Los diez años de aventura del tiburón del ladrillo Manuel Jove en el mercado de la moda al frente de la firma Caramelo han dejado un agujero a Hacienda de 1,6 millones de euros, además de consumir 21 millones en ayudas y préstamos participativos de sucesivos Gobiernos gallegos.
La marca coruñesa, que vivió su época de esplendor en los 90 cuando inició su expansión internacional con una nómina de 900 empleados y top models como Marck Vanderloo luciendo sus prendas, echó la verja el pasado octubre. El propio Jove, al frente de la Corporación Inveravante, propició su disolución en un juzgado de lo mercantil que ahora tramita el administrador concursal Antonio Zamorano, quien ha declinado hacer comentarios a eldiario.es.
El legado en Caramelo del promotor, un habitual de la lista Forbes donde llegó a ocupar el puesto quinto de las fortunas españolas con un patrimonio de 3.900 millones en 2013, figura ahora en un ranking mucho menos glamuroso: el listado de morosos que publicita el Ministerio de Cristóbal Montoro con un debe de 1,6 millones.
El empresario aterrizó en el accionariado de la firma textil en 2007 de la mano del Gobierno gallego -presidido entonces por el socialista Emilio Perez Touriño- que también se incorporó al capital a través de una sociedad pública. La operación fue saludad entonces con abundante fanfarria mediática y presentó al empresario como el salvador de una firma emblemática en Galicia que afrontaba ya por entonces graves turbulencias económicas. Jove, a través del holding Inveravante, adquirió en ese primer momento el 37% de la marca por 19 millones de euros, y año y medio más tarde se hizo con la práctica totalidad de la compañía, el 92%, con el Gobierno gallego como único socio minoritario.
El empresario irrumpió en el sector con dinero fresco y como prueba de su compromiso colocó a su hija Felipa al frente de la gestión de la compañía. El promotor cargaba con la leyenda de hombre hecho a sí mismo y se había salvado del crash inmobiliario al vender -justo antes de que estallase la burbuja- la promotora Fadesa por 4.000 millones a otro pez gordo del sector, Fernando Martín, que arruinó Martinsa, su empresa de siempre, tras esa compra.
Ni Felipa Jove ni ninguno de los ejecutivos fichados de la competencia que fueron desembarcando en las plantas nobles de Caramelo lograron enjugar los números rojos, que alcanzaron los 100 millones de euros. Pese a haber superado un concurso de acreedores con importantes quitas en la deuda, la empresa no logró remontar el vuelo tras sucesivos ERE que habían dejado el personal en 180 trabajadores. El final se escribió el pasado octubre.
La incursión en el sector textil no es el único naufragio que ha vivido Jove, propietario entre otras sociedades del parque Warner en Madrid, durante los años en los que el ladrillo vivió sus horas más bajas. La entrada en la tecnológica gallega Blusense, comercializadora de productos electrónicos, también acabó en fiasco. Jove salió escaldado en 2013 tras perder otros 16 millones.
Migajas, en todo caso, para un hombre que sigue manejando 1.800 millones de euros, a través de su corporación, Inveravante, y que se mantiene en el puesto decimotercero de las fortunas del país empatado con Florentino Pérez y Jaime Botín.
Mientras el proceso de liquidación de Caramelo sigue su curso en un juzgado de A Coruña y Hacienda la tiene en su punto de mira por esa deuda de 1,6 millones, el promotor, que ha declinado hacer declaraciones a este diario, ha vuelto a los orígenes para montar una nueva sociedad inmobiliaria de la mano del BBVA, banco del que llegó a tener el 5% del capital.