La economía española no ha registrado un despegue tan fulminante ni vertical como predecían instituciones multilaterales como el FMI o la OCDE, la propia Comisión Europea, el Gobierno o una parte substancial de los análisis privados. Pero la salida de la peor recesión desde la Guerra Civil, por efecto de la Gran Pandemia, ha sido lo suficientemente fulgurante como para situar al PIB hispano a la cabeza del dinamismo en 2022. Así lo refleja el Fondo Monetario Internacional en su informe de Perspectivas de la Economía Mundial de otoño. En el que, si bien relega el retorno a la prosperidad español a un ritmo inferior al de cuatro de las economías del G-7 (Reino Unido, Francia, EEUU e Italia, por este orden, según el vigor que han cobrado sus niveles productivos nacionales), constata que será la que mayor altitud alcance y la que dispondrá de una hoja de navegación más estable. Durante el conjunto del año próximo. A juzgar por el FMI, el PIB de España será el que más avance en 2022 entre las potencias de rentas altas. Un 6,4%; después de quedarse en el 5,7% este año. Siete décimas por debajo de los augurios primaverales del propio FMI -de apenas hace seis meses-, aunque 1,7 puntos más que el incremento emitido entonces para 2022.
El menor ritmo de la recuperación -que se inició en el segundo trimestre, con la aceleración de las campañas de vacunación de la Covid-19 y que ha sido certificado por el INE- se tornará en una velocidad de crucero que dominará el espectro industrializado global.
Los expertos de la institución multilateral asumen, pues, las tesis revisionistas del INE para este año; después de que revisara a la baja, en casi dos puntos el crecimiento del PIB entre abril y junio. Desde el 2,8% de su primera estimación, al 1,1% de su actualización de septiembre. Y corroborar el receso de seis décimas del primer trimestre del año, cuando arreció la quinta ola de la epidemia. Sin embargo, el Fondo mantiene el optimismo sobre la hoja de ruta española para el próximo ejercicio, pese a aminorar las trayectorias marcadas para este año por la OCDE -del 6,8%-, del BCE -del 6,3%- de la Vicepresidencia Económica, que la sitúa aún en el 6,5% o, incluso, del Banco de España que continúa otorgando al periodo estival un repunte trimestral del 2,7%. Sin entrar a valorar el instante en el que la economía española recuperará los niveles previos a la pandemia, que la OCDE retarda hasta bien entrado 2023 y el Gobierno ya a finales de este año, junto al empleo y la afiliación a la Seguridad Social. Debido a las altas cotas de incertidumbre que reina aún sobre la reanudación de las cadenas de valor, de los flujos tanto de comercio como de inversión y, sobre todo, del 'energy crunch' que ha dado señales de especial efervescencia en los prolegómenos y las primeras semanas de otoño por el paulatino y rampante encarecimiento de los precios de la energía y su repercusión en los recibos de la luz; en máximos históricos en toda la UE y China - además de otros mercados asiáticos- y que ya está haciendo mella en EEUU.
Unas dudas en las que también se ampara Moncloa para preservar su cuadro macroeconómico en las que conserva una predicción de crecimiento del 7% en 2022. “Es un período de grandes y rápidos cambios en la evolución a corto plazo de la actividad económica que, tanto por su origen como por su magnitud, suponen un reto estadístico sin precedentes”, señalaba el INE en su nota de aclaración. Mientras la vicepresidenta Nadia Calviño incidía en que “2021 va de menos a más” y en que “todos los indicadores confirmaban que la recuperación ya estaba en marcha” durante el segundo trimestre para justificar sus previsiones oficiales.
Tras la publicación de este informe el el secretario de Estado de Economía, Gonzalo García Andrés, ha señalado en su cuenta de Twitter que “el FMI certifica que España liderará el crecimiento económico en 2022, será el país más dinámico de la UE. Confirma que la recuperación va de menos a más y se intensificará. Prevé que se aceleren la reducción del déficit y la deuda”.
El FMI suscribe la doctrina del mercado sobre la reaparición del fantasma inflacionista, que ha hecho, a su vez, resurgir el espectro de la estanflación; economías al ralentí con elevadas subidas de precios. A partir del diagnóstico de la Agencia Internacional de la Energía (IEA, según sus siglas en inglés), que vincula el “fuerte incremento del gas natural”, entre otros, a un “mayor repunte de lo esperado de la demanda energética global” para satisfacer el vigor del ciclo de negocios post-Covid, “después de un largo y frío invierno” -el pasado- que “drenó los inventarios” en la UE y China, así como a las distorsiones del clima, que “han disminuido la generación de fuentes renovables, como la eólica, en las últimas semanas” y que agravaron las necesidades energéticas en Asia Oriental y América del Norte con las oleadas de frío del primer trimestre del año. A las que siguieron episodios de calor extremo en Asia y sequía en otras latitudes del planeta, como Brasil.
A estos factores hay que unir un déficit de planificación y retrasos en la reanudación de cadenas de valor tras la epidemia, que han creado rebajas productivas del gas natural licuado (LNG). Aun así, -dice el WEO- el restablecimiento de la actividad “ha seguido las pautas dinámicas previstas para el primer semestre”, debido a la evolución de las vacunas entre las naciones de rentas altas. Y pese a las “distorsiones” respecto a los mercados emergentes y en desarrollo. En gran medida, por la persistencia de los programas de estímulo fiscal y monetario. Aunque en el orden financiero, admite que las presiones inflacionistas generan incertidumbre coyuntural. Eso sí, “sin perturbar”, al menos de momento, la hoja de ruta de los principales bancos centrales de las naciones industrializadas - donde ha arraigado en mayor medida la subida de los IPC’S- en las que los incrementos de los tipos de interés se sitúan, según sus actas oficiales, a lo largo de 2023.
El FMI aleja el fantasma de la ‘estanflación’
En este terreno, el Fondo se desmarca de la estanflación. Considera que la subida de petróleo, de casi el 60% respecto a los niveles más bajos del barril en 2020, y de alrededor del 30% de las materias primas no energéticas -que ha impulsado la cesta de la compra por el encarecimiento del transporte sobre los alimentos, también al alza en los mercados internacionales- han sido la causa del ensombrecimiento de los IPC. Y los factores que han detonado los riesgos inflacionistas y el temor a la estanflación por primera vez desde la crisis del crudo de los setenta. Pero, a juicio de sus expertos, a pesar de la “incertidumbre”, volverá a su “rango pre- pandémico” a lo largo de 2022, “una vez se resuelva las embestidas entre oferta y demanda energética”, surjan tasas de mayor creación de empleo -todavía en valores previos a la Covid- 19 y se asienten dinámicas de digitalización y neutralidad energética.
Entre las potencias industrializadas, los IPC volverán a estar bajo control. Como en España, a la que pronostica un alza de 2,2 puntos durante todo el ejercicio actual, y un incremento seis décimas más modesto, del 1,6%, en 2022. Hasta situar el indicador, al término del año, en el 2,5% y en el 1,4% el próximo. Después de registrar una caída de medio punto en 2020. Para el conjunto de países de rentas altas, el FMI prevé una inflación del 2,8% este año y del 2,3% el siguiente. Frente al 5,5% y el 4,9% de las naciones emergentes.
El crecimiento, para el FMI, está encarrillado. La primera premisa de la estanflación tampoco se vislumbrará; ni en la órbita industrializada. A pesar de la rebaja de su dinamismo desde la pasada primavera. Tanto en EEUU, donde los cálculos del informe reflejan el descenso de inventarios y las disrupciones de las cadenas de suministro o el aminoramiento del consumo durante la fase estival. Como en Alemania, por la pérdida de su músculo manufacturero por el abastecimiento desordenado de los últimos meses. O en Japón, en cuyo PIB se refleja ya los efectos del cuarto estado de emergencia, decretado entre julio y septiembre. Pero que incorpora los recursos del plan de infraestructuras recientemente aprobado por el Senado y la legislación que fortalece la red de seguridad de los programas sociales; por un valor de 4 billones de dólares en gastos para los próximos diez años.
Además de los fondos Next Generation EU con avales y préstamos para sus socios. Al bloque de países de rentas altas les augura una “primera mitad de 2022 de fuerte rebote de la actividad”. No en vano, el FMI prevé un alza de su PIB conjunto del 5,9% este año y del 4,9% el próximo, tan sólo medio punto y dos décimas -respectivamente- por debajo del de los mercados emergentes; generalmente, bastante más dinámicos. Y a los que el FMI recorta en términos cuantitativos y cualitativos sus predicciones para 2022. La economía española crecerá ampliamente por encima del promedio de potencias industrializadas y mercados emergentes el próximo ejercicio.
Más dudas mantienen desde el Fondo sobre la creación de empleo, que experimentará altibajos. En general, “evolucionará con debilidad el empleo juvenil y el de baja cualificación”. Aunque en este caso, la reanudación de la generación de puestos de trabajo también dependerá de que se “reactiven las cadenas de valor, la producción de microchips y componentes industriales y de la normalización de los flujos y rutas comerciales”.
El intercambio de bienes y mercancías crecerá un 9,7% este año -tras la histórica contracción del 8,2% de 2020 en tiempos de paz-, ritmo que se ralentizará hasta el 6,7% en 2022. Lo que induce a pensar en la persistencia de ciertos cuellos de botella en el tránsito del comercio global. En especial, “en la distribución y el precio de los contenedores”. Con un alza del petróleo del 59,1% que sostendrá el precio del barril por encima de los 80 dólares actuales que marca el Brent, de referencia en la UE, con una mínima corrección del 1,8% en 2022, que aventura una “determinada estabilidad” que aleja varias predicciones -como la de Goldman Sachs- que no descartaba una cotización de tres dígitos.
“Inflación salarial nominal contenida”
De España, el fondo también otorga una mejora de la renta per cápita, con aumentos del 5,6% y del 5,9% que corrigen el descenso del 10,8% del año de la epidemia. Con unos salarios que van a preservar la moderación, incluso con el incremento del salario mínimo y su aumento gradual para 2021. Porque, en opinión del FMI, “la inflación salarial nominal” está siendo “contenida en ciertos países” -entre los que cita, además de a España, a EEUU, a Canadá, a Alemania o a Reino Unido-, “incluso después de los ajustes por los efectos de la Gran Pandemia”, las ayudas sociales y medidas relacionadas con el aumento de las pensiones“.
De hecho, a la economía española le concede un incremento intertrimestral anualizado entre octubre y diciembre del 7,4% este año. Dato que invita a presagiar que el ritmo de crecimiento se acentuará con más brío en el trimestre final de 2021. Pero que no se trasladará de inmediato en una mayor generación de empleo, ya que el fondo prevé una tasa de paro del 15,4% este año y del 14,8% en 2022 que deja a España como una de las tres únicas economías del euro -junto a la griega y la italiana- con dobles dígitos en su indicador respecto al conjunto de su población activa.