“O que vai acontecer aquí?” (¿qué va a pasar aquí?) es la frase que preside los carteles que obligatoriamente se colocan en las obras que se efectúan en edificios y calles de Lisboa. Se informa en ellos del objeto de los trabajos, quién es el arquitecto encargado o el plazo de ejecución. También es el título de un documental (se puede ver en este enlace) del colectivo artístico Left Hand Rotation sobre la debacle que ha supuesto para las capas más desfavorecidas de la población portuguesa, aunque no solo para ellas, la conversión del mercado inmobiliario local en la palanca de la recuperación económica tras la crisis financiera que estalló en 2008. Y cómo distintos colectivos sociales están tratando de revertir esta dinámica especulativa y han conseguido algunas victorias.
El llamado “milagro económico portugués”, capitaneado por un gobierno de coalición entre socialistas, comunistas y el Bloco (aliado de Podemos), consiguió devolver al PIB a la senda del crecimiento y consolidar las cuentas del país, pero no sin dejar cadáveres por el camino, a tenor de lo que explican portavoces de asociaciones por el derecho a la vivienda en el país vecino.
“La intervención de la troika supuso empezar a aprovechar el mercado inmobiliario como palanca para la recuperación económica”, explica Luis Mendes, del colectivo Morar em Lisboa. El memorándum redactado por el equipo de la Comisión Europea, el BCE y el FMI que se encargaba de supervisar las iniciativas económicas tomadas por los países “rescatados” provocó de manera directa cambios en la Ley de Arrendamientos Urbanos portuguesa.
Se liberalizaron los desahucios (es decir, se posibilitaron por vía administrativa, sin orden judicial). Al mismo tiempo, en la capital lusa los pisos turísticos se multiplicaron sin control. Hace algo más de un año el Gobierno luso empezó a limitar ambos fenómenos. En el caso de las expulsiones de inquilinos por las subidas de precio, que afectan con especial dureza a ancianos que viven en zonas céntricas, se ha prohibido por ley desalojar a mayores de 65 y personas con discapacidad que lleven más de 15 años viviendo en el mismo lugar.
Pero estas medidas, si bien han mejorado la situación, no la han resuelto, según el documental, y para compensar el empuje de otras anteriores. El Gobierno luso, aconsejado o presionado por la troika, también había aprobado ingentes beneficios fiscales para la inversión extranjera y, al igual que en otros países como España, las llamadas “golden visa”, visados concedidos a cambio de inversiones, entre otras, inmobiliarias.
“El mecanismo por el que las fortunas invierten en suelo y ladrillo en distintas partes del mundo a la espera de que el valor aumente se conoce como store money”, recuerda Rita Silva, de Habita. La ciudad de Lisboa es en estos momentos la ciudad favorita para la inversión de fondos inmobiliarios, según la consultora PWC, y ha experimentado una subida de los alquileres de un 55% en los últimos cinco años.
Un ejemplo de estos procesos que refleja el documental es el edificio Santos Lima, situado en la zona del Puerto de Lisboa, uno de los que se ha puesto de moda. Era propiedad de una empresa industrial y se construyó para albergar a las familias de los trabajadores. “En aquel momento la relación de explotación era el trabajo, no la vivienda”, opina Silva.
En un estado muy deteriorado, pero aún con sus vecinos dentro, hace pocos años fue comprado por dos millones y revendido una semana después por siete, por una empresa (Buy2sale) cuya única actividad es adquirir activos a un precio para venderlo rápidamente a otro superior. Ahora se están tapiando las puertas de las casas no habitadas y echándolas abajo, afectando a las ocupadas. Intentan que quienes aún viven allí se acaben yendo, probablemente con la idea de hacer apartamentos de lujo para estancias de corta duración. “Nos quieren echar de aquí”, dice una vecina. “¿Quién? realmente no lo sé, no sé quien es el propietario”, continúa.
El turismo y el inmobiliario: Apostar todas las cartas
Alrededor del 20% de los portugueses son pobres, entendidos como tales quienes viven con menos de 470 euros al mes. El sueldo más habitual es de 700 euros, según recalca María Joao Acosta, también del colectivo Habita. En el contexto de precios cada vez más elevados, el pasado junio el Ejecutivo luso puso en marcha la llamada ley de alquiler accesible, basada en ofrecer ventajas fiscales a los propietarios que pongan su vivienda en alquiler por un precio en torno a un 20% menor que el de mercado. “¿Accesibles para quien?”, se pregunta Acosta, “si tienes un salario de 900 euros, un 30% (tasa recomendada de asequibilidad) son 300 euros”. Según el programa, el precio de un estudio en Lisboa no puede exceder los 600 euros, no se puede pedir más de los 1.150 euros por un piso de dos habitaciones ni 1.700 en el caso de una casa grande de 5 habitaciones.
“El turismo solo viene a reforzar los procesos de revalorización financiera (...) En el centro de la ciudad prevalecieron durante mucho tiempo unos alquileres relativamente bajos. Eso permitió un centro mixto, con mezcla social, sano para una ciudad. El turismo está destruyendo esa diversidad”, explica por su parte Luis Mendes. “No es muy sensato apostar todas las cartas a un solo tipo de actividad. Una economía muy centrada en el turismo y en el inmobiliario es una economía que tiene muy poco control sobre sí misma. acaba completamente a merced de de los flujos y los mercados internacionales”, abunda Rita Silva.
Principales afectados: mujeres, racializados y pobres
El documental de Left Hand Rotation –un colectivo artístico en activo desde 2005 que desarrolla proyectos colectivos que “articulan intervención, apropiacionismo, registro y manipulación de vídeo”, según su propia definición– se detiene en los casos concretos de colectivos singularmente afectados por el problema del acceso a la vivienda en el Portugal actual.
Las mujeres, explica Sara Fernández, de la Assambleia Feminista de Lisboa, están entre ellos. “El problema de la violencia doméstica no podrá resolverse si no entendemos que una mujer tiene derecho a tener un hogar (...) muchas mujeres son cuidadoras sin un sustrato financiero”. De nuevo, la entrevista a una voz autorizada de los movimientos sociales se sustenta en un ejemplo concreto. En este caso, el de Nazaré Jorge, desahuciada de la casa en la que cuidó de su tía durante 40 años, en Marqués de Pombal, sin ningún tipo de salario ni derecho a pensión por no haber tenido contrato de trabajo. Gracias a los movimientos por la vivienda digna consigue un techo temporal en una casa de acogida.
Otra de las caras de la especulación se vive en los barrios a las afueras de Lisboa, construidos por migrantes dentro del país que buscaron trabajo en la capital, y sustituidos después por los de otros territorios extranjeros, en muchos casos ex colonias portuguesas. Muchos de ellos fueron realojados en zonas urbanas sin apenas transportes ni servicios, pero otros miles aún siguen en casas que, en muchos casos, deben calificarse de chabolas.
Con el encarecimiento paulatino de la vivienda y de los suelos, algunos de estos barrios de infraviviendas empezaron a ser objeto de deseo de las promotoras inmobiliarias y a ser adquiridos por empresas que directamente expulsaron a sus habitantes, que carecían de derechos de propiedad por escrito de los lugares en los que moraban. Un grupo de familias que se negaron a desalojar y que ocuparon un Ministerio logró ser realojado. En todo momento el documental hace hincapié en la importancia de la organización social para tratar de defenderse en estos procesos, y muestra logros obtenidos tras las protestas, como la paralización de algunos proyectos para transformar espacios públicos en privados.
A las personas con un color de piel distinto al caucásico todo se les complica todavía más, como muestra el testimonio que ofrece ante el ayuntamiento una madre de dos escolares que fue expulsada de su casa por su expareja y a la que nuevamente el casero quiere echar años después. “Mi hijo mayor me dice que quiere dejar el instituto para ayudarme. Pero yo le digo 'no puedes hacerlo, eres negro, no puedes dejar de estudiar. Hay un estigma”.
Esta mujer continúa aportando otra de las claves del problema de la vivienda que se exponen en el documental: los pisos cerrados y vacíos. “Es una de las dimensiones fundamentales de la especulación. Cuanto más degradados y más céntricos, más beneficio para el inversor. Los edificios habitados no tienen tanto valor. El factor humano es un obstáculo para la reventa”, resume Silva. Un hecho combinado con que Portugal tiene una de las menores tasas de Europa de vivienda de alquiler social (2%, por encima del que se calcula en España, en todo caso).
El mensaje que traslada el documental de Left Hand Rotation es que la lucha por la vivienda digna es transversal porque afecta a muy distintas poblaciones y sectores (mujeres, inmigrantes, ancianos y pobres, pero también la llamada clase media y trabajadora). “Debe haber momentos de convergencia (...) Lo importante es construir un polo con todas estas personas. Y luego ya veremos lo que pasa”, afirma Rita Silva.