“Que tanga suerte”. Esta fue la breve declaración que hizo José María Aznar, recién elegido presidente del gobierno en 1996, cuando Francisco González llegó a la presidencia de Argentaria. Más de dos décadas después, el banquero se jubila como uno de los últimos reductos de los presidentes colocados por el dirigente popular para la privatización de las joyas de la corona de las empresas públicas españolas.
El año 1996 fue un ejercicio intenso para González, quien hoy ha anunciado su retirada de la presidencia de BBVA en favor de Carlos Torres. En marzo, el directivo vendió a Merril Lynch su sociedad de valores FG Inversiones Bursátiles por 3.700 millones de pesetas, tal y como cifran los medios de la época. Apenas dos meses después accedió a la presidencia del banco público Argentaria, avalado por la secretaría de Estado de Economía, ya bajo el Gobierno de Aznar.
Las crónicas señalan que, apenas unos instantes después de ser elegido presidente en sustitución de Francisco Luzón, anunció su intención de privatizar el último paquete que guardaba el Estado en la entidad financiera, un paquete que estaba en torno al 26% del capital.
Años más tarde, González acabaría siendo el responsable de integrar Argentaria en el BBV, creando la actual BBVA, empresa que presidió desde finales de los noventa. Una presidencia que ya tiene fecha de caducidad: 31 de diciembre de 2018, dentro de apenas tres meses.
Con González se cierra la etapa de los grandes directivos que privatizaron las empresas públicas españolas en la etapa del Gobierno del Partido Popular. González figura en el selecto grupo que ocupan otros nombres como César Alierta, responsable de privatizar Tabacalera, o Juan Villalonga, conocido compañero de pupitre de Aznar que fue el responsable de convertir Telefónica en una compañía privada.
Es también el final de la carrera, al menos en el área ejecutiva, del banquero actual más longevo, a sus casi 75 años. BBVA ha sido la última entidad que ha realizado el cambio generacional en su cúpula, como ya hicieran CaixaBank, con la dimisión de Isidro Fainé, o Banco Santander, tras el fallecimiento de Emilio Botín. González llegó a cambiar los estatutos hasta en dos ocasiones para poder mantenerse hasta los 75 años en el cargo.
González deja tras de si dos décadas de presidencia en la que ha tenido que afrontar una crisis financiera, la burbuja de las puntocom o las grandes privatizaciones en España. El presidente ha sido conocido por imponerse en su llegada a BBVA a los directivos de la entidad vasca, haciendo valer su posición y quedando como máximo dirigente del grupo.
También muestra de la resistencia de González fue aguantar las presiones que desde el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero se hizo, que intentó que la constructora Sacyr controlara el capital de la entidad. Aquel envite, que acabó siendo frenado por el Banco de España, fue impulsado por Miguel Sebastián, responsable de la oficina económica del presidente del Gobierno y antiguo empleado de la entidad financiera.
En su mandato, BBVA se convirtió en la segunda entidad española y centró parte de su estrategia en la expansión internacional. Una expansión que le ha permitido posiciones fuertes en Latinoamérica pero que no ha estado exenta de aventuras más complicadas, como el caso de Turquía. BBVA se hizo con el banco Garanti, una operación que ha sido puesta en duda ante la actual crisis financiera que vive el país. Tampoco salió bien la apuesta por Italia, donde acabó lanzando una opa por BNL en 2004 y que optó por acabar retirando. También fue fallida la incursión en China.
Los primeros años de González al frente del BBVA los afrontó con una mano derecha que hoy se mantiene al frente de uno de sus rivales, Juan Ignacio Goirigolzarri. El presidente de Bankia fue consejero delegado de la entidad durante los primeros años del siglo XXI. Precisamente por la entidad rescatada, González tendrá que pasar por la Audiencia Nacional a partir del mes de noviembre para declarar como testigo en el juicio de la salida a Bolsa de Bankia.
González tuvo que dirigir a la entidad durante la peor crisis financiera que ha vivido el país. Un periodo en el que se sirvió de la compra de las antiguas cajas como Unimm o Catalunya Banc para expandirse por Cataluña, un territorio donde BBVA tenía una presencia menor. Además, en este periodo se negó a la petición del ministro de Economía, Luis de Guindos, de aportar capital al banco malo, el conocido como Sareb.
El banquero deberá ahora adaptarse a una vida lejos del protagonismo que ha tenido en el sector durante los últimos años. Aunque la empresa todavía no ha explicado si González dejará el consejo de administración o si asumirá otros cargos honoríficos en BBVA, el directivo ya ha dejado caer su intención de dejar todas sus responsabilidades.
Torres, el esperado digitalizador del grupo
El testigo de la dirección del banco lo recoge ahora Carlos Torres, mano derecha de González durante los últimos tres años. Desde el comienzo, su nombre aparecía en todas las quinielas como el sucesor a la presidencia de la compañía.
Asume sus nuevas responsabilidades como el más joven de los presidentes de los mayores bancos de España a sus 52 años, como muestra de la nueva generación de banqueros en España. La jubilación de González deja a Josep Oliu, máximo responsable de Sabadell, como el directivo bancario más longevo, camino de los 70 años.
Torres llega a la presidencia de BBVA con una tarea clara: la digitalización. La banca española busca adaptarse con mayor velocidad a los cambios que están trayendo consigo para el sector las fintech y el resto de empresas tecnológicas. Este mismo miércoles la agencia crediticia Moody's ha publicado un informe en el que pone de relieve la creciente presión competitiva que van a recibir las entidades financieras, señalando incluso que pese a los esfuerzos que están haciendo los bancos, van a perder parte de su negocio minorista.
Precisamente, uno de los primeros cargos de Torres en BBVA fue como director del negocio de banca móvil. González ha remarcado en su mensaje de cesión del mando que Torres es un nombramiento continuista en la estrategia de la compañía, que ya había marcado en rojo la conversión en el negocio digital para los próximos años.
Antes de llegar a BBVA, Torres ya fue un hombre fuerte en Endesa, donde llegó a ocupar el cargo de director financiero de la compañía. Una empresa a la que llegó de la mano de Rafael Miranda y Manuel Pizarro a comienzos de los años 2000. Dejó el grupo en 2007, antes de dirigirse hacia BBVA. No sin antes jugar un papel relevante en la opa de Enel sobre la eléctrica española.
Su primera tarea, según ha indicado BBVA en el anuncio de su nombramiento, será elegir a su sucesor en el cargo de consejero delegado. Además, queda por ver si la entidad, que por ahora mantiene su estructura directiva, acaba optando por otro modelo de gobierno corporativo. Fue la principal señalada en España cuando hace unos meses una sentencia de la justicia europea pusiera en duda el funcionamiento de la figura del presidente ejecutivo en la entidades financieras.
Sobre la mesa tiene otros temas pendientes. El pasado verano ha mostrado la fragilidad que aporta al grupo su exposición a un mercado como Turquía con una crisis financiera latente que ha estado cerca de estallar en verano. Su presencia en el banco Garanti ha llevado al BCE a controlar de cerca su evolución. Fue junto a BNP y Unicredit el tercer banco europeo más expuesto a esta crisis.
Por último, bajo la batuta de Torres estará la estrategia en cuanto a la concentración en el sector financiero español. El nombre del BBVA ha aparecido en los últimos meses ligado a nuevas fusiones y, en concreto, a Bankia, si bien esta operación ha sido continuamente negada por los dirigentes de ambas entidades. En cualquiera de los casos, el próximo presidente de BBVA tomará estas decisiones desde una compañía que ha logrado desprenderse de buena parte de su exposición al ladrillo, gracias a acuerdos con fondos buitre.