Javier Monzón ha durado casi dos años como presidente del grupo Prisa. Llegó a esta compañía de la mano de Ana Botín, presidenta del Santander, para sustituir a Juan Luis Cebrián, primer director de El País y el directivo que había manejado la compañía desde la muerte de su fundador, Jesús de Polanco en 2007. Cebrián fue defenestrado por pilotar el hundimiento del primer grupo de comunicación en español entre deudas millonarias, una opa ruinosa y la entrada y salida de accionistas que nada tenían que ver con el negocio. A menudo, acreedores que trataban de enjugar las deudas con acciones de la compañía cada vez más devaluadas.
Monzón, que ejercía como presidente no ejecutivo, ha caído este viernes como entró, en otra junta sangrienta de la editora de El País, y fruto del enésimo cambio de alianzas en el rompecabezas que ha acabado siendo el accionariado de Prisa. El Banco Santander, al que debía el asiento en la presidencia y el sueldo Monzón, comandaba la gestión gracias a su influencia sobre otros accionistas presos de los créditos de la entidad financiera, pese a tener un capital discreto (el 4% que podría llegar al 12% si ejecuta los créditos fallidos que concedió a otros accionistas para las sucesivas ampliaciones de capital). Ana Botín había logrado el pasado junio una prórroga para Monzón -a su vez consejero de Santander España y presidente de Openbank, filial digital del banco-, pero con el compromiso con Telefónica de que abandonaría la compañía en septiembre. El compromiso no se cumplió y ahora ha perdido la batalla frente al pacto del fondo Amber y Telefónica, aliados para destituirlo. No es la primera vez que la compañía de telecomunicaciones se cruza en su camino: entonces bajo el mandato de César Alierta, Telefónica fue clave para explicar la destitución de Monzón al frente de Indra.
Indra fue una creación de Monzón, resultado de la absorción de la empresa privada Ceselsa por parte de Inisel. Bajo su batuta, la compañía dio el salto al Mercado Continuo a través de una OPV en la que, en la era dorada de las privatizaciones de José María Aznar, el Estado vendió su 66% en marzo de 1999, ejercicio en el que se incorporaría al capital del grupo tecnológico la Caja Madrid de Miguel Blesa con un 10%. Gracias a los millonarios contratos de la Administración pública, Indra se internacionalizó, llegó a multiplicar su tamaño por diez y se convirtió en miembro del Ibex 35, la élite empresarial española.
Escándalos en Indra
La Indra de Monzón también encadenó sucesivos escándalos que han golpeado en los últimos años la imagen de la compañía de diversas formas. La lista es larga: desde los pagos a jueces, secretarios y fiscales de la Comunidad de Madrid desvelados por El País en febrero de 2015 a su continua aparición en diversos sumarios judiciales junto a otras firmas como OHL como sospechosa de haber financiado ilegalmente al PP; la doble imputación del número dos de la empresa (Javier de Andrés, nombrado por Monzón) en la trama Púnica (abril de 2015) y, más recientemente, la operación Lezo; o la contratación de un hijo del expresidente del Gobierno Felipe González (Pablo González, de profesión, fotógrafo) o Josep Pujol Ferrusola, hijo del ex molt honorable president de la Generalitat de Catalunya, que dio un pelotazo con la venta a Indra de su consultora, Europraxis.
Tras su salida, Indra afloró pérdidas millonarias por diversos proyectos fallidos puestos en marcha con él como presidente, presentó un expediente de regulación de empleo (ERE) que afectó a 1.750 personas, y retiró al ejecutivo la presidencia de honor en noviembre de 2015, por considerar que Monzón había ocultado información sobre la verdadera situación de la empresa (que tuvo que reformular sus cuentas de 2014 y 2015) y tras descubrir que había ocultado al consejo de administración la adquisición de un avión privado para su uso personal. El jet lo acabó comprando el futbolista Cristiano Ronaldo.
Como prueba de los extraños vasos comunicantes de las empresas españolas, la etapa de Monzón en el grupo tecnológico se cerró el 29 de enero de 2015 cuando fue sustituido por Fernando Abril-Martorell, un exTelefónica que fue consejero delegado de Prisa y número dos de Cebrián desde julio de 2012 hasta octubre de 2014.
Joseph Ourghourlian, presidente interino
Tras la salida de Monzón, la presidencia interina en Prisa la va a ocupar Joseph Ourghourlian, representante del primer accionista de la compañía -Amber Capital, que maneja el 29% de los títulos de la empresa de medios-. Ourghourlian es un financiero con doble nacionalidad francesa y armenia que ya había chocado con Juan Luis Cebrián, contra el que lanzó una durísima diatriba ante los accionistas antes de defenestrarlo en abril de 2018.
El directivo de Amber, que no ha dejado de perder dinero desde su entrada en el capital de Prisa, se ha mostrado muy crítico con la deriva de la compañía: no solo en la era Cebrián, también desde el último año en que se han cerrado operaciones dudosas como la venta de las participaciones en Media Capital, su filial de medios en Portugal, por 47,3 millones de euros. La tesis de Amber es que Monzón no ha representado los intereses de Prisa sino los de algunos de los accionistas minoritarios, entre ellos el Santander. En los nueve primeros meses de este año Prisa registró unas pérdidas de 209 millones de euros.
Monzón maniobró hasta el último momento para conservar su sillón e importantes accionistas de la compañía le atribuyen filtraciones que dan a entender que su caída tiene que ver con supuestas maniobras del Gobierno para colocar al frente de Prisa a empresarios del sector de la comunicación supuestamente afines a Pedro Sánchez.
La llegada del protegido de Botín a la presidencia de Prisa fue convulsa. Como presidente no ejecutivo tenía un sueldo de 400.000 euros anuales. Su imputación en un caso de corrupción derivada de la financiación desde Indra a proveedores de campañas PP a través subcontratas que recibieron sobres en dinero negro de directivos de la multinacional causó estupor en los medios de comunicación del grupo, que debían informar de escándalos como Púnica y aclarar que su presidente no ejecutivo, como se le presentaba en las noticias, estaba siendo investigado. Al final el juez de la Audiencia Nacional Manuel García Castellón acabó retirando la imputación: aceptó el argumento de que el ex máximo mandatario de Indra no sabía de los manejos que se traían algunos de sus directivos del segundo escalón con el Partido Popular ni de esos pagos en B.
Tras librarse de los problemas judiciales, Monzón aspiraba a tomar el timón del grupo, señalan las mismas fuentes. Dos semanas antes de una crucial junta de accionistas en la que ya se temía una operación para derrocarlo el pasado junio, la dirección de Prisa a través de su consejero delegado, Manuel Mirat, aceleró el relevo en la dirección de El País: salió la periodista Sol Gallego Díaz, cuyo contrato había expirado, y regresó Javier Moreno, quien ya había sido director entre 2006 y 2014. El cambio se pactó a espaldas de los principales accionistas del grupo: Amber y Telefónica se enteraron del movimiento cuando ya no tenía vuelta atrás.
Oferta “inaceptable e impresentable”
Entre aquella primera junta en que Amber intentó descabalgarlo sin éxito del sillón y la de este viernes, en que finalmente lo logró con ayuda de Telefónica, se produjo un rocambolesco intento de compra la división de medios de la compañía, que algunas fuentes apuntan que estaba teledirigida desde el Santander. El empresario Blas Herrero presentó una oferta de unos 200 millones por El País y la Cadena Ser, que fue rechazada por el consejo de Prisa tras ser calificada como “inaceptable e impresentable” por alguno de los accionistas ya que solo eran diez páginas con escasos detalles, ligados a una serie de condiciones y objetivos poco claros y sin que se supiera qué socios participarían en la operación junto al dueño de las emisoras Kiss FM.
Pero es que esta guerra no es solo por controlar una empresa deficitaria, sino por dominar a uno de los principales medios de comunicación cuando se está diseñando la recuperación económica tras la pandemia con un Gobierno de coalición que no gusta a determinados sectores empresariales. Prueba de ello es que a pesar de que Oughourlian tiene bajo su poder un tercio de la compañía, fue Monzón quién nombró a Javier Moreno como director de El País.
Monzón, de 64 años, está casado con la editora Eva Serrano (fundadora de la editorial Círculo de Tiza) y tiene varias décadas a sus espaldas de estrechos contactos con el poder político y financiero. Médico frustrado por tener que abandonar los estudios, el que fuera máximo responsable de Indra desde su creación a finales de 1992 hasta enero de 2015 empezó su carrera profesional en Caja Madrid, desde donde se licenció en Ciencias Económicas y fue escalando posiciones hasta responsabilizarse del negocio de grandes empresas.
En 1984, le fichó el entonces presidente de Telefónica, Luis Solana, hermano del exministro Javier Solana. En cinco años pasó de subdirector a director financiero y director general de Desarrollo Corporativo y Finanzas y pilotó las primeras ofertas públicas de venta (OPV) de la operadora, para la que dirigió el desembarco en América Latina con la primera adquisición de una empresa en Argentina. De allí pasó a Arthur Andersen (actual Deloitte), de la que fue socio. Y de allí, a la estatal Inisel, germen de la actual Indra, de la mano del entonces presidente del INI, Javier Salas, otro político de la beautiful del felipismo.
Con la defenestración de Monzón se cierra un nuevo círculo que conduce a la desaparición de Prisa como estructura empresarial y se pone el punto final a uno de los capítulos de la historia de España en la que se mezclan intereses empresariales, influencia informativa y el conchabeo con un sector del PSOE que llegó al Gobierno con Felipe González. Oughourlian ha marcado una hoja de ruta en la que la compañía se dividirá en dos: una empresa de medios donde estarán El País y la Cadena Ser además de las empresas informativas en Latinoamérica, con el cartel de se vende, y otra compañía con la editorial Santillana en el continente americano. El primer paso ya se ha dado con la venta de Santillana España a la finlandesa Sonoma. Monzón seguirá bajo el paraguas de Botín como presidente de Openbank.