No se han necesitado horas para conocer el impacto de la inminente dimisión de Mario Monti y el regreso a primera línea de Silvio Berlusconi a la política italiana. La Bolsa de Milán y la prima de riesgo han encajado el golpe en cuestión de minutos. La Bolsa ha caído un 2,3% muy poco después de iniciar la sesión. La cotización de tres bancos, incluido Monte Paschi, ha tenido que ser suspendida de forma temporal tras sufrir descensos del 5%. La prima de riesgo ha subido 30 puntos hasta superar la cota 350.
En unas declaraciones a La Reppublica, Monti ha dicho que está “preocupado, pero no por mí”. Es de suponer que se refiere a la situación de todo el país. Ha dicho que no podía tomar otra decisión tras el anuncio del partido de Berlusconi de que le retira su confianza en el Parlamento. Sobre su futuro político, ha sido escueto: “No lo sé”.
Hasta ahora, el aún primer ministro había sostenido que su participación en la política era un hecho forzado por las circunstancias y que no tenía intención de presentarse a unas nuevas elecciones. En los próximos días, se sabrá si los partidos de centro le ofrecerán ser su estandarte electoral.
“Está claro que ahora es libre de elegir”, escribió el domingo Ferruccio de Bortoli, director del Corriere della Sera. “Está pensando en ello. Hay muchos que le presionan para que dé el paso”.
Monti recibió la retirada de confianza por parte de Angelo Alfano, secretario general del partido de Berlusconi, como una “declaración de guerra”, según un alto cargo del Gobierno citado por el Financial Times. Y no parece tener la intención de ponerle las cosas fáciles a Berlusconi, porque apuesta por dos, y no tres meses de interinidad. Si el exprimer ministro necesitaba que las elecciones se celebren el 10 de marzo para tener tiempo con el que reconstruir su partido, es poco probable que Monti le conceda tanto margen.
El columnista del FT, Wolfgang Münchau, explica hoy que la política italiana “ha pinchado la burbuja de Monti”. Para Münchau, el culto de Monti en Europa era algo exagerado, porque nunca estuvo en condiciones de afrontar los problemas estructurales de Italia. Unas pocas reformas y mucha austeridad eran las dos únicas recetas que su Gobierno podía administrar, y eso no era suficiente.
“Pero el año de Monti en el poder ha sido una burbuja, que ha sido buena para los inversores mientras ha durado”, escribe Münchau, “pero que se ha pinchado. Y probablemente los inversiones italianos y extranjeros no tardarán mucho tiempo en darse cuenta de que pocas cosas han cambiado en el último año, excepto que la economía ha caído en una profunda depresión”.
Para confirmarlo, este lunes se han conocido los datos de producción industrial de octubre: un descenso del 1,1% con respecto al mes anterior, cuando los analistas esperaban una bajada cercana al 0,2%.
La mayoría de los sondeos dan como vencedor de unas futuras elecciones al Partido Demócrata, de centroizquierda, con una cifra cercana al 30% de los votos. El Movimiento 5 Estrellas, fundado por el cómico Beppe Grillo, adalid de la antipolítica, cuenta con el 20%. El partido de Berlusconi está hundido con un 14%, su peor cifra de siempre.
No es que los italianos tuvieran una confianza mayúscula en Monti. Un sondeo del 7 de diciembre indicó que el apoyo a Monti era sólo del 33%, tres puntos menos que la semana anterior. La opinión sobre el Gobierno en su conjunto era aún peor: un 25% se muestra satisfecho con su gestión.
A Monti le queda el apoyo de la Iglesia católica, un aspecto que no es menor en Italia. El cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal italiana, ha hecho unas declaraciones bastante rotundas para lo que es habitual entre los purpurados.“Sería un error no aprovechar en el futuro a alguien que ha contribuido con tanto rigor y competencia a mejorar la credibilidad del país”, ha dicho en referencia a Monti. Sobre Berlusconi, aunque sin citarlo, no ha tenido palabras tan amables: “Lo que a uno le deja perplejo es la irresponsabilidad de los que sólo piensan en sus propios intereses cuando la casa se está quemando”.