El euríbor a un año cerró en el 3,86% en mayo y en su cálculo diario supera ya el 4%, un máximo desde finales de 2008. El índice respecto al que se calculan las cuotas de los préstamos sigue escalando tras la última subida de los tipos de interés oficiales del Banco Central Europeo (BCE), precisamente hasta el 4%, y la amenaza de continuar aumentándolos.
El euríbor encarece las hipotecas a tipo variable que se revisan en junio cerca de 300 euros cada mes, unos 3.600 euros al año, según el supuesto promedio que recoge el INE de un préstamo de 150.000 euros a 25 años, con un diferencial de un 1 punto sobre este índice de referencia. Y en julio lo hará todavía más.
También sube el coste de los préstamos nuevos o los que se subrogan, ya sean a tipo variable, a tipo fijo o mixtos, respecto a lo que han ofrecido los bancos en los últimos meses. En mayo de 2022, el Euríbor apenas se había despegado del 0%. Todavía faltaban dos meses para que el BCE decidiera comenzar a subir los tipos de interés oficiales en la eurozona para luchar contra la inflación.
Los bancos, los grandes beneficiados
La gran beneficiada por las subidas de los tipos y del Euríbor es la banca. Los ingresos por intereses de las entidades de nuestro país se dispararon un 43% entre enero y marzo, respecto al primer trimestre de 2022.
Los bancos ya avisaron en 2022 con el comienzo de las subidas de tipos de interés por parte del BCE que el verdadero impacto en sus cuentas llegaría en 2023. Y así está siendo.
Lo ha admitido hasta la presidenta de la institución, Christine Lagarde, quien reconoció hace unas semanas que, “hasta ahora, el endurecimiento de las condiciones de financiación no ha sido a expensas del negocio de los bancos, ya que el impacto positivo de las tipos más altos en los márgenes de interés de las entidades superó el impacto negativo en los menores volúmenes [la caída de los importes y del número de préstamos que se firman]”.
Las crecientes ganancias de los bancos favorecieron la creación por parte del Gobierno de un impuesto especial en 2022 y hasta el diseño de un paquete de medidas de protección para los hipotecados vulnerables. Pero las voces más críticas advierten de su insuficiencia si se pretende un reparto justo de las consecuencias de esta crisis de inflación y de la respuesta del BCE. Algunas incluso van más allá y avisan de la falta de competencia entre los bancos, que funcionarían en oligopolio (un puñado de entidades controlan la mayor parte del negocio) y del posible riesgo de que manipulen el propio euríbor.
El euríbor “debería prohibirse como referencia hipotecaria”, comentó Carlos Martín Urriza al elDiario.es, todavía como director del gabinete económico de CCOO, desde el que ha pasado recientemente a las filas de Sumar.
El economista propone como alternativa que las cuotas de las hipotecas se calcularan respecto al tipos de interés de la deuda pública a largo plazo. Esta opción existe en nuestro país para una media del tipo de interés de la deuda entre 2 y 6 años, según recoge el Banco de España, aunque apenas se utiliza.
Además, el experto que ha fichado Yolanda Díaz apuesta por “favorecer la portabilidad de hipotecas”. Es decir, por la creación de “un sistema de portabilidad, similar al que existe en la telefonía, con ofertas según perfiles de riesgo publicadas en la CNMC, para que las entidades no puedan rechazar a ningún cliente”, que está siendo en la actual crisis de inflación uno de los grandes problemas de la falta de competencia, que se observa en que la remuneración o rentabilidad de los depósitos no está acompañando al aumento del euríbor.
Más subidas de tipos
Tras la agresividad mostrada este jueves por el BCE, el FMI (Fondo Monetario Internacional) ha salido este viernes a pedir más subidas del 'precio' oficial del dinero en la eurozona y ha recomendado mantenerlo alto durante “un periodo prolongado”.+
El organismo ve “una inflación persistentemente alta” y aconseja a la institución que preside Christine Lagarde que la política monetaria siga endureciéndose, “manteniendo un sesgo restrictivo”. Es decir, dañando a la economía como única forma de combatir las subidas de precios.
Menos consumo, menos inversión, menos gasto... menos inflación. Estos son los objetivos del BCE y del resto de bancos centrales con el endurecimiento de la política monetaria. Porque, según defienden, son más dañinas las subidas de precios durante meses y meses que una recesión (una caída de la actividad), aunque finalmente conlleve destrucción de empleo.
¿La única manera luchar contra la inflación?
Los bancos centrales insisten en que no hay otra herramienta para moderar la inflación que las subidas de los tipos de interés. Pero su estrategia choca con distintas realidades de esta crisis de inflación. Por un lado está la necesidad de proteger a los más vulnerables y a los salarios en general de la pérdida de poder adquisitivo. Por otro, no se ha tenido en cuenta el éxito que han tenido medidas como el tope al gas para frenar la escalada del precio de la electricidad.
Y, por último, esta política monetaria tiene el riesgo último de provocar una recesión profunda y no tiene en cuenta ni el origen geopolítico del shock energético ni tampoco la relación de su segunda fase, la actual, con los beneficios de las empresas (la inflación por avaricia o expansión de los márgenes de ganancias, al trasladar todo o casi todo el aumento de los costes al consumidor).