Jackson Palmer creó Dogecoin de risas y por casualidad. En 2013, publicó un tuit irónico diciendo que Dogecoin —que aún no existía y partía del meme de “doge”, la imagen de un perro de la raza japonesa Shiba Inu muy popular por aquel entonces— sería “la próxima revolución”. Tras varias respuestas animándole, este australiano residente en San Francisco combinó con sus conocimientos sobre Bitcoin y la lanzó.
Dogecoin fue uno de los primeros “meme stocks”, valores que suben o bajan por la viralidad que alcanzan en la red. Hoy es la octava criptomoneda más valiosa del mercado, con una capitalización de 25.000 millones de dólares. “Para ser honesto nunca pensé en convertirlo en un proyecto”, admitió Palmer a este diario en 2014. Su origen “absurdo” la hacía más divertida.
Palmer llevaba tiempo sin pronunciarse en Twitter. Ha borrado todos sus tuits varias veces. Este miércoles reapareció para hacer una larga declaración. “Suelen preguntarme si volveré a las criptomonedas o a compartir mi opinión sobre ellas otra vez. La respuesta es no, pero para no repetirme explicaré por qué”, comienza Palmer. Lo que sigue es una dura crítica a la industria cripto.
“Tras años estudiándolas, creo que las criptomonedas son una tecnología hipercapitalista, inherentemente de derecha, construida para amplificar la riqueza de sus defensores a través de la combinación de evasión fiscal, poca supervisión regulatoria y escasez impuesta artificialmente. Pese a su afirmada 'descentralización', la industria está controlada por un poderoso cártel de ricos que, con el tiempo, han incorporado a muchas de las instituciones del sistema financiero que pretendían reemplazar”, dice Palmer.
El fundador de Dogecoin continúa afirmando que “la explotación financiera” ya existía, pero que las criptomonedas están hechas con el fin de que “el embudo de ganancias sea más eficiente para los que están en la cima” y deje a los vulnerables sin protección.
“Las criptomonedas son como coger las peores partes del sistema capitalista —corrupción, fraude y desigualdad— y usar software para limitar el intervencionismo —auditorías, regulación, impuestos— que protege a las personas medias. Si pierdes tu contraseña, es tu culpa; si caes en una estafa, es tu culpa. Si un multimillonario manipula el mercado, se le considera un genio. Este es el tipo de capitalismo que las criptomonedas han facilitado desde su concepción”, defiende.
Palmer se despide asegurando que no quiere participar en más debates públicos sobre criptomonedas, que no encajan con su visión política y que no tiene energía para discutir más. “Aplaudo a quienes siguen haciendo preguntas y manifestando el escepticismo del que toda la tecnología debe ser objeto”, finaliza. “La nueva tecnología puede hacer del mundo un lugar mejor, pero no cuando se desvincula de sus consecuencias políticas o sociales”.