Llevaba trabajando desde los 22 años y con los 49 cumplidos, Ramón (nombre ficticio) se quedó sin trabajo. Su empresa, una cadena de perfumerías, ejecutó un ERE y dejó la plantilla en el esqueleto, y a Ramón con la necesidad de buscar trabajo a una edad problemática; ya no es joven, pero tiene todavía 20 años de vida laboral por delante. Desde hace varios meses se viene presentando a ofertas que encajarían como un guante con su perfil, pero lo rechazan de plano. Él sospecha que no hay otro motivo que su edad.
Las suspicacias de Ramón tienen ahora pruebas empíricas, más allá de las estadísticas del paro. Un estudio de la Fundación Iseak, encargado por el Gobierno vasco, constató, con un experimento de campo, que a partir de los 45 años la posibilidad de recibir respuesta a una oferta de trabajo es prácticamente la mitad que a los 35; es decir, que hace falta enviar el doble de currículums.
El experimento, el primero de este tipo en España, consistió en enviar 1.600 solicitudes a 800 vacantes reales en el País Vasco, Madrid y Barcelona. Dos por cada oferta, de candidatos ficticios con formación y trayectorias casi indistinguibles, según explica una de las responsables del estudio, la catedrática de Economía de la Universidad del País Vasco Sara de la Rica, que explica que los resultados fueron inapelables. “Elaborar los perfiles llevó mucho tiempo. Es un experimento muy limpio y la tendencia es muy clara”, asegura De la Rica, que insiste en que “no hay otra posibilidad”, aparte de la edad, que explique las diferencias.
Los resultados vienen a corroborar lo que ya se deducía estadísticamente: los mayores de 45 lo tienen mucho más complicado en el mercado laboral. Las propuestas de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, para modificar el pago de las indemnizaciones por despido en atención también a la edad natural, y no solo al tiempo en la empresa, buscan “acabar con el edadismo”, según explicó la propia ministra el pasado otoño.
Limitar los despidos ataca el problema por un extremo, pero por el otro, el de las contrataciones, la economista De la Rica propone impulsar con mayor brío la implantación de los currículum anónimos o ciegos, los que no indican la edad. La catedrática entiende que muchos de los empleadores no creen tener sesgos en contra de los trabajadores mayores. Discriminan sin pretenderlo, dando por sentado, por ejemplo, que una persona de más edad se maneja peor con los ordenadores o las redes sociales. “Los currículums ciegos sirven para quitar los sesgos inconscientes”, plantea, en ese sentido.
Que se lo digan a Ramón, que hasta hace unos meses supervisaba 20 tiendas en toda Galicia y que recientemente se encontró con un responsable de contratación que rechazó ficharlo porque buscaba “alguien para un proyecto a largo plazo”. Él, que no ha cumplido los 50, no encajaba.
El ejemplo francés: tímida apuesta y posterior derogación
Los currículums ciegos ya se habían utilizado para evitar otros tipos de discriminación, principalmente por raza o sexo. En Francia, por ejemplo, fueron legalmente obligatorios por ley para las empresas de menos de 50 empleados desde 2006 hasta 2015, pero la norma que los consagraba no tuvo desarrollo reglamentario, por lo que la declarada obligatoriedad nunca fue efectiva. El último gobierno del Partido Socialista sepultó la medida.
En todo caso, el currículum anónimo solo es un filtro inicial y en la entrevista final las cartas quedan sobre la mesa, como apunta la secretaria confederal de Acción Sindical de CCOO, Mari Cruz Vicente: “Siempre hemos defendido el currículum ciego, pero siendo conscientes de las limitaciones que tiene. […] En los procesos de selección debería de haber una participación de la representación legal de los trabajadores [para garantizar] que se hagan preguntas adecuadas y que no generen desigualdad”. Sucede también con la discriminación por cuestión de género, según recuerda Vicente.
Uxía Piñeiro, responsable de selección de una multinacional del sector de la Ingeniería, opina que ha habido un cierto cambio de prácticas en los últimos años en el mundo de los recursos humanos. “En LinkedIn no hay que indicar la fecha de nacimiento ni la foto”, indica, a modo de ejemplo. En su actual empresa los perfiles veteranos sí están cotizados, pero recuerda sus tiempos trabajando en una ETT, cuando recibía solicitudes de empleadores que buscaban auxiliares de enfermería siempre jóvenes. “Desgraciadamente, el edadismo existe”, lamenta.
“Entiendes la desesperación de las personas mayores”, añade la catedrática De la Rica, que considera que el país no puede desechar a los trabajadores mayores, vista su pirámide de población. “Casi la mitad de los trabajadores tiene más de 45 años. Si pierden el empleo y no los queremos contratar, a ver qué hacemos”, advierte. Mientras, Ramón sigue buscando. Todavía no está desesperado, aunque empieza a plantearse el autoempleo. “Pero si todos lo hacemos, esto se va a llenar de negocios”, bromea. Al siguiente empleador potencial al que le llegue su currículum, le pediría una sola cosa: “Léelo, por lo menos”.