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España, a la cola de Europa en consumo de comercio justo

Las ventas de comercio justo -desde una tableta de chocolate, un paquete de café, un par de pendientes o un bolso- no han parado de crecer desde hace trece años. Han resistido, incluso, a una crisis económica que ha golpeado fuertemente al consumo. Sin embargo, España sigue a la cola de Europa en gasto en comercio justo por habitante: cada europeo gasta, de media, 11,4 euros al año en este tipo de productos, mientras que en España el gasto medio es de 0,71 céntimos anuales, según el último informe de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo.

Los datos muestran que el comercio justo es una alternativa más asentada en países como Suiza -con un gasto por habitante de 44 euros-, Reino Unido -32 euros por persona- o Finlandia -29 euros anuales per cápita-. Se trata de lugares, dice la Coordinadora, donde el comercio justo “forma parte de la cesta habitual de la compra de los hogares”. España es, en cambio, uno de los países donde el consumo medio por persona y año apenas llega a un euro. Por debajo se encuentran República Checa, Letonia y Lituania.

Hay varias particularidades que explican la posición de España en ese ranking. El informe señala varias, por ejemplo, el retraso con el que el comercio justo llegó a España, ya en los años ochenta, con veinte de retraso respecto a otros países europeos. “Administraciones Públicas, empresas privadas o medios de comunicación apenas se han involucrado en fomentar esta forma de comercio y consumo alternativo”, dice también la Coordinadora.

A pesar de esta brecha con Europa, en España el aumento de las ventas se ha sostenido durante los últimos años. En 2014, las ventas de este tipo de productos supusieron 33,2 millones de euros, un 6,6% más que el año anterior. El gasto anual por habitante ha pasado a ser de 23,8 céntimos en 2003 a los 71,3 actuales.

Supermercados y grandes superficies

El despegue del comercio justo en los últimos años ha coincidido con la llegada de este tipo de productos a los canales convencionales de distribución, es decir, supermercados y grandes superficies. “Justamente en 2008, año inicial del ciclo de crisis, fue cuando se puso en marcha la venta de productos con el sello Fairtrade por parte de empresas convencionales (sobre todo grandes supermercados y cadenas de restauración), lo que originó un notable impulso de las ventas a través de estos canales”, afirma el informe.

El sello Fairtrade es una certificación que garantiza que esos bienes han sido producidos en condiciones de comercio justo. Su uso ha servido de impulso para esta alternativa de consumo: la venta de productos certificados con esta garantía por parte de empresas convencionales se quintuplicó entre 2008 y 2009, y casi se duplicó en 2010 y 2011.

La otra cara de la moneda es la caída de las ventas en los pequeños comercios especializados. “Desde 2013, los canales convencionales mayoritarios venden más productos de comercio justo que las pequeñas tiendas tradicionales, lo que ha permitido llegar a un público más amplio, ensanchando la base social de la población que se ha sumado a esta forma de consumo. Quienes ya compraban comercio justo seguramente habrán reducido su gasto en estos productos durante la etapa de crisis, pero esta disminución se ha visto compensada por la llegada de nuevos consumidores”, asegura la Coordinadora en su informe.