbe que sus hijos gasten en ellos sus pequeños ahorros o parte del dinero que les puedan dar los abuelos. “Yo me niego a comprárselos y ellos lo saben. Pero tienen una pequeña paga y son ellos quienes deciden a qué dedican el dinero y las propinas que les dan otros familiares. A su padre también le gustan y disfrutan jugando juntos. Aunque los sobres de diez euros me parecen una locura”.
La euforia en las aulas de Primaria con la colección Adrenalyne no es del todo casual. Panini, que facturó 65 millones de euros en España el año pasado, ha desplegado una intensa campaña promocional en Internet a través de youtubers con millones de seguidores que reciben el material gratis antes de que salga al mercado para generar expectación entre los niños. La Red está inundada de vídeos que no advierten en ningún momento que se trata de publicidad. Celebrities que no han cumplido los ocho años y pronuncian con dificultad los nombres de los futbolistas cuentan las bondades de la colección de Panini a su legión de fans mientras abren sobres y más sobres. Este video de MikelTube, un niño de ocho años, junto a su hermano Leo, de cuatro, acumula 830.000 reproducciones.
eldiario.es se ha puesto en contacto con la familia de Mikel Tube, que niega haber percibido dinero alguno por esos anuncios publicitarios, aunque sí material gratuito de la editorial para realizar sus promociones. En un correo electrónico, José, tutor legal de Mikel Tube, se explica: “Por desgracia Panini nunca nos ha contratado. En una ocasión tuvieron el detalle de enviarnos una caja de cromos de fútbol (con 50 sobres) y creo recordar que un par de revistas de (blace y micromachine si no recuerdo mal). Las revistas no nos interesaban mucho y no las mostramos”.
Jordi Battle, desde el departamento de marketing de Panini rechaza que su compañía esté invirtiendo dinero para que youtubers que se han convertido en referentes para millones de chavales anuncien sus productos. “Cero remuneración. No pagamos nada y tampoco hacemos llegar material gratuitamente. Hemos creado una plataforma donde hay un apartado de Youtube en el que nuestros seguidores pueden subir sus vídeos. Tenemos 400.000 usuarios registrados. Todo eso son visualizaciones que gana cada seguidor generando contenido con nuestros cromos. Estamos creando comunidad y fans de nuestras colecciones. El vídeo más visto ahí sí tiene premio: una consola, un iPad, auriculares... Lo creamos porque cada año nos encontramos con vídeos de gente abriendo sobres. Por eso montamos el canal. Nosotros lo vemos como una forma de promover la viralidad. Son vídeos privados que crea un usuario privado y ellos hacen lo que les parece en los canales. Las visitas van para el usuario, nosotros ahí no ganamos nada”, asegura el directivo de la transnacional por teléfono.
Pero familias de youtubers que han grabado vídeos abriendo paquetes de cromos y álbumes desmienten esta afirmación y admiten que Panini acostumbra a mandarles las colecciones antes de que salgan a la venta para que las publiciten. Niegan que haya dinero de por medio pero sí material: álbumes y cromos.
En el quiosco de El Corte Inglés en la plaza de Callao, el corazón de Madrid, Clara certifica detrás del mostrador el éxito de los paquetes más caros: “Los de 10 euros llevan agotados desde mayo; yo los he pedido a Panini y nada, no me los mandan. Los compran padres para sus hijos y seguro que también para ellos. Volverán a salir en la próxima temporada y serán un éxito igual porque la gente sigue preguntando”.
El multimillonario negocio no deja nada al azar. Panini ha abierto una tienda en Internet a la que pedir aquellas láminas que se le resisten a los coleccionistas. Que en el álbum del Mundial falta Messi... Uno paga tres euros más otros siete por gastos de envío y en el plazo de una semana lo recibe en casa.
Si los cromos de la Liga han ayudado a enfatizar las diferencias económicas entre los niños de Primaria, los nuevos videojuegos y sus fórmulas de pago han llevado directamente el capitalismo salvaje a la adolescencia. En el mundillo se conoce como “pay to win”, paga por ganar, y el modelo se está extendiendo en las últimas superproducciones para consolas. Empezó en el Candy Crush y llegó al FIFA, un videojuego de fútbol creado por otra transnacional, el gigante EA Sports, que está en boca de todos, después de que usuarios y educadores hayan alertado sobre problemas de adicción en algunos menores. El portal especializado Xataka escribió un artículo el pasado mayo para alertar de que las últimas ediciones del FIFA se han convertido en máquinas tragaperras para menores.
La fórmula es calcada a la de los cromos de quiosco, con una diferencia: se pagan con tarjeta de crédito cantidades mucho más altas. En la versión Ultimate Team que permite a desconocidos competir en red los equipos se configuran tirando de transferencias bancarias. Todo cuesta dinero en el juego, que funciona con monedas. Elegir un balón especial. Configurar un escudo. Disfrutar de un estadio. Recuperar la forma física de un futbolista cansado...
Y algunas monedas se pueden conseguir compitiendo y ganando partidos, pero cuando lo que se busca son millones de monedas, los jugadores han de recurrir a la tarjeta de crédito. El número de cartas con que configurar un equipo se ha multiplicado desde hace seis años. Un mismo futbolista tiene diez o doce versiones a lo largo del año, que suben y bajan de precio en función de sus actuaciones en las ligas del mundo real. Como en otros juegos de estrategia, el secreto consiste en especular. Pero aquí el dinero es de verdad. Por cada euro invertido, EA Sports ingresa 100 fifa points. Y por cada 400 fifa points la consola permite abrir un sobre con 12 jugadores del montón. Para hacerse con uno sin acudir a la tarjeta de crédito un usuario necesitaría 20.000 monedas. Ganar un partido al Fifa puede reportar unas 500. Por supuesto, también están los sobres con ediciones especiales, que son más caros. Para quien quiera hacer cuentas, un dato: fichar a Neymar a finales de mayo costaba dos millones de monedas.
De momento, el sobre más caro que vende EA Sports es de 100 euros, pero el juego permite repetir la operación cuantas veces lo desee un usuario sin que la consola lance ningún aviso. Lo saben de primera mano algunos padres sorprendidos por los cargos que aparecen en sus tarjetas.
Alejandro tiene 30 años y juega al FIFA desde 2012. Ha visto de cerca la mercantilización extrema del entretenimiento de toda una generación: “Cada nueva versión del juego encarece los sobres y disminuye las probabilidades de que te toque un Cristiano o un Messi. Hace años la estrella más cara podía costar 600.000 o 700.000 monedas, ahora en el catálogo de leyendas Pelé cuesta 10 millones. Para que te hagas una idea, ganar un campeonato en el juego puede darte 9.000 monedas. Eso en la Play Station [la consola de Sony], en la Xbox [de Microsoft] es más bestia porque saca sobres limitados y se establece una puja porque uno ve cómo se van agotando en tiempo real”.
En los foros de Internet proliferan testimonios de jugadores que se han gastado dinerales para tener equipos competitivos. El relato en primera persona de un joven de la isla de Jersey que se gastó 5.000 libras en sobres (5.700 euros) suma casi cuatro millones de reproducciones en Youtube.
En los bajos fondos de Internet prolifera un mercado negro de monedas del FIFA que EA Sports está intentando frenar. Centenares de usuarios han visto eliminadas sus cuentas por recurrir a esos atajos. Pero el negocio sigue creciendo exponencialmente. El director financiero de EA Sports, Blake Jorgensen, contó en 2016 rodeado de analistas e inversores durante una conferencia en Morgan Stanley que el modo Ultimate, esa competición en red entre desconocidos donde todo se vende, reportaba a la compañía 650 millones de dólares anuales. En 2017 hizo unas declaraciones al portal gamesindustry.biz en las que se felicitó por que los ingresos de esa modalidad de la competición (sin contar las ventas del videojuego propiamente dicho) ya sumaban 800 millones de dólares por ejercicio.
En España de momento no se ha legislado para poner freno a un fenómeno que ha alertado a las organizaciones que luchan contra la ludopatía. Por ahora, todo es legal porque los menores solo pueden disponer de tarjeta de crédito si lo autorizan sus padres o tutores.
Hugo es madrileño y acaba de cumplir 16 años. A diferencia de Leo, él sí ha logrado que su familia le regale una tarjeta de prepago para la Play: 55 euros que previsiblemente irán a parar a EA Sports a través del FIFA. La rueda sigue girando.