Los líderes políticos de un país tienden a hablar en tono distinto según las circunstancias. No lo hacen de la misma forma cuando están en una tribuna haciendo campaña que cuando ofrecen una declaración institucional, en rueda de prensa o en un entorno en el que se sienten menos expuestos.
Un contexto más íntimo de lo normal ha logrado el periodista alemán Stephan Lamby, que desde el 8 de diciembre de 2021, cuando empezó a gobernar la actual coalición en Alemania tras las primeras elecciones generales post-Angela Merkel, ha estado filmando, entrevistando y documentando junto a su equipo la acción de los líderes del Gobierno teutón. Pronto se emitirá en televisión un documental sobre los ya casi dos años de gestión del Ejecutivo del canciller Olaf Scholz.
Lamby también acaba de publicar un libro sobre ese trabajo periodístico. Se titula Ernstfall: Regieren in Zeiten des Krieges o “Un caso serio: gobernar en tiempos de guerra” (Ed. C.H.Beck, 2023).
En él, consigue que la ministra de Asuntos Exteriores, la política de Los Verdes Annalena Baerbock, diga algo que hasta ahora no se recuerda haber escuchado en boca de la jefa de ningún cargo verdaderamente relevante del Gobierno de Scholz. Se trata de una valoración crítica con el castigo económico con el que las democracias occidentales han buscado golpear al régimen de Vladimir Putin debido a su ilegal invasión contra Ucrania.
“En realidad, las sanciones económicas deberían tener un impacto. Pero no es así. Porque las lógicas de las democracias no afectan a los regímenes autocráticos”, ha dicho Baerbock a Lamby en una de las entrevistas que nutren su último libro. El encuentro entre ambos tuvo lugar el pasado 10 de julio.
Todos los medios de comunicación alemanes se han hecho eco de estas palabras de Baerbock, pronunciadas unos días después de que Alemania abandonara la recesión técnica por estrecho margen. El producto interior bruto (PIB) germano se estancó en el segundo trimestre de este año, después de dos trimestres invernales de caída consecutiva, de acuerdo con los datos publicados el pasado 25 de agosto por la agencia estadística alemana, Destatis.
Uno de los más críticos ha sido el conservador Roderich Kiesewetter, de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), que argumenta que las sanciones occidentales sí están teniendo efecto sobre la economía rusa, apelando a datos como la depreciación de su moneda: el valor del rublo ha caído significativamente desde finales del año pasado y ahora ronda los 0,0096 euros, cuando hace un año estaba mucho más fuerte, en 0,017 euros.
Según Kiesewetter, “la economía de Rusia es actualmente como un castillo de naipes que se mantiene en pie más de lo que se podría esperar, pero sigue siendo inestable”. Él es de los que han criticado a Baerbock por mostrar lo que se ha visto como una “decepción” con las sanciones contra el régimen de Putin.
La jefa de la diplomacia germana ha sido criticada también por políticos liberales y socialdemócratas, lo que supone echar más madera a los no pocos desacuerdos con los que viven en la coalición de Gobierno que lidera Scholz, compuesta por el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) del canciller; Los Verdes y el partido liberal (FDP).
La Alemania de Scholz y de Baerbock, pese a que durante no poco tiempo se caracterizó por la cautela en su apoyo a Ucrania frente al Ejército invasor ruso, se encuentra actualmente entre los países que más ayuda proporciona al país del presidente Volodímir Zelenski. Es más, ahora Alemania destaca en Europa por su apoyo militar y financiero a Ucrania.
Según las cuentas del Instituto para la Economía Mundial de Kiel (IfW, por sus siglas alemanas), Alemania ha comprometido ya 7.500 millones de euros en apoyo militar a Ucrania. Es más que cualquier otro país de Europa, incluido Reino Unido (6.600 millones). La ayuda financiera alemana asciende a 1.300 millones y la humanitaria, a 1.900 millones, según el IfW.
“Medidas racionales” y “gobiernos civilizados”
Esa ayuda a Ucrania resulta clave para entender por qué el país de Zelenski está aguantando la agresión militar rusa e, incluso, sigue reconquistando territorio ocupado por los invasores. Pero Baerbock parece no tener claro que las sanciones contra Rusia estén siendo eficaces. “Hemos vivido que decisiones racionales, medidas racionales que se toman entre gobiernos civilizados, no son capaces de acabar con esta guerra”, apuntaba Baerbock a Lamby.
En esa valoración son muy relevantes datos como las previsiones económicas que presentaba hace unas semanas el Fondo Monetario Internacional (FMI), que apunta que la economía rusa va a crecer un 1,5% en 2023, frente al exiguo crecimiento del 0,3% que pronosticaba a principios de año, tras la fuerte caída del 2,2% que registró en 2022. Mientras, el FMI pronostica que la economía germana, la mayor de la zona euro y la cuarta a nivel mundial, caería un 0,3% este año, frente al avance del 1,9% registrado en 2022.
Para tratar de frenar el actual estancamiento del PIB, que acaba de abandonar la recesión técnica, el Gobierno alemán acaba de aprobar un paquete de estímulos de 32.000 millones que, unido a la subida récord de los sueldos registrada en agosto (del 6,6%), es un argumento a favor de una nueva subida de los tipos de interés en la reunión que el Banco Central Europeo (BCE) tiene programada el 14 de septiembre, tal y como vienen reclamando los denominados halcones del organismo que preside Christine Lagarde, con Alemania a la cabeza.
La tradicional locomotora germana, enganchada durante décadas al barato gas natural ruso, se está confirmando como el país al que más le está costando independizarse de ese recurso, esencial en lo que aquí llaman ya desaparecido “modelo de negocio” alemán. En 2021, hasta el 55% del gas natural que importaba el país procedía de Rusia. Con el estallido de la guerra contra Ucrania, el grifo comenzó a cerrarse y la sustitución de Rusia por otros proveedores está siendo costosa.
Alemania ha tenido que dotarse de soluciones improvisadas para poder importar, por ejemplo, gas natural licuado (GNL) procedente, entre otros, de Estados Unidos o Qatar. El encarecimiento de la energía es una de las razones que explican la caída en recesión de la primera mitad de este año.
El prestigioso Instituto Ifo de Múnich, un centro dedicado a la investigación económica, presentó en mayo un informe que apuntaba que los efectos de las sanciones económicas contra Rusia no están teniendo “los efectos políticos que perseguían” por parte de las potencias sancionadoras, aunque eso no signifique que no sirvan para nada frente a Putin y sean un “fracaso”.
Expertos y políticos que defienden la pertinencia de estas medidas contra el régimen ruso señalan que si su economía sigue creciendo, pese a la guerra y unas represalias internacionales sin precedentes, se debe en buena medida a un complejo militar-industrial que el Kremlin mantiene a pleno rendimiento y a que India y China están sustituyendo las importaciones hacia Occidente.