Los hogares españoles están entre los que menos electricidad consumen en Europa pero más cara la pagan
El precio de la electricidad en España va a ser este jueves el más alto de Europa: se ha disparado hasta los 140 euros/MWh, batiendo por cuarto día consecutivo un récord histórico. Este es el precio del mercado mayorista, el lugar al que acuden cada día las comercializadoras para comprar energía y vendérsela al consumidor.
“El mercado mayorista, en el que juegan las eléctricas, es como la lonja del pescado”, resume Jorge Morales, divulgador y director de Próxima Energía. “Las comercializadoras son las pescaderías. El problema no es quién te vende la energía, sino dónde la compran. Si la lonja está controlada por tres empresas, ya puedes tener un millón de pescaderías que el precio no va a bajar”.
Una gran subida en el mercado mayorista afecta de manera directa a los consumidores con tarifa regulada, mucho más sensible a los vaivenes que la tarifa libre o plana. Los consumidores con tarifa regulada son el 40% de los hogares, mientras que los que optan por las ofertas del mercado libre, en las que predominan las llamadas tarifas planas —la empresa te vende luz a precio fijo todos los días y a todas horas, con independencia de lo que haga el mercado— son la mayoría, el 60%.
Ese 60% de consumidores debería estar tranquilo ante las noticias de los últimos meses, porque su tarifa es fija y permanecerá ajena a los récords de este mes. Sin embargo, eso no significa que hasta ahora hayan pagado poco. Más bien al contrario.
“El precio fijo, como su nombre indica, no tiene vaivenes. Pero quienes hablan de esto no suelen explicar que ese precio está igualado por arriba”, continúa Morales. “Ayer alguien me dijo: 'yo pago 18 céntimos el kWh de siempre y no me ha afectado la subida'. Si llevas cinco años pagando eso llevas perjudicado desde el principio, porque la media del mercado regulado en estos años ha sido de 10 céntimos. Lo correcto ahora mismo es decir que ambos, tanto los del mercado libre como los del regulado, están mal”.
“Nosotros tenemos un comparador de tarifas y tenemos muy claro que la gente paga más en el mercado libre”, añaden desde la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). “Las tarifas libres son caras o carísimas. Las ofertas son muy engañosas: les ponen nombres tipo 'tarifa tranquilidad' o 'tarifa estrella', te ofrecen descuentos en los primeros meses, luego lo suben y en la renovación del primer año llega lo peor. Como no tienen la obligación de publicar las tarifas, aplican las que les da la gana. Quizá alguna oferta es interesante, pero la mayoría son extraordinariamente caras, a precio Filomena todo el año”.
Todo lo anterior explicaría por qué España se encuentra entre los países con la luz más cara de Europa. Como muestra el siguiente gráfico, que recoge los precios pagados por los consumidores (es decir, los precios de pescadería con impuestos incluidos, y no los de lonja) hasta septiembre de 2020, nuestro país se encuentra recurrentemente entre los cinco o seis primeros más caros de la Eurozona.
Por un lado, las tarifas libres son más caras que las reguladas. Por otro, el diseño del mercado mayorista traslada al minorista regulado todos sus vaivenes.
El precio final de la luz en España no es solo más caro que el de nuestros vecinos, sino que está entre los que más han subido en toda Europa en el último año.
La evolución interanual del IPC (el índice de precios al consumo) de julio refleja que la electricidad subió un 26,9% en España frente al 1,6% de Alemania o 3,1% de Francia. Si bien es cierto que los mercados mayoristas se han comportado de manera similar en todo el continente, y que los incrementos en el precio del gas y en los derechos de emisión de CO2 han causado toda esta situación, ¿por qué al llegar al consumidor a los españoles nos afecta más?
“La repercusión del precio de lonja en la pescadería es muy distinta en cada país”, explica Morales. “No todos lo trasladan de la misma manera”.
El sistema de fijación de precios es de carácter marginalista en toda Europa. Cada día se subasta la electricidad necesaria, por franjas horarias, para cubrir la demanda del día siguiente. Primero se empieza vendiendo la electricidad producida con tecnologías más baratas, como las centrales nucleares, eólicas y solares. Si la demanda no se satisface con esas tecnologías, se acude a otras más caras y se paga toda al precio de estas.
Siguiendo el símil de la pescadería, significa que las comercializadoras pagan la panga a precio de atún rojo (o toda la carne a precio de solomillo, como dijo el periodista Aimar Bretos). Según explicó el Banco de España en un reciente informe, este sistema “origina beneficios de magnitud considerable” a las tecnologías que generan electricidad a menor coste.
La diferencia entre España y otros países está en la gestión del mercado mayorista. En Francia, el caso que siempre sale a relucir, la energía nuclear está contratada a precio fijo a EDF (Électricité de France), una empresa de mayoría estatal que tiene el monopolio nuclear. Las comercializadoras pagan por ella siempre lo mismo. Aunque es una situación muy distinta a la española, esta es la principal reclamación de la organización de consumidores Facua al Gobierno: que reforme el sistema de fijación de precios y que “determinadas tecnologías salgan de la subasta diaria y se sometan a un sistema de precios máximos fijados por el Gobierno”. La vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, asegura que ese precio fijo no puede plantearse en España porque la UE no lo permitiría.
“En otros países europeos tienen más competencia en los mercados mayoristas y otro tipo de tarifas, indexadas, pero no controladas por el Gobierno”, añade Morales. Por el elevado porcentaje de consumidores con tarifa regulada (recordemos, más volátil porque es dinámica pero habitualmente más barata), España es “un caso raro”. Solo siete países miembros de la UE tienen tarifas dinámicas y solo en Estonia, Suecia y España su cobertura es elevada, según el ya mencionado informe del Banco de España.
Otro factor a tener muy en cuenta, señala la fundadora de la comercializadora de energía renovable Holaluz, Carlota Pi, es la capacidad productiva de España. “Somos una isla eléctrica. Otros países europeos están bien interconectados: aquí, todo lo que se consume se genera dentro de la Península. Si sube la demanda pero la producción es la misma, necesitas acudir a tecnologías más caras. De ahí que la volatilidad sea más alta”.
Los españoles gastan menos en energía... porque consumen menos
A pesar de los altos precios a los que nos enfrentamos, el peso de la energía sobre el gasto total de los hogares no es muy alto en España y se encuentra por debajo de la media de la Unión. Así lo reflejan los datos de las Encuestas de Presupuestos Familiares armonizadas a nivel europeo. De media, los hogares españoles dedican a la energía (teniendo en cuenta gas, otros combustibles y electricidad) un 4% de su presupuesto, frente al 4,6% de Italia o 6,1% de Alemania.
“El consumo de electricidad doméstico es altamente dependiente de la temperatura”, indica Morales. España, como otros países del sur de Europa, disfruta de un clima más templado y amortigua así su gasto final en electricidad y gas. “Y no todos los hogares tienen calefacción de gas. En algunas zonas no llega el gaseoducto y se usa la eléctrica”. Determinados países tienen un nivel de “electrificación” más elevado, y más penetración del coche eléctrico.
“También hay países donde es más común la electrificación del agua caliente”, añade José Donoso, director general de la Unión Española Fotovoltaica, que indica que las malas noticias sobre el precio de la luz están aumentando el interés de los españoles por el autoconsumo. “No todos los países tienen una gasificación tan fuerte como España. En la Unión hay países muy heterogéneos y luego dentro de cada país hay muchas diferencias entre norte y sur”.
Este dato es una media y no solo variará por zona geográfica: también por renta. Los hogares con renta más baja tienden a consumir menos pero a dedicar un porcentaje mayor de su presupuesto a la energía, mientras que los hogares de renta alta consumen más porque les supone menos esfuerzo. Según los últimos indicadores de pobreza energética, correspondientes a 2020, el 7,6% de la población española tiene problemas para mantener su vivienda a una temperatura adecuada en invierno y el 6,6% tiene retrasos en el pago de facturas de suministros.
En este otro gráfico de Eurostat están los países europeos ordenados por consumo de electricidad per cápita en hogares, no de energía en general. España está en la parte media de la tabla, muy por debajo de Suecia, Finlandia, Francia o Austria.
Es posible que con las últimas subidas del precio de la luz estos indicadores empeoren. Hay informes de entidades privadas que ya apuntan que las familias españolas destinan, de media, el 5% de sus ingresos a pagar suministros. Aunque la demanda de electricidad es elástica en el largo plazo (esto es, que si el precio sube mucho la gente reducirá el consumo para pagar menos), Morales no cree que que la situación actual vaya a provocar una caída de la demanda.
“Si mantienes el precio muy alto mucho tiempo, la gente en lugar de poner la lavadora se baja a la lavandería. Pero no creo que eso vaya a pasar”, concluye.
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