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OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

“Iba a renovar mi contrato de alquiler, pero me han subido el precio un 75%”

Pau

  • Si quieres contarnos tu experiencia en primera persona en la búsqueda de piso en plena burbuja del alquiler. Envíanos tu historia a: alquiler@eldiario.es

Vivo desde hace tres años en un estudio de unos 40 metros cuadrados en el barrio del mercado de Santa Caterina, encima del Born, en Barcelona. Un solo espacio, con cocina, comedor, la cama y el servicio. Pago 400 euros. Aunque pueda parecer barato dados los precios del alquiler, el piso es viejo, con varias chapuzas hechas, el suelo agrietado y humedades. Recientemente he recibido un burofax de la empresa administradora del alquiler en el que me pedían que llamara para hablar del fin del contrato, que concluye en noviembre. En la conversación me comunicaron que el precio había subido de 400 a 700 euros. Un aumento del 75%.

No me lo esperaba. Ya me imaginaba algo pasado de vueltas, que me iban a plantear un aumento del precio, pero no esto. Hablas con la gente y te cuenta que les han subido un 25%, un 30%... Mi nuevo vecino de abajo me contó que se había mudado con su pareja de su anterior casa porque les habían subido el alquiler un 50%. Pero no había visto algo así: un 75%. El caso es que el piso sigue igual, con las mismas chapuzas. En este tiempo no ha habido mejoras ni obra.

La propuesta de la administradora es un nuevo contrato por supuesto, con el aumento subsiguiente de la fianza y pagar de nuevo al administrador un mes entero –al nuevo precio of course– por cambiar dos números en un papel.

Soy ilustrador y cuando conseguí el alquiler tenía mejor renta, pero desde hace más de dos años y medio soy freelance y no tengo ingresos estables. El nuevo alquiler me supondría seguro más del 50% de mi renta. Más allá de si podría afrontar el pago, me parece un abuso y no sé si tengo ganas de pasar por el aro. Un 75% de aumento, 3.000 euros al año, por un piso que no está arreglado, no es una obra nueva. Es un desfase y veo que lo que están haciendo es aprovecharse. Ni siquiera estoy seguro de que sea iniciativa de la propietaria y, aunque solo es una intuición, creo que el aumento parte de la empresa administradora.

Cuando me informaron del aumento, compartí en Facebook lo que me había sucedido. Varias personas me dijeron que me pusiera en contacto con el Sindicat de Llogarets (Sindicato de Inquilinos e Inquilinas). De momento, después de apuntarme al sindicato he conocido que el propietario tiene tres propiedades verticales, es decir, mi edificio entero y dos más, además de un par de pisos en otros edificios, todos en Barcelona. Así que dinero no le falta, esto es pura especulación brutal.

Desde mi ventana veo unos 8 pisos de Airbnb o alguna plataforma similar. Las persianas bajan y suben y al otro lado hay una pareja, una familia, un grupo de amigos. Quiero decir que no creo que el principal problema de la vivienda sea originado por estas plataformas. Me gusta usar Airbnb cuando viajo y estoy a favor de compartir tu casa cuando no la usas, pero si tienes cinco pisos, creo que es una situación que se tendría que gestionar.

Aun así, considero que el problema va más allá: no hay apenas alquiler social en España en comparación con otros países europeos y hay reformas legales que han perjudicado mucho, como la que redujo el periodo de contratos de alquiler de cinco a tres años.

Por el momento, con el asesoramiento del Sindicato, he optado por plantarme. En septiembre enviaré una carta a la empresa administradora y la propietaria informando de que no estoy de acuerdo con este aumento. La mayoría de la gente no discute, ni lucha: o paga o se va. Intentaré negociar el aumento y, si no hay posibilidades, me planteo seguir la campaña de Ens Quedem (Nos quedamos) del Sindicato: quedarme en la vivienda pagando el alquiler que considero justo y que sea un juez quien decida si debo marcharme.

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La imagen utilizada en el artículo es de Boca Dorada, con licencia Creative Commons.

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Vivo desde hace tres años en un estudio de unos 40 metros cuadrados en el barrio del mercado de Santa Caterina, encima del Born, en Barcelona. Un solo espacio, con cocina, comedor, la cama y el servicio. Pago 400 euros. Aunque pueda parecer barato dados los precios del alquiler, el piso es viejo, con varias chapuzas hechas, el suelo agrietado y humedades. Recientemente he recibido un burofax de la empresa administradora del alquiler en el que me pedían que llamara para hablar del fin del contrato, que concluye en noviembre. En la conversación me comunicaron que el precio había subido de 400 a 700 euros. Un aumento del 75%.