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El Gobierno deberá lidiar con una desaceleración de la economía que puede agravarse en los próximos meses

La vuelta a la actividad política tras el verano se está viendo acompañada (y en parte alterada) por la publicación de una serie de indicadores económicos poco halagüeños. Si el lunes se conocía que en julio visitaron España un 4,9% menos de turistas extranjeros (aunque con una subida del gasto medio por turista) el martes se iniciaba con los peores datos de paro en agosto desde 2008 (se destruyeron 202.966 empleos el mes pasado).

El Partido Popular se ha apresurado a achacar a la llegada del gobierno socialista este empeoramiento de la economía. “Hay ya alarmas e indicadores que nos hacen pensar que la crisis que se estaba resolviendo todavía puede estar apostada a la vuelta de la esquina en nuestro país”, ha dicho el líder de esta formación, Pablo Casado.

Lo cierto es que, aparentemente, la desaceleración de la economía ha coincidido con la llegada del gobierno socialista en junio de este año, pero según los expertos consultados, es falaz relacionar ambos acontecimientos. “Apenas ha habido acción de gobierno así que difícilmente podría ser la causa, y por otro lado no estamos viendo tensiones en los mercados financieros”, reflexiona Ángel Talavera, de la consultora británica Oxford Economics.

El Gobierno espera un crecimiento del PIB para 2018 y 2019 del 2,7% y 2,4%, respectivamente, aún un avance robusto, pero cada vez menor, como ha venido ocurriendo desde el pico del 3,4% de 2015. Fuentes del Ministerio de Economía han señalado a eldiario.es que de momento se mantiene la previsión de crecimiento para este año y que no tienen la impresión de que la desaceleración sea superior a la prevista. Recalcan que el Ejecutivo de Rajoy ya reflejaba en el Programa de Estabilidad y Crecimiento que remitió a Bruselas el pasado abril que factores como el fin del petróleo barato iban a afectar a la economía española. La idea del actual Ejecutivo es que el crecimiento sigue siendo sólido, aunque se haya moderado.

Razones de la desaceleración

Las razones de la desaceleración de la economía española deben buscarse para empezar en la caída del consumo privado, apunta Raymond Torres, director de Coyuntura y Análisis Internacional de Funcas. La subida de los precios, que no está acompañada por una mejora de los salarios, generó que en 2017 el gasto de los hogares creciera el 2,5%, medio punto menos que en 2016. Para el bienio 2018-2019 el servicio de estudios de BBVA estima que avanzará en torno al 2%. En el primer semestre de 2018 cayó la demanda de gran consumo (supermercados, hipermercados y tiendas de alimentación) por primera vez en cuatro años.

Otra de las razones debe buscarse en la fluctuación cíclica de la economía. “Llevábamos bastantes meses de crecimiento prolongado, a pesar de que las bases de la recuperación fueran débiles y de que la economía española se estaba sirviendo de los famosos vientos de cola (a saber, el turismo, los precios de la energía y las políticas de expansión cuantitativa del BCE) que llegan a su fin”, explica la economista e investigadora doctoral en macroeconomía y desigualdad en la Universidad Libre de Bruselas Lídia Brun.

En este sentido, a partir de 2014 se generalizó la recuperación en la Eurozona, tanto por las razones citadas por Brun como por la depreciación del euro, recuerda el economista Eduardo Garzón. “Estos vientos de cola no iban a ser eternos”, añade.

“Hacía ya tiempo que se anticipaba una desaceleración del crecimiento así que en ese sentido no es una gran sorpresa, de hecho hasta ahora la economía española había estado resistiendo mejor de lo que se esperaba teniendo en cuenta que el entorno europeo e internacional ha empeorado bastante con respecto al año pasado”, abunda Ángel Talavera.

Según los expertos consultados, la economía ya daba señales de agotamiento antes del cambio de Ejecutivo en una moción de censura en junio pasado. “Desde luego que no es culpa del nuevo gobierno. Ningún economista serio afirmaría lo contrario, y me parece de una desfachatez supina decir esto”, recalca Brun.

También Talavera, de Oxford Economics, señala que él, personalmente, no liga al nuevo gobierno la desaceleración de los indicadores macroeconómicos: “Primero porque de hecho apenas ha habido acción de gobierno así que difícilmente podría ser la causa, y por otro lado no estamos viendo tensiones en los mercados financieros (como por ejemplo en Italia) que podrían sugerir que los mercados están nerviosos ante de la perspectiva de cambios de política económica”.

¿Qué puede pasar a partir de ahora?

Para los próximos meses, Talavera cree que cabe esperar una continuación de esta tendencia de desaceleración, “que tampoco tiene por qué ser un drama porque España sigue creciendo a muy buen ritmo y por encima de la media europea”.

En cuanto al próximo fin de la política de compra de bonos del BCE opina que lo normal es que se traduzca en una subida progresiva de los tipos de interés “pero en condiciones normales no debería ser traumática porque el BCE va a mantener los tipos bajos durante bastante tiempo y de hecho seguirá reinvirtiendo los bonos que maduran en su portafolio, es decir comprando deuda para mantenerlo constante”. Añade que el problema vendría en una situación con tensiones en los mercados financieros como las de años pasados o como la italiana hace poco. “Es difícil saber cuánto puede impactar el hecho de que el BCE ya no esté comprando deuda”, recalca.

Pero no todo son malas perspectivas. Según Raymond Torres, de Funcas, se pueden contemplar en el horizonte algunos elementos positivos como la subida en la inversión residencial y en la compra de bienes de equipo. Gracias al reciente acuerdo salarial en el que se pactó un sueldo mínimo en convenio de 1.000 euros en 2020, cree que el consumo privado puede aguantar.

Para Lídia Brun es pronto para saber qué parte de estas tendencias forman parte de una cuestión estacional y qué parte forma parte de una tendencia estructural si es que la hubiera. “Otra cosa es que la recuperación económica, no sólo la española sino también a nivel mundial, ha sido muy débil, porque los sectores públicos no han hecho uso de su capacidad fiscal para sostener la demanda de manera persistente e invertir en la economía para sentar las bases del crecimiento futuro”. Añade problemas como el aumento de la desigualdad, la hipertrofia del sector financiero respecto a la economía real y una subida de los precios del alquiler que se come cada vez más parte de los sueldos y que afecta al ahorro y al consumo.

“El problema es que la dinámica actual española, con un gran apalancamiento del sector público y elevado en el sector privado, y poco espacio fiscal debido a las restricciones impuestas tanto por el diseño institucional de la zona euro como por la posición dogmática y errónea respecto a los déficits públicos, es difícil que haya un gran margen para revertir estas tendencias”.

Otro que también opina que es pronto para saber si los actuales indicadores seguirán el camino de la recesión es Eduardo Garzón. Aunque sí tiene claro que “mientras que el Gobierno se pliegue a las exigencias de déficit de la Comisión Europea, favorecerá este escenario”.

La batalla por el relato de Sánchez

En el Gobierno admiten que hay una “leve” desaceleración de la economía, pero huyen del alarmismo. El ministro de Fomento, José Luis Ábalos, ha asegurado que la economía española “se está resintiendo” pero no tanto como otras de Europa. Aunque Sánchez asegura que la acción de Gobierno no quema tanto como estar en la oposición, Moncloa tendrá que hacer frente a un empeoramiento de los datos que inevitablemente le pondrán sobre el espejo la rémora de la gestión económica de José Luis Rodríguez Zapatero.

Además de pelear con los datos macroeconómicos, el Gobierno se enfrenta a una ardua negociación de los Presupuestos Generales del Estado que por ahora ha dado pocos frutos. Ese será el punto de inflexión de la legislatura y el fracaso en su aprobación puede ser un golpe duro para Sánchez, que aprovechó los problemas de Mariano Rajoy para sacar adelante las cuentas públicas para poner en entredicho su continuidad.

La negociación de los presupuestos también reflejará unas prioridades del Ejecutivo que ya ha tenido que renunciar a algunas de sus propuestas estrella. Por ejemplo, deja en el aire el impuesto a la banca o a la derogación completa de la reforma laboral por falta de apoyos. La “corresponsabilidad” a la que apela el presidente para sacar adelante sus propuestas, entre ellas las cuentas para 2019, emplaza directamente a los de Pablo Iglesias pero también a las fuerzas independentistas. Catalunya es uno de los frentes que Sánchez tiene abiertos y para el que Moncloa perfila escenarios posibles ante del desconocimiento del plan concreto de Quim Torra. No obstante, Sánchez está convencido de que la situación no pasará de la “inflamación verbal”.