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Chris Smalls, el sindicalista que ha hecho aterrizar a Jeff Bezos en los derechos laborales

Peio H. Riaño

6 de abril de 2022 22:36 h

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A las dos horas de montar una huelga a las puertas del almacén JFK8 que Amazon tiene en Staten Island (Nueva York), Chris Smalls recibió una llamada de la empresa en la que trabajaba desde hacía cinco años. Estaba despedido. Este supervisor se había atrevido a organizar a sus compañeros. Era 30 de marzo de 2020, la pandemia del COVID-19 abatía también a la población estadounidense, y los trabajadores reclamaban a Amazon mascarillas y que desinfectaran las instalaciones. Hasta un día antes de la protesta, la empresa ni siquiera hacía controles de temperatura a la entrada del almacén. “Da miedo trabajar ahora en Amazon: es a vida o muerte”, dijo entonces Smalls al programa CBS Money Watch.

Los organizadores contaron 50 trabajadores. La empresa dijo que no pasaban de 15. Podría haberse quedado ahí, pero el despido de Smalls provocó una ola de informaciones. Amazon envió un comunicado justificando su despido porque el convocante no había respetado la distancia social de seguridad. “Se le pidió que permaneciera en casa con sueldo durante 14 días. Puso en riesgo la seguridad de los demás”, dijo la empresa, que también lo acusó de haber tenido un “contacto cercano” con un trabajador confirmado con COVID-19.

Smalls denunció que Amazon lo había puesto en cuarentena para fulminar la huelga y que fue señalado después de reclamar a la gerencia que desinfectara el almacén y que fuera más transparente sobre la cantidad de trabajadores que estaban enfermos. La fiscal general de Nueva York, Letitia James, calificó el despido de “vergonzoso”.

Barbacoas y yerba gratis

“No me van a detener. Voy a seguir luchando. Es una vergüenza para ellos”, señaló a Vice News el trabajador de 33 años y padre de tres hijos (dos gemelos). Ese día nació el peor enemigo de Jeff Bezos, que el 20 de julio de 2021 viajó once minutos al espacio en una nave espacial construida por Blue Origin, su compañía de cohetes.

Abajo, en la Tierra, Chris Smalls pasó el último año en una pequeña tienda de campaña frente a la entrada del JFK8. Allí acudía a repartir comida todas las semanas entre sus compañeros. Pollo, pizza, pasta y comida casera. Hacían barbacoas, recogían firmas para constituir el sindicato y repartía yerba gratis... “Porque es legal”, ha explicado Smalls.

Su esfuerzo y el de algunos de sus antiguos compañeros tenía una posibilidad remota: ninguno de los sindicatos establecidos y con influencia han sido capaces de organizarse en Amazon. “No teníamos nada. Empezamos con dos mesas, dos sillas y una carpa”, ha contado.

El estilo de Smalls

Chris Smalls se acercó a los micrófonos de los medios de comunicación que le esperaban en la calle. Ya como presidente de Amazon Labor Union, el sindicato que velará por la dignidad de los trabajadores neoyorquinos de la distribuidora internacional, se acordó del hombre más rico del mundo, cuya fortuna neta se calcula en 186.000 millones de dólares. “Queremos agradecerle a Jeff Bezos ir al espacio porque mientras andaba allí arriba nosotros montamos un sindicato”, dijo Smalls dejando entrever su dentadura enfundada en oro.

 Como sindicalista ya ha mostrado que su estilo es tan poco ortodoxo como icónico. Es inconfundible. En los primeros días de movilización vestía una sudadera del Congreso de Trabajadores Esenciales (TCEW), un grupo activista laboral que fundó cuando Amazon lo despidió. Es el origen de Amazon Labor Union (ALU), que presentó en octubre de 2021, con una careta de Dalí y un mono rojo, en una particular interpretación de los personajes de la serie La casa de papel. “Llámame Profesor”, escribió en su perfil de Instagram, en alusión al papel de Álvaro Morte. El viernes pasado repitió color pero la careta y el mono la había cambiado por el chándal rojo con sudadera en la que se leía “ALU”.  

Ese ha sido el uniforme que le ha hecho popular, el que le ha mostrado como lo que es: un trabajador, un vecino que también salió a la calle en junio de 2020 con el Black Lives Matter para mostrar su rechazo ante la violencia policial. Pañuelo y una gorra de los New York Yankees, con el antiguo estadio en Hackensack (New Yersey), a una hora de autobús de Manhattan. Allí nació y se crió Smalls, que jugaba al baloncesto y tenía la esperanza de llegar a la NBA. Hasta que lo atropellaron mientras trabajaba. Antes de Amazon estuvo en FedEx o Walmart.

 Todo apunta a que irá de rojo a pelear contra el hombre más rico del mundo y sus ejecutivos de la empresa que mantiene una “vigilancia invasiva” para controlar el tiempo de los trabajadores y evaluar los tiempos de descanso. “¿Quién quiere ser vigilado todo el día? Esto no es una prisión. Es trabajo”, sostiene Smalls, que no olvidó sus cadenas, reloj y pulsera de oro el día más importante de su vida, como ha reconocido. “Trabajamos, nos divertimos e hicimos historia”, escribió en Twitter.

El menosprecio de Amazon

Mientras los apoyos a Smalls crecían, los ejecutivos de Amazon se reunieron para encender el ventilador de la porquería. Había que difamar al empleado despedido. En una filtración a Vice News quedaron al descubierto los planes de la empresa contra Smalls, al que describían como “ni inteligente ni elocuente”. El abogado de la empresa, David Zapolsky, indicó en aquella reunión a la que asistió Bezos, que Amazon siempre estaría en posición de ventaja ante los medios, porque explicarían “por enésima vez cómo estamos tratando de proteger a los trabajadores”.

También apoyaron cargar contra la conducta del organizador de la huelga porque fue “inmoral, inaceptable y posiblemente ilegal”. Según aquellas notas publicadas del abogado, el plan también era convertir a Smalls en el rostro del movimiento sindical para machacarlo.

Dos años más tarde, la Junta Nacional de Relaciones Laborales validó el resultado de la votación en el almacén de Staten Island, de casi 6.000 trabajadores. El Sindicato de Trabajadores venció por más de 500 votos: 2.654 trabajadores a favor, frente a 2.131 en contra. Será el primer y único centro de Amazon, de momento, en sindicarse entre los 110 que hay en todo el país.

The New York Times publicó recientemente una investigación sobre el JFK8. Detalla los despidos por algoritmo, la incapacidad de los trabajadores de los que se ha prescindido para comunicarse con un ser humano que les explique el motivo del suyo. Amazon se descubre como una empresa que ha arrastrado a los trabajadores a la desesperación.

Los matones de Smalls

Para Amazon, Chris Smalls y el resto de líderes sindicales son “matones”, y así se lo hizo saber la empresa a los trabajadores del almacén en JFK8, el más grande de Nueva York, tal y como consta en una denuncia de la Junta Nacional de Relaciones Laborales. Les explicaron que se olvidaran de votar por un sindicato porque sería “inútil”. En la denuncia de ese órgano administrativo también se especifica cómo Amazon aseguraba a sus trabajadores que allí nunca se fundaría un sindicato y cómo atenderían sus reclamaciones si no apoyaban al sindicato.

Tal y como informó The New York Times, más del 60% de los trabajadores del JFK8 son afroamericanos o latinos. Por el contrario, en la gerencia más del 70% es blanca o asiática. Los trabajadores afrodescendientes en JFK8 tienen casi un 50% más de probabilidades de ser despedidos. Las excusas suelen ser por baja productividad, mala conducta o por no presentarse a trabajar.

Nueva York es una ciudad sindical. Conductores de autobús, policía, bomberos, trabajadores de la limpieza... Todo el mundo conoce a alguien sindicado. Pero han sido las condiciones extremas durante la crisis sanitaria del coronavirus las que ha llevado a los trabajadores de Amazon a organizarse. Quizá el “pay them more” del presidente Joe Biden haya empujado también.