Un mal verano para viajar en avión. Ese es el resumen rápido de la situación que se está viviendo en los grandes aeropuertos internacionales y en las operaciones de algunas de las principales aerolíneas. Se suceden huelgas de distintos colectivos –sean pilotos, personal de vuelo u operadores de facturación–, hay una evidente falta de personal en algunos aeródromos y siguen las cancelaciones forzadas porque las compañías, simplemente, no son capaces de responder a la demanda.
Un ejemplo claro es lo sucedido la semana pasada en Estados Unidos con la aerolínea SAS, participada por los Estados sueco y danés. Una huelga de pilotos por las condiciones de contratación de la compañía obligó a la empresa a declararse en suspensión de pagos en ese país al ser incapaz de hacer frente a un coste millonario, cada día de paro, de 13 millones de dólares. Solo el viernes, SAS canceló más de 180 vuelos, en una de las jornadas con más tráfico aéreo del año en Estados Unidos.
“Estoy entre la espada y la pared”, ha tenido que reconocer el consejero delegado de SAS, Anko van de Werff, en sus negociaciones con los sindicatos, según la información recogida por la agencia Reuters. “No estoy en condiciones de firmar un acuerdo que pueda condicionar que los inversores inviertan en nosotros. Si no tenemos inversores, no vamos a ningún sitió”, según su versión.
Esta huelga está provocando que centenares de vuelos se queden en tierra y, además, que la compañía tenga que buscar alternativas para conseguir que los pasajeros afectados puedan llegar a su destino. El motivo del paro es el modelo de contratación. Los pilotos de SAS rechazan que la compañía amplíe la plantilla en esta categoría a través de filiales, con peores condiciones que en la matriz. En cambio, sí están abiertos a revisar a la baja sus propios salarios.
Lo ocurrido con SAS es relevante por el trasfondo, porque conlleva una declaración de suspensión de pagos, pero no es ni mucho menos un caso único porque, a este lado del Atlántico, también se suceden las movilizaciones. De momento, una ha llegado a su fin. British Airways, que forma parte de IAG –el mismo consorcio del que forman parte Iberia y Vueling– ha sellado un acuerdo con los dos sindicatos que representan al personal de facturación en el aeropuerto de Heathrow. Han frenado las protestas después de que la aerolínea británica se haya comprometido a deshacer el recorte del 10% de salario que llevó a cabo como medida de choque porque la pandemia dejó todos sus aviones en tierra y su facturación se desplomó.
Esta situación, sumada a la falta de personal en muchos aeropuertos europeos, había llevado a British a anunciar la cancelación de hasta 10.300 vuelos de aquí a octubre, sobre todo de corto radio. Ahora, con este acuerdo con los sindicatos Unite y GMB, el panorama en Reino Unido no es tan negativo pero está lejos de recuperar la normalidad.
“Todos nuestros representados, que de forma predominante son mujeres con sueldos bajos, lo que querían era acabar con los recortes salariales que British Airways impuso con la pandemia, que amenazó con despedirlas y volverlas a contratar si se negaban. Ellas son las que dan la cara, diariamente, ante el enfado de los clientes”, explicó en declaraciones a 'The Guardian', la representante del sindicato GMB, Nadine Houghton.
No es la única aerolínea que toma algo de oxígeno: también las que operan en los aeropuertos parisinos, después de que el grupo Aéroports de Paris (ADP) haya aceptado una subida salarial de un 3% para cerca de 1.800 empleados. Pero eso no acaba con el temor a problemas. “Soy prudente, pero hemos tenido conversaciones muy relevantes, impulsadas por el Estado, entre los trabajadores y el equipo gestor de APD, también con SNCF”, aseguró hace unos días el ministro de Transportes francés, Clement Beaune. Esta última compañía, el operador ferroviario dueño de Ouigo, también tiene convocados paros porque la plantilla reclama mejoras salariales.
Una subida de sueldos tampoco es suficiente para mitigar el malestar en unos trabajadores que, en muchas ocasiones, no han recuperado las condiciones laborales que tenían antes de la pandemia, situación agravada por el actual pico de inflación. Así le ocurre a Transavia, la enseña 'low cost' de Air France-KLM que ha dejado abierta la opción a paros, de aquí a septiembre, según ha señalado un portavoz a la agencia estadounidense Bloomberg.
Paros de Easyjet y Ryanair en España
En otros casos, las movilizaciones pasan factura. Así ha ocurrido en Easyjet –que es una de las aerolíneas con más paros convocados, también en España–, que se ha cobrado a su director de operaciones, Peter Bellew, porque su gestión en los últimos meses no ha sido suficiente para evitar la cancelación de centenares de vuelos. En España, la cadena de bajo coste tiene pendientes seis jornadas más de huelga (15, 16, 17, 29, 30 y 31 de julio) que afectarán a las operaciones en los aeropuertos de Málaga, El Prat de Barcelona y el de Palma de Mallorca.
Los tripulantes de la compañía paran en España como medida para tratar de mejorar sus condiciones laborales en el nuevo convenio. El sindicato USO, que tiene afiliado al 80% de los tripulantes sindicados de la aerolínea, ha criticado la actitud de la empresa en este proceso de negociación, en el que exigen que el salario base se vaya equiparando progresivamente al que tienen otros trabajadores que realizan las mismas funciones, por ejemplo, en Francia.
También la renegociación del convenio colectivo ha estado detrás de los paros en las últimas semanas de Ryanair, que ha derivado en críticas entre representantes sindicales (USO y Sitcpla) y la dirección del grupo irlandés. Los primeros aseguran que, durante la huelga del inicio de verano Ryanair no cumplió los servicios mínimos, porque no anuló vuelos, y trajo tripulantes de cabina de otros países. Por ello, considera que se habría “vulnerado el derecho de huelga” de la plantilla, según indicaron los representantes de la plantilla, lo que derivaría en una denuncia ante la Inspección de Trabajo.
Lo de Ryanair en España es diferente porque lleva aparejada una clara bifurcación de caminos entre los sindicatos que representan a sus tripulantes de cabina. A finales de mayo, la multinacional selló un acuerdo con CCOO para mejorar tanto las condiciones salariales, como de horario mínimo y de garantía de contratación por parte de la empresa, que solo son aplicables a los afiliados a este sindicato, no a los de USO y Sitcpla. Tras esta división sindical, el consejero delegado de Ryanair, Eddie Wilson, aseguró que, con su convocatoria de huelga, USO y Sitcpla “solo quieren salir en los periódicos” y “no tienen nada que ofrecer más que caos y ruido”. Respecto a la crítica de que Ryanair reemplazó tripulantes de cabina en huelga con empleados de otros países, afirmó que eso eran “tonterías” porque “la ley nos permite cubrir esos vuelos con tripulación de otros países”.
Las movilizaciones de las dos aerolíneas 'low cost' no son los únicos problemas de los aeropuertos en España desde que comenzó la temporada vacacional en la pasada Semana Santa, aunque hay diferencias con respecto a lo que ocurre en otros aeropuertos europeos. Aquí la falta de personal se ha achacado, por parte de las aerolíneas y de empresas turísticas, a la falta de efectivos policiales en los controles de pasaportes, lo que conlleva más colas de pasajeros, más aún cuando los británicos –tras el Brexit– también tienen que pasar por ellas.
Tiempos de espera que conllevan retrasos y pérdidas de conexiones que “afectan negativamente a la imagen de España como destino”, según aseguró el presidente de la Asociación de Líneas Aéreas (ALA), Javier Gándara. “Esas imágenes pueden hacer que se vayan a algún país vecino en lugar de España”, dijo. Sin embargo, aquí los problemas de colas, retrasos, cancelaciones de vuelos, pérdidas de conexiones y de equipajes que llegan tarde porque los operarios no tienen tiempo de subirlos antes del despegue, son considerablemente inferiores a los de otros aeródromos europeos.
Heathrow se disculpa
En los aeropuertos españoles no hay problemas de falta de personal. Durante los meses de la pandemia y de las restricciones a la movilidad, Aena recurrió a los ERTE Covid y la plantilla volvió a su puesto en cuanto volvió el apetito por viajar y se levantaron las limitaciones. No ha ocurrido lo mismo en otras instalaciones, como Heathrow en Londres o el de Schiphol en Ámsterdam, que no tienen los mismos trabajadores de tierra que antes de la COVID-19. También, como la mencionada subida de sueldo que han exigido los trabajadores de British, hay un problema de sueldos, que puede derivar en más cancelaciones y problemas si no se refuerzan las plantillas. La alemana Lufthansa ha anunciado problemas para realizar esta semana todas las operaciones programadas y el grupo francoholandés Air France-KLM ha asumido que va a tener que anular alrededor de una veintena de vuelos diarios de aquí a finales de agosto.
Y llegan las disculpas. Este lunes, el consejero delegado del aeropuerto de Heathrow ha pedido perdón a los viajeros. “No hemos podido prestar un buen servicio a los viajeros”, ha reconocido John Holland-Kaye a través de un comunicado. La justificación que da el gestor del aeropuerto es que el crecimiento en estos últimos cuatro meses ha sido el equivalente en intensidad a lo ocurrido en los últimos 40 años. A eso se suma que no hay la misma plantilla que en 2019. El aeropuerto londinense reconoce que comenzó a contratar personal, ante la vuelta a la normalidad del turismo, el pasado noviembre. Sin embargo, hasta finales de este mes de julio, no prevé recuperar los niveles de personal previos a la COVID-19.
El aeropuerto londinense es uno de los que sí publica las condiciones laborales de las ofertas de trabajo que publica. Por ejemplo, actualmente tiene abiertas vacantes dentro de sus servicios de seguridad. Por ese puesto ofrece un salario de 12,13 libras la hora, en dos opciones de turnos: de 10 horas en sábado y otras tantas en domingo; o de 8,5 horas diarias entre semana. Una retribución que no está lejos de los 12,63 euros la hora que el aeródromo holandés de Schiphol ofrece para quienes se encargan de los equipajes. Un trabajo en diferentes turnos que, de promedio, está entre las cinco y las ocho horas diarias.