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La discriminación indirecta es la que agranda la brecha salarial de género

EFE

Madrid —

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La visión estereotipada del trabajo realizado por mujeres es la principal causa de la discriminación salarial, que casi nunca suele ser directa y que se encuentra en cuestiones más difíciles de detectar como complementos, horas extra o categorías diferentes para puestos de trabajo de igual valor.

Los expertos coinciden en señalar que se trata de un fenómeno global, ya que en mayor o menor medida las mujeres tienen más complicado que los hombres en todo el mundo el acceso y la promoción en el mercado laboral.

En España la igualdad salarial es un principio constitucional garantizado por ley, cuyo incumplimiento es sancionable, a pesar de lo cual existe una brecha del 14,9 % según Eurostat -que mide el salario por hora sin ajustar- y del 22,9 % según el Instituto Nacional de Estadística (INE) -que mide el salario anual y tiene en cuenta factores como ocupación, jornada o contrato-.

¿Dónde se abre la grieta que separa a hombres y mujeres teniendo en cuenta que es ilegal pagar diferente salario por igual trabajo? La respuesta hay que buscarla en aspectos menos obvios que tienen que ver con los condicionantes de género presentes en el mundo laboral.

La web sobre igualdad salarial de la Comisión Europea (CE) explica que los trabajos que requieren esfuerzo físico y suelen realizar los hombres están mejor valorados que otros realizados mayoritariamente por mujeres y que se considera que reflejan “características femeninas”.

En este sentido, expone que cuando las mujeres se concentran en ocupaciones predominantemente femeninas, como la limpieza, tienden a ganar menos que los hombres que tienen capacidades equivalentes en ocupaciones predominantemente masculinas, como la recogida de basura.

“No está superada la visión sexual del trabajo”, dice a EFE la socióloga experta en género Ángeles Briñón, que se dedica a asesorar a empresas en materia de igualdad.

“Las capacidades de las mujeres están minusvaloradas (...) Se sigue viendo su salario como secundario y se tiende a pensar que solo valen para determinados empleos”, añade Briñón, que asegura que es la discriminación estadística (el hecho de poder ser madre, más allá de la propia maternidad) lo que penaliza a la mujer en el mercado laboral.

De parecida opinión es el profesor titular de Fundamentos del Análisis Económico en la Universidad Complutense, José Ignacio Conde-Ruiz, quien asegura que los empresarios suelen prejuzgar a las candidatas femeninas porque en la sociedad son las mujeres las que asumen mayoritariamente las cargas familiares.

“Basta que ellos crean que va a ser así para que al final sea así”, afirma el también subdirector de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), que asegura que muchas veces son las propias mujeres las que se retiran de la competición por un puesto porque asumen que la valoración no va a ser justa.

A su juicio no es casualidad que se contraten a más mujeres en las orquestas desde que se generalizaron las audiciones ciegas, razón por la que se muestra partidario no solo de medidas como el curriculum ciego (en el que no consta el sexo del candidato) sino de imponer políticas graduales y temporales de cuotas en determinados puestos para acelerar la transición a un equilibrio más justo.

“Con las cuotas se rompe el techo de cristal, se tira hacia arriba del resto de las mujeres y se ayuda a romper estereotipos”, argumenta Conde-Ruiz, que se queja de la falta de modelos de referencia para las niñas.

Los estereotipos no solo segmentan el mercado laboral, sino los propios estudios universitarios, ya que expulsan a las mujeres de ámbitos que parecen no estar hechos para ellas, como la informática o la ingeniería.

“Por eso es tan importante visibilizar a las mujeres en los puestos de responsabilidad”, insiste Ángeles Briñón, que comparte la idea de que las cuotas obligatorias son necesarias, aunque no sea el escenario ideal, porque solo así se va a favorecer el cambio.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) sostiene en un informe de 2016 que si no se actúa sobre la situación actual, la brecha salarial de género tardará más de 70 años en cerrarse por completo.

Esto hace también necesario atajar la fuerte desigualdad en el reparto de las tareas domésticas y el cuidado de hijos y mayores, ya que según la CE, aunque los hombres pasan más horas que las mujeres en el lugar de trabajo, son ellas las que hacen las jornadas laborales más largas al sumar las horas de trabajo no remuneradas.

En un reciente estudio de Fedea, Conde-Ruiz destaca que casi el 70 % de las horas dedicadas al trabajo doméstico no remunerado en España (incluido el cuidado infantil) las hacen mujeres, lo que demuestra que la corresponsabilidad no ha progresado al mismo ritmo que la incorporación femenina al trabajo.

Ante esta situación los expertos abogan por bajas parentales compartidas que fomenten el reparto equitativo del cuidado de los hijos, de manera que los hombres se retiren del mercado laboral el mismo tiempo que las mujeres.