Los taxistas de Madrid entraron en la nueva normalidad de golpe: todos a la vez, pese a que apenas haya gente que los coja. “Durante el estado de alarma salíamos un día sí, un día no. No había mucho movimiento, pero al menos no te entraba ansiedad de ver tanto taxi libre”, cuenta Jesús Dimas, conductor de la capital. “Cuando acabó, el Ayuntamiento dijo que legalmente no podía regular el servicio. Es discutible. Volvimos a lo de antes y hay un desfase brutal entre oferta y demanda. Yo antes hacía catorce o quince carreras diarias. Si ahora hago ocho o diez, soy capitán general”.
Dimas habla con preocupación. La misma que muestran varios compañeros suyos en la parada de Conde de Casal, la entrada desde la carretera de Valencia. “¿Cómo estamos? Pues ya ves. Parados”, dicen varios taxistas que esperan entre los coches. A pocos metros hay otro corrillo más. La doble fila de taxis libres no avanza. “Estamos facturando 60 euros por doce horas al día. Habitualmente, son cien más. Pero hay que salir para pagar los gastos”, añaden. Un estudio encargado por el Ayuntamiento en 2017 estimaba en 171 euros de facturación y 25 carreras la media de un taxista en día laborable.
En Madrid hay 15.723 licencias de taxi y 20.691 conductores dados de alta, de los cuales el 23% son asalariados. Lo que no hay ahora mismo son turistas, ni grandes congresos ni festivales. Ni siquiera demasiadas comidas de trabajo ni noches de juerga, en las que la gente va —y sobre todo, vuelve— a los locales del centro de la ciudad.
Las 433 paradas solo dan para 5.383 plazas, según datos del consistorio, de las cuales el grueso (2.964) está en el aeropuerto de Barajas. Eso significa que hay más de diez mil taxistas dando vueltas buscando a unos clientes que no están. Un informe de la emisora Tele-Taxi presentado en el Ayuntamiento calcula una caída del 53,7% de la demanda en el mes de junio, en relación al mismo mes del año anterior. Si el taxi es un servicio regulado, ¿por qué nadie pone remedio a esta situación?
En Barcelona, las asociaciones de taxistas y el Instituto Metropolitano del Taxi acordaron una reducción de la flota al 60% durante el mes de julio, además de otras medidas para incrementar la demanda. En Sevilla se ha reducido al 50%. Incluso en Torrejón de Ardoz, municipio madrileño no integrado en el área de prestación de la capital, han llegado a un acuerdo similar. “Sugerimos diferentes fórmulas y el Ayuntamiento dice que no tiene potestad”, añade Julio Sanz, presidente de la Federación Profesional del Taxi. “Estamos triplicando el espacio en las paradas o dando vueltas por la calle, contaminando de forma injustificada”.
Los que se acumulan en Barajas, además, no tienen acceso a baños ni cafetería porque están cerrados. “Estamos haciendo unos 30 servicios al día, cuando en estas fechas hay en torno a 2.000”, dice Sanz. “Las condiciones son deficientes. Es complicado”.
Los taxistas proponen algo tan sencillo como ajustar la oferta. Lo hicieron durante el estado de alarma, saliendo en días pares las matrículas pares y viceversa. Lo harán durante el mes de agosto, porque por norma tienen que cogerse quince días de descanso: la primera quincena trabajan las licencias impares y la segunda las pares. Si en lo que queda de julio y a la vuelta, en septiembre, salieran la mitad de taxis cada día (7.861) tocarían cada uno a más clientes, facturarían más y no gastarían combustible sin sentido. Por no hablar del tráfico y la contaminación que dejarían de generar, en beneficio de todos los ciudadanos.
El área de Gobierno de movilidad y medio ambiente, dirigida por Borja Carabante, alega que una vez finalizado el estado de alarma “no existe recomendación sanitaria ministerial ni autonómica que establezca una reducción de la oferta en el transporte público. Todo lo contrario. La Comunidad de Madrid, con competencias en materia de VTC, tampoco ha limitado el número de vehículos que hay en la calle”.
Añaden que “los descansos vienen recogidos en la ordenanza. Para cambiarlos, habría que modificar la ordenanza. No se puede establecer vía decreto, ya que sería limitativo de derechos y cualquier taxista podría denunciar a la corporación”. La realidad es que la Comunidad de Madrid habilita a los ayuntamientos a regular el servicio del taxi tras finalizar el estado de alarma, “teniendo en cuenta las consideraciones del sector”.
En palabras del alcalde, José Luis Martínez-Almeida: el Gobierno “no puede obligar a no trabajar a quien quiere hacerlo”. Fue su respuesta a la manifestación que convocaron los taxistas hace varias semanas para protestar por su situación. Los taxistas pueden trabajar cinco días a la semana, según la ordenanza, y el Ayuntamiento les ha permitido rebajarlo sin sanción. ¿No podrían organizarse entre ellos? “Es difícil poner de acuerdo a más de 15.000 titulares”, considera Sanz. “Tiene que venir bajo directrices municipales”.
Lo que se esconde tras los argumentos del Ayuntamiento es, en opinión de Dimas, la presión de una de las asociaciones, la Asociación Madrileña del Taxi (AMT). Es la minoritaria, pues solo representa al 8,2% de los taxistas con representación —frente a la Federación (41,2%), la Asociación Gremial (31,2%) y Élite Taxi (13,3%)—, pero se opone con vehemencia a regular la oferta. Fuentes del área de movilidad destacan, precisamente, eso. “La solicitud de reducir el servicio en la calle no cuenta con la unanimidad del sector. AMT se opone”.
Esta asociación representa a empresarios del taxi que trabajan con flotas, como las VTC, más que a taxistas autónomos. “Nunca han defendido al conductor”, considera Dimas. El presidente de la AMT, Felipe Rodríguez Baeza, dijo en la Gaceta del Taxi que muchos han sacado ya a sus taxistas de los ERTEs y que “los trabajadores tienen que trabajar y poder ganar un sueldo digno. No hay otra forma de recuperar la economía”.
La situación mejorará en agosto, pero si no hay cambios en septiembre volverá a ser igual. “Yo aspiro a cubrir gastos. Depende de la situación de cada uno: tengo la letra de la licencia y la del coche, que es un gasto fijo mensual”, concluye Dimas. El presidente de la Federación lo tiene claro. “Tenemos que pensar qué pasará en septiembre. Si hay trabajo para un 60% de los taxis, salgamos un 60% y no estemos todos en la calle. Se trata de hacerlo más efectivo”.