Lo que era casi una demanda para conciliar se ha vuelto una amenaza. El teletrabajo irrumpió de golpe con el estado de alarma y pilló a la mayoría de empresas sin plan ni apenas tiempo para pensarlo. Seis meses después, Gobierno y agentes sociales acaban de acordar una ley para regularlo, pero el panorama ha cambiado: sin una fecha clara para el control de la pandemia, con miles de personas volviendo a sus puestos físicos de trabajo mientras otras lo siguen haciendo en casa, y un reparto de tareas de cuidados aún más desequilibrado, el teletrabajo amenaza con profundizar una brecha, la de género.
La Encuesta de Población Activa ya mostraba más mujeres que hombres teletrabajando en el segundo trimestre del año y varias expertas y también sindicatos alertan de que son ellas las que están asumiendo jornadas en casa para facilitar la gestión de los cuidados en estos tiempos, mientras ellos siguen adelante con su empleo convencional.
La economista Libertad González, coautora de una de las investigaciones sobre brecha de género en los cuidados y el mercado laboral durante la pandemia, señala que la EPA apunta a una diferencia de hasta ocho puntos entre mujeres y hombres: durante el segundo trimestre hasta un 21% de las trabajadoras lo hicieron desde casa frente al 14% de los empleados. Ese periodo incluye tanto el confinamiento estricto como las fases hasta la 'nueva normalidad', pero no el periodo posterior, para el que todavía no hay datos.
González cree que esa brecha apunta a dos lugares. Por un lado, a que las mujeres tienen en su conjunto más empleos 'teletrabajables', muy ligados a administración. Aunque el comercio o parte de la hostelería están feminizados, la construcción y parte de la industria están masculinizados, sectores todos ellos que exigen presencia. Por otro lado, muestra que la flexibilidad laboral “tiende a recaer en las mujeres”. Un estudio del Instituto Nacional de Estadística subraya que el teletrabajo es más frecuente conforme más edad tiene la persona y en parejas con hijos. En 2019, eso sí, aún era ligeramente mayor -en solo dos décimas- el número de ocupados que de ocupadas teletrabajando, una tendencia que terminó por romperse este año.
“Hay que tener más datos pero por lo que sabemos, aunque al principio todo el mundo que pudo hacerlo lo hizo, después, sobre todo en esa primera fase sin colegios, las mujeres se quedaron más teletrabajando en casa y los hombres tendían más a volver al centro de trabajo”, dice la vicesecretaria de UGT, Cristina Antoñanzas, que reconoce que la ley pactada con Trabajo deja mucho margen a la negociación colectiva en cuanto a cómo evitar la brecha de género y sus efectos indeseados. “Por experiencias anteriores, en empresas que ya lo habían regulado, sabemos que hay que tener cuidado. Si eres el jefe y tienes a un hombre que trabaja en el centro y a una mujer trabajando en casa y piensas en un ascenso tiendes a pensar más en el hombre, al que estás viendo. Esto se suma a lo que ya hay, que era una brecha aún grande en puestos de responsabilidad”, añade. Así que vigilar el impacto en las promociones es una de las alertas que rodean el teletrabajo.
El problema, afirma Antoñanzas, es también que el teletrabajo se entiende como una medida de conciliación, “cuando no lo es”. “Teletrabajar no es trabajar con niños o con dependientes a los que tienes que cuidar al lado todo el día”. Es algo que estos meses ha destacado también CCOO, organizaciones como MalasMadres y muchas expertas. Aunque antes de la pandemia era uno de los objetivos para conseguir que el empleo fuera más flexible y pudiera adaptarse con más facilidad a las demandas de cuidados, los confinamientos han puesto de manifiesto lo poco preparada que estaba la sociedad y el mundo empresarial para ponerlo en marcha y lo insuficiente que es como medida aislada para mejorar el tándem empleo-conciliación.
La profesora de Sociología de la Universidad de Navarra Irene Lapuerta insiste en que el teletrabajo en pandemia no ha sido un teletrabajo al uso. “No está claro cuáles son los impactos, aunque en general antes de la pandemia sabíamos que algunas medidas de flexibilidad sí favorecen la implicación de los hombres. Sin embargo, eso no es lo que hemos tenido estos meses porque el teletrabajo no es trabajar cuidando a los niños a la vez, este es es un contexto mucho más adverso en el que los platos rotos los están pagando las mujeres”, dice. Laporta menciona estudios que apuntan a que las mujeres tienden a teletrabajar a horas más intempestivas que los hombres y a hacerlo en un espacio que no es propio, con más interrupciones de niños y mayores.
Lapuerta cree que en ningún caso el teletrabajo puede considerarse de forma aislada y que debe ser regulado “dentro de un paquete más amplio de medidas de flexibilidad laboral”. Menciona, por ejemplo, las jornadas partidas como rémora para la conciliación y la necesidad de apostar por incentivos a la jornada continua. Hasta el 45% de madres y padres, señala, tienen jornada partida y solo el 15% afirma tener cierto control sobre sus horarios.
Que el teletrabajo se negocie como parte del Plan de Igualdad o sea una de las medidas centrales de las empresas para apostar por la conciliación es problemático, prosigue por su parte la vicesecretaria de UGT, precisamente por esa asociación engañosa de que trabajar desde casa permite cuidar o que cuidar en casa permite teletrabajar como si nada.
Y remata: “Las adaptaciones de jornada, las reducciones, la flexibilidad horaria... eso no se puede sustiuir por el teletrabajo y nos da la sensación de que todas estas medidas se están difuminando. Incluso el derecho a la desconexión digital, porque como estás en casa parece que puedes trabajar cuando quieras, pero no es así en la práctica”.