“La moderación de la inflación es lo más grande que se ha hecho en política económica en mucho tiempo”, defiende un responsable del Gobierno de alto nivel que prefiere no ser citado. “Hemos sido mejores. Simplemente, los mejores en algo”, continúa. El relato podría pecar de 'triunfalista', sobre todo ante las dificultades de las familias más vulnerables para acceder a la vivienda y ante la asfixia de las subidas de precios en los supermercados. Pero lo cierto es que los datos muestran que, en el ciclo de la recuperación del shock de la pandemia, España ha reducido a mínimos la brecha de crecimiento económico con Alemania, el 'motor' de la eurozona.
El crecimiento de la actividad en nuestro país lidera a la UE en los últimos años, y no para de sorprender al alza. La resistencia del consumo de las familias ha sido crucial y consecuencia tanto del ritmo récord de creación de puestos de trabajo de más calidad como de las medidas contra la inflación —en España actualmente es algo superior a la media europea, pero bajó mucho más rápido en 2023 y es inferior en cifras acumuladas—. Este apoyo también se ha reflejado en la competitividad y fortaleza del sector exterior más allá del turismo, que es, por otra parte, el tercer componente importante en el avance reciente de la economía de España.
La 'herida' (el diferencial) en el crecimiento de la actividad, que ahora se ha estrechado, se abrió tras el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2008, y se agravó con la austeridad de los Ejecutivos del Partido Popular (PP) de Mariano Rajoy.
Según se observa en el primer gráfico de esta información, la brecha llegó a ser de 12 puntos porcentuales entre la evolución del PIB (Productor Interior Bruto) de Alemania y la de España en 2014, el peor momento de la gran crisis financiera para nuestro país. Apenas dos años después del rescate a la banca, en plena ola de ataques especulativos a la deuda del Estado, mientras se hacían palpables las consecuencias de los recortes de derechos y de los servicios públicos y mientras se ejecutaban miles de desahucios.
“Después de las crisis financiera mundial y de deuda soberana de la eurozona, Alemania emergió como la potencia económica del continente, dictando la política. Pero su reciente pobre crecimiento y sus errores han reducido su estatus”, señala Daniel Kral, analista de Oxford Economics, quien ha divulgado el gráfico.
Definitivamente, la economía de nuestro país ha salido mejor de la pandemia y de la crisis de inflación que los principales socios del euro con políticas de protección de las rentas de las familias y las empresas. Políticas muy diferentes a las de la crisis financiera y que se han centrado en evitar la destrucción de puestos de trabajo, en mejorar la calidad del empleo reduciendo la temporalidad y subiendo los salarios (sobre todo lo más bajos con la subida del SMI) y en controlar la escalada de los precios de la energía, que empezaron a aumentar desde 2021 y que se dispararon con la invasión rusa de Ucrania.
“Hemos desplegado una escudo social de más de 120.000 millones [desde 2020], con medidas que siguen vigentes”, ha defendido recientemente la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero. La brecha de crecimiento con Alemania era de siete puntos antes de la pandemia. Ahora, tras conocerse los últimos datos de avance del PIB, se ha estrechado a tres puntos porcentuales.
A finales de julio, el INE publicó el avance de la Contabilidad Nacional del segundo trimestre. La actividad en nuestro país (el PIB) avanzó un 0,8% entre abril y junio, respecto al arranque del ejercicio (de enero a marzo), igualando el crecimiento de ese periodo. En ambos casos, sorprendiendo al alza y liderando a los principales socios de la eurozona, lo que se ha convertido en una constante y apunta a transformaciones estructurales positivas.
La economía de Alemania se contrajo una décima, tras crecer en el primer trimestre y después de caer otras tres décimas en 2023. Su perspectiva para el conjunto de 2024 es de permanecer estancada, mientras que se espera que España avance un 2,5% o más, tras el 2,5% del año pasado. “España no sigue la pauta del conjunto de la eurozona, y muestra unas tasas de crecimiento significativamente superiores tanto a la media del grupo como a las grandes economías continentales”, reconoce Santiago Carbó, catedrático de la Universitat de València, en una tribuna publicada hace unos días por el centro de análisis Funcas.
“Alemania lleva tiempo entre las dudas y cierta flojera por su especialización industrial [que dependía de la energía 'barata'] y el cambio de modelo productivo en marcha. Una de las pocas buenas noticias de ese frenazo de la economía puede ser que el probable decaimiento de la demanda podría acelerar aún más la reducción de la inflación”, explica este mismo economista.
Hace algunos meses, Daniel Fuentes, doctor en economía por la Université Paris Nanterre y profesor de la Universidad de Alcalá, escribió en otra tribuna sobre “el freno alemán”. Según destacó: “Hay, entre otros, dos elementos idiosincráticos que deben tenerse en cuenta. El primero son los errores de política económica cometidos en Europa en los años inmediatamente posteriores a la crisis de 2008 [...]: una respuesta monetaria tardía y una política fiscal procíclica que, restringiendo el papel corrector del sector público, empeoró la situación. El segundo elemento [...] es el déficit de inversión en el que ha incurrido la eurozona a instancias de la economía alemana, un fenómeno que no es en absoluto ajeno a la burbuja inmobiliaria de principios de siglo, a la crisis financiera, a los años de austeridad y a la debilidad de las proyecciones económicas actuales”.
“El elefante en la habitación de la eurozona ha sido el exceso de ahorro alemán”, incide este experto. El Gobierno del canciller Olaf Scholz ha promovido una estrategia, denominada “iniciativa de crecimiento”, con la que pretende reactivar el crecimiento. Scholz y sus socios verdes y liberales han acordado 49 medidas para atraer mano de obra cualificada y reducir la burocracia. En marzo, aprobó la Ley de Oportunidades de Crecimiento, un gran paquete de estímulos fiscales.
El esfuerzo en este mismo sentido realizado por España desde 2020 ha elevado la deuda pública a máximos históricos en cifras absolutas. En relación con el PIB —la primera medida de su sostenibilidad— llegó a dispararse por encima del 120% en el año de la pandemia. Desde entonces, esta ratio se ha ido reduciendo. El Gobierno espera rebajar el déficit (el desequilibrio entre los ingresos y los gastos públicos, que se financia con deuda) y seguir creciendo a un ritmo superior al 2% en los próximos ejercicios para dejar la deuda por debajo del 100% del PIB, recuperando todo “el espacio fiscal perdido” por la pandemia y así cumplir con las reglas de estabilidad de la UE que se han reactivado este año.
Con “el consumo público” [en términos de Contabilidad Nacional] contenido, el despertar de la inversión de las empresas cobrará un papel crucial. Aquí, es vital el papel del Plan de Recuperación, que tiene su pico de incidencia en el PIB en este 2024 y en 2025, según explicó el ministro de Economía, Carlos Cuerpo. Partiendo de una absoluta atonía, muy relacionada con las subidas de los tipos de interés del Banco Central Europeo (BCE), la inversión de las empresas crecerá a un ritmo cercano al 4% en los próximos años, según las proyecciones del Ejecutivo.