Producir energía fotovoltaica es cada vez más barato. En concreto, un 77% desde el año 2010. Así lo acredita el último informe Costes de la generación de energías renovable [Renewable Power Generation Costs] de la Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA). Además, estiman que 2020 será el año en el que esta solución energética puede alcanzar un nuevo hito, siendo más barata que “el coste marginal de las centrales eléctricas de carbón existentes”. Una tecnología que se “están desarrollando a un ritmo muy superior al que los expertos más optimistas habían estimado”, se congratula la última memoria de la Unión Española Fotovoltaica (UNEF). La tendencia continuará en los próximos años. De acuerdo con una estimación Bloomberg New Energy Finance (BNEF) citada por UNEF, la energía fotovoltaica “seguirá reduciendo sus costes un 34%” hasta 2030.
En UNEF consideran que esto se debe “además de a una mayor conciencia ambiental, a una competitividad económica de las energías renovables”. En este punto ha tenido especial importancia “la bajada de precios de los módulos fotovoltaicos, que han disminuido su coste un 90% desde finales de 2009”.
Esto tiene que ver, por un lado, con la evolución tecnológica, puesto que “se han hecho inversiones necesarias en I+D+i que han propiciado esta mejora, que ha llevado a duplicar la productividad de cada célula”. Por otro, con las economías de escala. “Es un mercado muy sensible a la escalabilidad, y cada vez es más grande”, explica el director de esta asociación sectorial, José Donoso, en declaraciones a este periódico, donde recalca que “el precio no ha tocado suelo todavía”.
Donoso también destaca el papel de España en el desarrollo de la energía fotovoltaica. Para muestra, la potencia instalada prácticamente se ha duplicado en tan solo un ejercicio: entre 2017 y 2018 pasó de 135 a 262 megavatios. Esto se debe a la situación geográfica del país, que hace que “tenga más sol que los países europeos del norte”, pero también a la peculiaridad del territorio. Al haber poca densidad de población -y, por ende, grandes porciones de territorio deshabitados-, “hay mucho más espacios en los que crear grandes instalaciones fotovoltaicas, cosa que en Alemania, Reino Unido o Italia no pueden hacer”. “Gracias a esto, además de tener una energía limpia, va a ser más barata que en otros países”, apunta.No obstante, esto último va a hacer que “en España la mayor parte del desarrollo vaya a ser de proyectos a gran escala, mientras un 10% será autoconsumo”, ya que el mercado va a tender este tipo de megaproyectos. Según los cálculos de esta asociación, en las grandes plantas foltovoltaicas ya se produce “a la mitad de precio que en las tradicionales”. La media de producción de estas fue de “54 euros por megavatio a la hora, mientras que en la fotovoltaica se produce en el entorno de 25 euros”.
Esta semana se ha lanzado la Plataforma Ciudadana para una Transición Ecológica Justa, con un manifiesto crítico con el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-30 (PNIEC), elaborado por la Oficina Española de Cambio Climático y la Dirección General de Política Energética y Minas. “Fomenta la industrialización del campo mediante la implantación de megacentrales de producción de energía renovable (solar y eólica), lo que implicaría convertir al mundo rural en productor de energía destinada a la exportación”, denuncian.
Uno de sus impulsores es Javier García Breva, experto en políticas energéticas que dirigió el IDAE entre 2004 y 2005. García pide diferenciar entre “las instalaciones fotovoltaicas a gran escala, superiores a un megawatio, y las pequeñas, dirigidas fundamentalmente al autoconsumo y generación distribuida”. Entre las ventajas de esta energía, destaca que es “la única renovable que modulable: se puede instalar desde 1 a 200 megavatios y en cualquier lugar”. Por eso, critica que el PNIEC “no hace esta diferenciación” en un contexto en el que “se están impulsando grandes instalaciones fotovoltaicas de cientos de megavatios”.
Para este experto, otra clave de de las energías fotovoltaicas es que “pueden estar instaladas junto a un centro de consumo”. “Es la tecnología ideal para la generación distribuida, que significa convertir cada centro de consumo en un centro de generación”, detalla para recordar que “otras renovables no pueden hacerlo”.
Para una transición ecológica más potente, “el consumo fotovoltaico tiene que ser una norma obligatoria en la construcción de nuevos edificios”, sugiere a modo de ejemplo. Otra idea que propone es que se desarrollen “las infraestructuras de carga de vehículos eléctricos, porque España está a la cola: no hay que llevarlos solo a las carreteras, también a donde la gente vive o trabaja”.
“El autoconsumo fotovoltaico es una muy buena oportunidad para los ciudadanos, para el medio ambiente y para la economía española”, argumenta Lorenzo Olivieri, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid y experto en eficiencia energética. “Es una herramienta muy potente para reducir las facturas eléctricas, para reducir la huella de carbono de nuestro suministro energético y para generar empleos verdes”, expone para incidir en que “es una inversión muy rentable, tanto para las empresas como para los ciudadanos”.
¿Una alternativa totalmente limpia?
“Partimos del presupuesto que todas las actividades humanas, y todas las tecnologías, tienen un impacto ambiental”, subraya Olivieri. En el caso de los módulos fotovoltaicos -“especialmente los basados en silicio, que son los que se emplean mayoritariamente hoy en día-, considera que ”no incorporan materiales particularmente críticos en este aspecto“.
Como prueba, comenta que “prácticamente todos los materiales que se emplean para fabricarlos se reciclan”, como silicio, vidrio, aluminio, cobre, plásticos o plata. Pero, ¿qué ocurre con los que no? “Básicamente es el polímero que se usa para adherir las células al vidrio y aislarlas eléctricamente, que se quema para aprovechar su energía”, responde.
Sobre el gasto energético que requiere fabricar estos componentes, Olivieri calcula que “con la irradiación de España, se recupera en 2 o 3 años, mientras que la vida útil es del orden de 20 o 30 años, con lo cual la inversión energética también es rentable”. En cuanto a las baterías, construidas con litio, recuerda que “en la gran mayoría de los casos las instalaciones de autoconsumo no necesitan de baterías, al estar conectadas a la red eléctrica”.
Por su parte, García asegura que, bajo una perspectiva ecológica, en en la energía fotovoltaica “no hay ningún riesgo, porque es una tecnología madura”, aunque reconoce que las tecnologías más contaminantes de fabricación de algunas células solares o de baterías es “un asunto complicado”. “Fabricar baterías con otros materiales es uno de los focos de mayor investigación, por lo que cada vez habrá baterías más eficientes y menos contaminantes”.
El papel del regulador
En la apertura de la COP25, el Gobierno anunció que activaba la elaboración de la Estrategia Nacional de Autoconsumo. En concreto, se trata de establecer un escenario de penetración hasta 2030 de este tipo de energía que, tal y como señalan todas las fuentes consultadas, llega tarde a España. El objetivo es, además de estimar “la máxima potencia fotovoltaica para autoconsumo que podrá instalarse”, detallar también “la senda de crecimiento” para ese periodo y analizando “el impacto que la introducción de sistemas de acumulación tendría en el potencial técnico estimado”.
En UNEF celebran que el cambio de Gobierno ha propiciado que el papel del regulador sea “totalmente diferente al de antes, ahora hay una disposición muy buena”. “Lo que ahora se necesita en autoconsumo es superar barreras económicas y administrativas, aunque los principales se han eliminado gracias al decreto de autoconsumo, pero también al 15/2018”, explican a la par que añade que queda pendiente el hecho de la factura: “El precio tiene que acompañar a la transición ecológica”.
“Ha habido mucha prisa, en el mejor sentido de la palabra, en aprobar el decreto 15/2018, que echa por tierra todas las barreras que se habían creado para el autoconsumo”, coincide García. Lo siguiente, agrega, “es desarrollar esta cuestión, porque todavía quedan algunos flecos, como los excedentes del autoconsumo”. “El avance es estupendo, nadie pensaba que este Gobierno fuera a ser tan valiente en esta cuestión”, se congratula. “España ha tenido parálisis desde 2012 a 2018, y ahora se está recuperando”.
“La relación entre energía solar fotovoltaica y España ha sido de amor y odio”, comenta por su parte Olivieri. Lo ilustra de la siguiente forma: “En una década, hemos pasado por casi de todo. Desde primas a la generación muy apetitosas que hicieron que España fuera el primer mercado fotovoltaico mundial en 2008 a moratorias retroactivas a las renovables que aniquilaron el mercado, con impuestos al sol difíciles de justificar”.
Ahora, reconoce que el “marco normativo es muy favorable al autoconsumo”. “Estos altibajos han alejado a la sociedad de esta tecnología, y esto es una pena ya que estamos en uno de los países de Europa con mayor recurso solar: tenemos que recuperar rápidamente el terreno perdido”, concluye.