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ENTREVISTA | Sociólogo y economista

Jeremy Rifkin: “Si la burbuja del carbono no se desinfla podría provocar una pérdida de la riqueza mundial de hasta cuatro billones de dólares”

El estadounidense Jeremy Rifkin (1945) es uno de los sociólogos más conocidos y mediáticos. También es economista, escritor y activista contra el cambio climático. Lleva décadas estudiando el impacto de los cambios tecnológicos en la economía y el medio ambiente.

“Estamos ante una emergencia global” es la frase con la que arranca su último libro, que presenta estos días en España. Se titula El green new deal global. Por qué la civilización de los combustibles fósiles colapsará en torno a 2028 y el audaz plan económico para salvar la vida en La Tierra' (Paidós). Rifkin se refiere a la sexta extinción masiva inducida por la quema de combustibles fósiles, la primera desde que hace 65 millones de años un meteorito (según una de las hipótesis más aceptadas) favoreciera la desaparición del 75% de los géneros biológicos. La previsión es que si la temperatura global crece medio grado más (ya ha subido uno respecto a los niveles preindustriales) los ecosistemas de La Tierra volverán a ser diezmados.

El 'green new deal' que propone, a imagen del “new deal” que sacó a la economía estadounidense de la gran depresión en los años 30, debe suponer que el 100% de la electricidad se genere por fuentes limpias y renovables, actualizar la red de energía, los edificios y la infraestructura de transportes. Rifkin, que asesora a varios gobiernos en la transición a una nueva economía, cree que la Unión Europea y China se están preparando mejor que EEUU. Preguntado sobre qué opina sobre los escépticos con el cambio climático, explica que prefiere no perder el tiempo en contestarles.

Como explica Rifkin en su libro, en 2015 Citigroup provocó un seísmo en la industria de la energía y la economía global al predecir 100 billones de dólares en activos en combustibles fósiles obsoletos (que sufren una depreciación antes de que su ciclo de vida acabe su curso normal) si la Cumbre del Clima de París lograba imponer un compromiso vinculante a las naciones del mundo para limitar el calentamiento global “muy por debajo” de los dos grados centígrados. Tres años más tarde, en 2018, la cuestión de los activos obsoletos ya no se vinculaba a los compromisos contra el cambio climático, que son voluntarios y a menudo no se cumplen. La actual preocupación de la industria es la caída del coste de las tecnologías solar y eólica y la generación de energía verde y su almacenamiento.

Rifkin tiene un discurso relativamente optimista y describe un panorama en el que los principales sectores de la segunda revolución industrial (telecomunicaciones; energía y electricidad; movilidad y logística de vehículos de combustión interna y parques de viviendas residenciales, comerciales, industriales e institucionales) han empezado a desvincularse de la civilización de los combustibles fósiles y a aceptar energías verdes y tecnologías limpias. “Hasta ahora, más de 1.000 inversores institucionales en 37 naciones han desinvertido 8 billones de dólares en fondos de la industria de los combustibles fósiles y los han reinvertido en energías verdes, tecnologías limpias y modelos de negocio que nos llevarán a un futuro de carbono cero. Está siendo la mayor campaña de desinversión/inversión en la historia capitalista”.

Usted mantiene que la civilización de los combustibles fósiles podría colapsar en torno a 2028 ¿puede explicar qué quiere decir con esto?

Toda nuestra civilización está basada en combustibles fósiles. Hemos invadido el subsuelos de la era carbonífera, hace 300 millones de años, y tomamos esos cuerpos de animales y plantas en forma de gas o carbón. Con esto hacemos pesticidas, fertilizantes, productos farmacéuticos, materiales de construcción, energía, transporte. El calor y la luz. Todo es combustible fósil desde hace dos siglos.

Pero este mismo año el coste de la energía solar y eólica ha caído por debajo del de los combustibles fósiles y va a seguir bajando. Según Citigroup puede haber 100 billones de dólares en activos obsoletos. No combustibles fósiles, sino toda la industria que le rodea, como los vehículos de combustión interna. Todas las refinerías, los gaseoductos que no se usarán. Ya hay sectores clave que se alejan de los combustibles fósiles y dependen de energías renovables más baratas.

Hay una burbuja del carbono que si no se desinfla podría provocar una pérdida de la riqueza mundial de entre uno y cuatro billones de dólares. La mayor de la historia. Esto no son solo mis proyecciones, hay estudios que lo avalan. El colapso de la revolución industrial basada en combustibles fósiles podría ocurrir en algún momento entre 2023 y 2030.

¿Cómo se puede desinflar esta burbuja?

Los fondos de pensiones son la mayor bolsa de capital en el mundo, con un valor de 41 billones de dólares. Y están saliendo de este tipo de inversiones en industrias del petróleo. Lo que ha pasado con la industria del carbón en mi país (EEUU) en los últimos cuatro años es que ha entrado en bancarrota porque el gas natural es más barato, la energía solar y eólica es más barata. Inversores institucionales han empezado a retirar dinero y a invertirlo en energías renovables. La industria financiera tiene pánico. La ruptura está teniendo lugar en gran medida por imposición de los mercados y los gobiernos tendrán que seguirlos o afrontar las consecuencias. La burbuja del carbono debe desinflarse o puede ser el mayor estallido de la Historia.

Los gobiernos ni siquiera tienen que subir los impuestos de la energía. Pero sí deben acabar todas las subvenciones a los combustibles fósiles. Deben preparar la transición hacia una tercera revolución industrial de carbono cero: el “Green new deal”. Cada país debe establecer una hoja de ruta y construir la infraestructura verde necesaria para la tercera revolución industrial y la era postcarbono.

En todo caso, los gobiernos nacionales deben establecer los códigos y las regulaciones. Pero el trabajo debe ser el de las regiones. Ahí España, como Alemania, como EEUU, está en una buena posición, con regiones acostumbradas a controlar su propia infraestructura.

La transición a la tercera revolución industrial

Rifkin relata que todas las transformaciones económicas de la historia necesitan un medio de comunicación, una fuente de energía y un mecanismo de transporte. La primera y la segunda revolución industrial estaban diseñadas para ser centralizadas, con propietarios integrados verticalmente. En el siglo XIX fueron la imprenta y el teléfono, el carbón, y las redes ferroviarias. Se formaron las naciones–estado. En el siglo XX convergieron la electricidad, el teléfono, la radio y la televisión con el petróleo barato, los coches de combustión y las redes de carreteras. Se formó la globalización.

“La tercera revolución industrial debe ser distribuida, abierta, transparente. Necesitamos un internet alimentado con energía solar y eólica, vehículos eléctricos autónomos y edificios y personas integrados en el ”internet de las cosas“. Puedes intentar monopolizarla, pero perderás el efecto de red”, afirma.

Su pronóstico es que la transición desde una segunda revolución industrial hacia la tercera “será formidable –comparable al cambio de la agricultura a la sociedad industrial urbana– y requiere de las habilidades y los talentos de dos generaciones. Para que ocurra tendremos que formar a millones de personas. Tendremos que desmantelar y desarmar toda la infraestructura de la energía nuclear. La red de comunicaciones tendrá que actualizarse, el sector del transporte y la logística ser digitalizado...”.

¿Qué encaje tienen estos cambios que pronostica en el sistema económico capitalista y en el empleo?

Está emergiendo otro sistema económico. Yo lo llamo capitalismo distributivo o capitalismo social. También se podría llamar cooperativo. En el nuevo sistema la propiedad se sustituye por el acceso. La transacción de bienes es sustituida por un flujo constante de servicios. El coste marginal (el coste adicional de producir una unidad adicional de un bien o servicio, una vez absorbidos los costes fijos) se acercará a cero. La economía compartida es un aspecto central del Green New Deal.

En cuanto al empleo, la realidad es que la tercera revolución industrial implicará tanto destrucción de empleo como una fuente de oportunidades laborales. El sector de la energía renovable en China ya emplea a 3,8 millones de personas.

Creo que a medio y largo plazo muchos empleos se transferirán del ámbito comercial al sector sin ánimo de lucro, la economía social y la economía compartida. Ya hay países con un 10% de su fuerza laboral en el sector sin ánimo de lucro, no hablo solo de los voluntarios que entregan su tiempo, sino de los 56 millones de empleados a tiempo completo en 42 países. Espero que a mediados de siglo una mayoría de empleados en todo el mundo pertenezca al sector sin ánimo de lucro.

[El llamado sector sin ánimo de lucro o tercer sector incluye a las empresas que no son ni públicas ni privadas, sino entidades cuyo fin no es un beneficio económico sino social, altruista, humanitaria, artística y/o comunitaria. Por lo general se financian gracias a ayudas y donaciones derivada de personas físicas, empresas, e instituciones y organizaciones de todo tipo, y en algunos casos también reciben ayudas públicas].

¿Qué le parecen las protestas contra el cambio climático protagonizadas sobre todo por jóvenes?

Estas protestas son como nunca había visto en mis 45 años como activista. Los jóvenes ni siquiera son conscientes de que esta es la primera revuelta planetaria. Esta es la primera vez que una generación entera, millones de personas en ciento treinta y siete ciudades salieron de las clases a las calles para declarar una emergencia climática. Es la primera vez que una generación en toda la historia humana comienza a verse a sí misma como una sola especie. No les importan las fronteras. Esto es grande y muy esperanzador.

Los jóvenes dicen a los políticos, ¿nos estáis tomando el pelo? ¿Cómo podría haber otras prioridades cuando vemos la extinción masiva de la vida en la Tierra? Lo que tienen que hacer es mantener las protestas, mantener la presión.