Laura Baena es fundadora del Club de las Malas Madres. Esta comunidad, que nació a partir de su experiencia personal como madre, se ha convertido en un referente para cientos de mujeres que buscan romper con los estereotipos de la maternidad. Dentro del Club han creado la asociación 'Yo no renuncio', un lobby para que la conciliación sea “real” e involucre a los hombres y no sea “el cuento chino” que critica Baena.
El primer estudio impulsado por el club reveló que el 50% de las madres ha vivido situaciones negativas en el trabajo derivadas de su maternidad. Acaban de terminar su segunda encuesta, cuyos resultados estarán listos a lo largo de noviembre.
¿Por qué el término 'mala madre' y por qué lo reivindican?
Nace de un sentimiento individual. Siempre he tenido un instinto maternal muy fuerte. Lo fui parando para formarme y trabajar. Pero a los 29 años mi reloj biológico empezó a moverse muy rápido y tenía una pareja con la que podía ser madre. Ahí empiezo una crisis existencial: quería ser madre pero al mismo tiempo me di cuenta de que trabajando en publicidad, sin ninguna flexibilidad, con horarios maratonianos, y sin vida social era casi imposible.
Llegué incluso a plantearme irme antes de quedarme embarazada y eso sin saber aún lo que era ser madre. Me creí lo de que ser madre iba a cambiar mis prioridades al 100%, todas caemos en ese engaño, parece que en ese momento tu carrera ya te va a dar igual y luego te das cuenta de que no.
Al final fui madre, y me di cuenta de que la maternidad es la gran mentira de esta sociedad: crees que tienes que ser esa madre perfecta, esa superwoman, que vas a llegar a todo, y encima tener una sonrisa siempre en la boca. Cuando vuelves al trabajo te das cuenta de que la conciliación es un cuento chino. Lo intenté comiendo, durmiendo y viviendo menos, pero eso no es conciliar. Después de luchar durante dos años, me di cuenta de que no podía.
Para mí la maternidad fue una crisis existencial: nos han vendido que podemos llegar a donde queramos y te das cuenta de que la maternidad es tu techo de cristal. Sentí que no llegaba a todo y me sentía mala madre: en lo profesional me decían cosas como que para qué había tenido hijos si luego trabajaba tanto y, por otra parte, tu entorno te dice que tu hija está falta de madre. Ese sentimiento de culpa constante, que te hace sentir mal hagas lo que hagas, hizo que empezara a desahogarme en mi blog.
¿La maternidad se ensalza pero al mismo tiempo penaliza a las mujeres?
La sociedad está evolucionando, las mujeres están en el mercado laboral, se supone que podemos igualarnos a los hombres pero la maternidad nos demuestra que no, que hay una desigualdad muy fuerte y una falta de conciliación. El modelo social de madre sigue siendo el mismo de siempre: tienes que hacer los purés todos los días a tu hijo, tienes que llevarlo a clases de estimulación, te sientes mal por no bordarle la mantita, porque coma croquetas congeladas, por llevarle a la guardería... y al mismo tiempo tienes que ser esa trabajadora incansable que no puede demostrar que es madre.
¿No puede demostrarlo porque le perjudica?
Esa es una de las cosas que más me chocó a mí, que puedes estar en una empresa y que nadie hable de esto. Que puedes llegar un día cansada y aunque te preguntan tú dices que te encuentras genial para no parecer el rival más débil. Ahí creo que el club ha ayudado a que se hable de estas cosas.
El concepto 'mala madre' ha enganchado con muchas mujeres. Sin embargo, los padres no parecen sentir esa necesidad de tener un concepto propio.
La necesidad es de las mujeres porque son quienes sienten esa presión social y personal, la conciliación cae en el hombro de ellas. Yo me he encontrado con 'malos padres' que vienen al club y a las charlas, padres muy implicados, y quizá solo en esos casos ellos también necesitan reivindicar ese concepto. Cuando el hombre esté implicado de verdad en el cuidado de los hijos, entonces quizá tengan esa necesidad.
Solo un 13% de hombres ha contestado a su última encuesta, ¿no es poco?
Es mucho para nosotras. Empezamos la encuesta con solo un 5% de respuestas de hombres, hicimos un llamamiento y funcionó. Pero es que los padres no se sienten llamados a este problema.
Y eso es un problema.
Ese es el problema. El primer estudio que hicimos puso encima de la mesa algunos datos: el 80% de las madres profesionales no puede conciliar, el 50% ha vivido situaciones negativas derivadas de su maternidad, como que le cambien de funciones o le inviten a irse. Más del 40% de madres que cuidan a sus hijos ha dejado su trabajo para hacerlo. Todo eso lleva a una sociedad en la que hay una insatisfacción brutal y una gestión del tiempo malísima que hace que las mujeres profesionales que son madres tengan solo 54 minutos de tiempo libre. Lo que vemos es que hay un problema en el hogar: se perpetúan los roles. Si en las familias no hay una corresponsabilidad real, ¿cómo vamos a salir al mercado laboral y que haya conciliación?
¿Está de acuerdo entonces con lo que señalan muchas expertas, que las mujeres se han incorporado al empleo pero los hombres no lo han hecho en la misma medida a los cuidados?
Totalmente. La mujer ha entrado en el mercado laboral. ¿Cuándo va a entrar el hombre en el hogar? Las mujeres acaban teniendo dos jornadas de trabajo y lo que queremos es que la renuncia no sea la única opción. Lo que está pasando es que las mujeres están penalizadas laboralmente por ser madres.
La medida de conciliación de la mayoría de las empresas es la reducción de jornada. Es una discriminación positiva que no nos ayuda en nada, el 90% se la cogen las mujeres, somos el rival más débil dentro de una empresa. Cuántas mujeres nos llegan diciendo que en una entrevista de trabajo les han preguntado cuándo van a tener el segundo hijo o qué harían si fueran madres. Eso nunca se lo preguntan a un hombre. Parece que la única salida para conciliar es reducirte la jornada o renunciar.
Entonces, ¿el problema de la discriminación de las mujeres en el mercado laboral empieza en los hogares?
La mujer es la que adapta o cambia su trabajo, la que renuncia, y eso la aleja del mercado laboral y de los puestos de responsabilidad. Una de las cosas que hemos visto es que incluso en empresas con medidas y programas de flexibilidad y conciliación las mujeres no cogen puestos de responsabilidad, aunque tengan buenos horarios. Eso es porque hay barreras personales que están dentro del hogar, no hay negociación, se da por hecho que ella es la que adapta.
¿Qué medidas pueden ayudar a romper ese desequilibrio en los hogares?
Hay una parte de concienciación social y educación, educar en cambio de roles y estereotipos, en valores. Es un cambio que llevará generaciones. Esa concienciación tiene que llegar también a las empresas. Por otra parte, está también la racionalización de los horarios. La clave es la flexibilidad, no solo que las jornadas acaben a las seis de la tarde porque igual esa hora ya es tarde. El cuidado de los hijos se tiene que entender como una responsabilidad social y que si tu hijo se pone malo tengas capacidad de adaptar tu día a día.
Y luego está lo que pasa en las pequeñas y medianas empresas, con recursos económicos y humanos limitados, donde la maternidad les supone una complicación. Por eso pedimos incentivos fiscales para pymes que implanten jornadas continuas con flexibilidad horaria. Si solo hacemos medidas para las madres, volvemos a lo mismo.
¿Apuestan por la equiparación de permisos de maternidad y paternidad, tal y como ha aprobado el Congreso estos días?
Lo que se ha aprobado es fundamental: permisos iguales, intransferibles y pagados al 100%. Pedimos más, incluso, seis meses para cada progenitor. No puedes dejar que ninguna semana sea transferible porque volvería a caer sobre los hombros de las mujeres, como sucede con las reducciones y las excedencias. Esta medida es clave para involucrar a los hombres.