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Irlanda abandona malherida la UVI

Durante años Irlanda fue conocida como el tigre celta de la eurozona. Todo era una ficción alimentada por una burbuja financiera e inmobiliaria. Entre 1997 y el momento culminante de esa loca carrera los precios de la vivienda aumentaron un 418%. El país se quedó pequeño para las aspiraciones megalomaníacas de sus dos grandes bancos, que acabaron comprando algunos de los mejores hoteles de Londres a precios desaforados. A eso lo llamaban invertir.

Todo eso reventó y el país se vio obligado a pedir un rescate a la UE por un montante equivalente al 36% del PIB. De todo ese dinero prestado, 64.000 millones se dedicaron al rescate de los bancos en un Estado que cuenta con una población de 4,5 millones de habitantes y un PIB anual de 210.000 millones de euros.

Búscate la vida

Irlanda ha salido esta semana de la UVI para pasar a ingresar en planta. Una forma de decir que ya no estará bajo el control directo de la troika, pero que está muy lejos de recuperar la soberanía económica. Lo que es un dato indudable es que el país es libre para salir a los mercados financieros para buscar compradores de su deuda soberana. El Gobierno necesita ingresar unos 53.000 millones entre ahora y 2016, pero ya tiene en caja unos 21.000 millones de las emisiones ya realizadas este año. El objetivo está, por tanto, al alcance de la mano. El país paga el 3,55% por su deuda a diez años, menos que España.

Sin colchón

Lo han llamado “clean exit”, una salida limpia. La salida sucia suponía que Dublín aceptara una “línea de crédito” de las instituciones europeas de hasta 10.000 millones de euros procedentes del fondo de rescate, que sólo tendría que utilizarse en caso de estricta necesidad. El Gobierno de Enda Kenny ha decidido rechazar esa opción. Ese plan B no habría salido gratis, habría requerido la luz verde de todos los gobiernos de la eurozona y al final obligaba a un control posterior de las finanzas que tampoco sería muy diferente a la situación soportada hasta esta semana.

Bruselas no lo habría visto con malos ojos. Es probable que ese plan B sea la única forma de que Portugal pueda poner fin a su propio programa de rescate en 2014, y si los irlandeses lo aceptaban ahora, no sería una drama en el caso de que les siguieran los portugueses.

Dublín está convencido de que los mercados no se lo tendrán en cuenta. Hay voces que indican lo contrario. “El hecho de que las autoridades irlandeses no confíen en las condiciones aplicadas a la línea de crédito, a pesar de que han tenido un buen comportamiento, no envía una señal muy positiva sobre la cooperación intraeuropea”, ha escrito Malcolm Barr, analista de JP Morgan. Por otro lado, eso es algo que no debe sorprender a nadie que haya seguido la crisis de la eurozona.

Los bancos, esa amenaza

Los bancos locales y el banco central irlandés tienen en sus manos el 42% de la deuda soberana. Allí también los bancos emplean el dinero fácil que ofrece el BCE para comprar deuda nacional y obtener un amplio beneficio a cambio. Lo de prestar a la economía real para hacer posible la recuperación no está aún en sus prioridades. El crédito a empresas y familias continúa disminuyendo.

La transfusión masiva de los fondos del rescate a los bancos nacionalizados ha permitido su supervivencia. Las pruebas de estrés a las que serán sometidos en 2014 deberían permitir conocer hasta dónde pueden aguantar con tan alto nivel de familias que se retrasan en el pago de la hipoteca.

Una de cada cinco de las 942.440 hipotecas se han retrasado en los pagos o han tenido que ser renegociadas. La mitad de las 101.652 hipotecas ya renegociadas van con retrasos en los pagos de los intereses.

Evidentemente, el Gobierno sostiene que los bancos no necesitarán más capital (capital que es dudoso que puedan obtener en los mercados), como suelen decir todos los gobiernos, pero la realidad puede ser muy diferente. Por eso, el BCE estaba discretamente a favor de que Irlanda aceptara esa línea de crédito extra. La Comisión Europea, más interesada en vender a Irlanda como alumno aventajado, no creía que fuera fundamental tener acceso al plan B.

La deuda sigue ahí

La idea de que la posición financiera de Irlanda es sólida se esfuma cuando se tiene en cuenta el montante total de la deuda. Irlanda acabará este año con una deuda superior al 120% del PIB, muy similar al porcentaje de Italia. Es el nivel que las instituciones internacionales consideran insostenible. La deuda de las empresas privadas no financieras alcanza el 182% del PIB, otro dato algo más que preocupante.

La huida de los jóvenes

El descenso del paro en el último año (ahora en el 13,2%) es una estadística que admite varias interpretaciones. La cifra real de desempleo podría estar en torno al 20% si se suma a aquellos que necesitan trabajar a tiempo completo pero deben conformarse con un trabajo a tiempo parcial.

El marcado descenso de la población activa desde 2008 es un dato incontestable. Y si hay una razón que lo explica es la emigración, especialmente entre los jóvenes.

Con pocas posibilidades de obtener un empleo a tiempo completo, los jóvenes han huido al extranjero a la búsqueda de oportunidades. Entre los que tienen entre 15 y 29 años, ha habido un descenso de 224.000 personas en los últimos cinco años, es decir, el 21%. Uno de cada cinco irlandeses de esa edad han aprovechado su formación y el hecho de que obviamente el inglés es su idioma natal para buscar empleo fuera. Es en la práctica un voto de censura sobre el futuro del país.

Atractivo para multinacionales

El Gobierno batalló sin descanso en las negociaciones del rescate para conservar las ventajas fiscales que ofrece a las multinacionales, sobre todo en el sector tecnológico. Sarkozy fue uno de los dirigentes que más insistió en que Irlanda aumentara su impuesto de sociedades, pero Dublín sabía que sin eso el país lo tendría imposible para recuperarse. A ello hay que sumar la ingeniería fiscal que emplean empresas como Apple, Amazon o Google para no pagar impuestos sobre sus beneficios, y en la que Irlanda (al igual que Holanda) juega un papel clave.

Los datos de la balanza de pagos revelan las ventajas de esa estrategia, a lo que contribuye también el descenso de las importaciones. Como otros países que sufren el descenso brutal de su consumo interno, Irlanda juega la carta de las exportaciones para poner fin a la crisis. Eso puede permitir salir de una recesión, como demuestra la evolución del PIB, pero el caso irlandés es uno de esos en los que existe una diferencia importante entre el Producto Interior Bruto (PIB) y el Producto Nacional Bruto (PNB). La actividad de las empresas extranjeras en Irlanda está incluida en la primera cifra, pero no en la segunda.

A la hora de valorar el publicitado éxito del Gobierno irlandés, hay que recordar que el descenso del consumo interno ha sido tan acusado en los últimos cinco años que la tibia mejora experimentada en 2013 es casi anecdótica. La economía sigue postrada, lo que no ha impedido este año titulares tan paradójicos como el de “Irlanda entra en recesión pese a la buena marcha de su rescate”.

El factor nacionalista

Al aprobarse el rescate de Irlanda, el periódico Irish Times, el más importante del país, publicó un editorial demoledor sobre el fracaso del anterior Gobierno, presidido por el conservador Fianna Fail, el partido que había gobernado la nación en las tres cuartas partes de su historia como país independiente desde 1921. “Ignominia” y “vergüenza” fueron algunas de las palabras utilizadas, aunque era aún más dramática la comparación de los gobernantes con los líderes del movimiento nacionalista contra Londres que pagaron con su vida la revuelta de Pascua de 1916.

Ese clamor por la pérdida de soberanía y la humillación subsiguiente se ha acentuado con el control de la economía del país por las instituciones europeas. “La troika ha hecho más daño a Irlanda que el que hizo Gran Bretaña en 800 años”, dijo David Begg, máximo dirigente de los sindicatos irlandeses. Es una definición exagerada, aun más si tenemos en cuenta la escasa respuesta popular que ha despertado esta era de austeridad impuesta desde Bruselas. Los irlandeses han sido más sumisos que griegos, españoles o portugueses, tanto por un cierto reconocimiento de culpa colectiva por haber permitido los excesos del pasado reciente como por la respuesta tradicional de la sociedad irlandesa en épocas de crisis como es la emigración masiva.

Sin embargo, la herida en el orgullo nacional es muy real. Por eso, el Gobierno de coalición del Fine Gael (liberal) y los laboristas necesitaban el fin del rescate (y renunciar a ese plan B de la “línea de crédito”) para abanderar la idea de la soberanía recuperada, por tenue que parezca en estos momentos ese concepto.

Los últimos sondeos colocan al Fine Gael como el partido con más apoyos (26%), pero ya con el Fianna Fail (22%) mucho más cerca. Por el contrario, los laboristas (6%) sufren una espectacular hemorragia de votos de la que se beneficia el Sinn Féin (23%). Una cierta mejora de la economía, que nunca será espectacular en los dos próximos años, beneficiará al partido del primer ministro, Enda Kenny, pero no será suficiente para salvar a los laboristas.