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¿Por qué caen las bolsas? China, petróleo, agotamiento y profecías autocumplidas

Arranca la cumbre de Davos y se hunden las bolsas. Se trata de una clara yuxtaposición ilegítima, como tantas que trufan las crónicas de bolsa cuyos autores buscan (buscamos) desesperadamente una razón que explique la euforia o el pánico en los mercados. Pero lo cierto es que cuando las bolsas caen más de un 3% en un solo día (Wall Street llegó a desplomarse ayer más de un 3,5% para cerrar con una caída del 1,56%) y en el año (en tres semanas) casi un 13% en el caso de España, los lectores merecen una explicación con una, o varias, posibles respuestas a este desplome.

El petróleo se hunde sin freno

El crudo ha entrado en una precipitada caída al vacío. Lo que en un primer momento se tomó como un bálsamo para las economías más dependientes -como la española– ha terminado convirtiéndose una amenaza para la estabilidad global. La caída por debajo de 30 dólares (esta semana ya ha cotizado varias veces en el entorno de los 28 dólares) pone a prueba la estabilidad de empresas y países enteros. A ese precio, las empresas de 'fracking' de EEUU son insostenibles, pero también comienzan a serlo las petroleras clásicas.

Las coberturas financieras a los precios del petróleo están suponiendo en un primer momento un colchón para estas compañías, pero de mantenerse en el tiempo tendrán un coste en el sistema financiero al que saldrá muy caro haber asegurado con productos financieros los precios del petróleo o haber respaldado determinadas instalaciones. Los temores a que esta situación genere activos financieros tóxicos (productos respaldados con precios del petróleo inalcanzables) cobran cuerpo.

Esta semana, dos factores han hundido aún más el precio del crudo. Por un lado, la ya (descontada) autorización a Irán a vender petróleo lo que aumenta la presión del precio a la baja. El miércoles, la Agencia Internacional de la Energía aseguró en su informe anual que la oferta de crudo en los mercados en 2016 superará a la demanda en un millón de barriles al día por tercer año consecutivo, que ponía negro sobre blanco cómo la menor producción de los países ajenos a la OPEP se vería compensada por el levantamiento de las sanciones a Irán.

En el punto de mira está la estabilidad política de países dependientes del petróleo (para venderlo) que a estos precios tienen muy difícil sobrevivir: Venezuela, Nigeria, Rusia se encuentran entre los más afectados, junto con los productores de Asia Central (Azerbaiyán y Kazajistán).

China da miedo

La ralentización de la economía china es un tema que lleva coleando algo más de un año. Sus vaivenes en el inicio del año en el intento de controlar las bolsas locales tuvieron un efecto pernicioso que fue corregido con bastante rapidez.

Entonces, ¿por qué da miedo ahora? Porque este lunes se conocían los datos de crecimiento de 2015. La subida del 7% anual se considera la más baja de los últimos 25 años. Pero la acogida del dato fue para todos los gustos (en general la bolsa subió tras su publicación). Parecía más veraz que el edulcoramiento estadístico que suele aportar el régimen chino, no era tan malo como se temía, era mejor de lo que se esperaba...

Apenas 24 horas después de publicarse el dato, el FMI emitió la actualización a sus proyecciones económicas mundiales en las que volvió a echar un jarro de agua fría a la economía asiática. El organismo con sede en Washington ve que las dudas sobre una posible caída de la economía china “más drástica de lo esperado” podrían tener un efecto contagio en el comercio internacional.

Estados Unidos ya no puede crecer más

La madurez del ciclo expansivo y la decisión de la Reserva Federal de Estados Unidos de subir los tipos de interés tienen en jaque a los inversores. Cada vez cobra más fuerza la idea de que la bonanza al otro lado del Atlántico toca a su fin, y los inversores hacen y deshacen inversiones en busca de un nuevo hueco para depositar su liquidez en la búsqueda de la rentabilidad.

Por un lado, la subida de tipos fortalece al dólar, lo que también ha precipitado la huida del dinero de algunos países emergentes (sobre todo Latinoamérica) para apostar por la seguridad de los gringos antes que por unas economías en entredicho.

También el tirón de la zona del euro o de Japón, las otras zonas económicas más desarrolladas, está muy en duda. Su actividad económica está al ralentí, y su debilidad no resulta apetecible como apuesta de futuro para los inversores.

La banca 'too big, too scary'

Ocho años de crisis después, la banca sigue sin ser un sector del que fiarse. Pese a todos los esfuerzos por regular el sector y por concentrar las entidades en compañías más estables, los bancos siguen dando miedo a los mercados. Estos días son los bancos italianos, liderados por Monte dei Paschi (que llegó a caer hasta un 18% hasta que se suspendió su cotización) los que generan dudas. La agencia de calificación Fitch reconoció en un informe reciente que las entidades italianas atesoran cifras mil millonarias de créditos dudosos que no habían aflorado. Este mismo fin de semana, un portavoz del BCE reconocía a la agencia Reuters que se estaba investigando a bancos de la zona del euro por su alta morosidad.

La caída de la banca italiana ha arrastrado a todo el sector europeo que, pese a los continuos test de estrés superados, sigue siendo el coco de los mercados. Además, las dudas sobre el impacto del precio del petróleo en sus créditos dudosos amplifica el efecto. Y vuelta a empezar.

No importa lo anterior, todo es una tautología

Pero ninguna de estas razones anteriores es suficiente para haber desatado el pánico en los mercados y haber precipitado tumultuosas caídas. El FMI predice que China crecerá por lo menos un 6%; el consenso de mercado, que Estados Unidos cerrará el año en positivo; que el petróleo se recuperará a final de año una vez depurado el sector y con Arabia Saudí marcando el juego con las reglas que desea; la banca italiana, reconozcámoslo, nunca ha estado del todo bien, y el consumo mundial da muestras aún de una buena energía.

Pero el pesimismo ha calado en los mercados y los que están viendo desde Davos cómo las curvas de cotización de sus empresas descienden de forma más pronunciada que las laderas de los Alpes ya se han dejado contagiar por los malos augurios. Las encuestas recientes entre empresarios hablan de un aumento del pesimismo, y cuando la desconfianza se instala en las carteras es muy difícil reiniciar la economía.

Olivier Blanchard, uno de los execonomistas jefe del FMI más aclamados, estrenó su cuenta de Twitter hace escasos días colgando un post que trata de explicar esta caída de los mercados. Para Blanchard, ninguna de las razones expuestas tiene peso en sí misma para justificar las caídas, lo que, de forma racional, terminaría corrigiendo el ritmo de las bolsas y devolviendo las ganancias a los parqués.

Pero Blanchard advierte que “si la caída de los mercados se alarga o empeora, entonces habrá una profecía autocumplida. Los bajos precios de las acciones cuando se extienden en el tiempo llevan a un menor consumo, menor demanda y potencialmente a una recesión”.