Nadia Calviño vuelve a competir en la UE. La vicepresidenta económica, curtida en las instituciones europeas antes de su salto a la política de la mano de Pedro Sánchez, ha comenzado la campaña con la que aspira a presidir el Banco Europeo de Inversiones (BEI). Con la derrota en su intento por presidir el Eurogrupo aún en la retina, tiene enfrente a una candidata potente, la comisaria de Competencia, Margrethe Vestager, que este martes se apartó temporalmente de su puesto en Bruselas ante el inicio de una carrera en la que se trufan numerosos intereses en el seno de los 27.
El resultado no dependerá exclusivamente de las capacidades de las aspirantes sino de una negociación que en parte será la antesala del reparto de sillones de los denominados ‘top jobs’ de la próxima configuración de las instituciones europeas tras las elecciones de junio de 2024. Por eso la diplomacia está funcionando ya entre bambalinas.
En plena competición, Calviño ha volado a Bruselas. El motivo era mantener reuniones con varios comisarios para la preparación de eventos relacionados con la presidencia española del Consejo de la UE, pero ha aprovechado su viaje para participar en un foro organizado por el reconocido 'think tank' Bruegel y lanzar un mensaje sobre el BEI: “Es una institución muy sólida que, en mi opinión, debería reforzarse aún más de cara al futuro. Y creo que es un momento muy desafiante, pero también una tarea muy inspiradora”.
Y, sobre todo, ha presentado la suya como una ‘candidatura de país’: “España ha presentado una candidatura fuerte para tratar de tener por primera vez a una persona española y a una mujer a la cabeza del BEI”. Con un capital de 248.800 millones, el BEI es el banco público más grande del mundo y se encarga de financiar proyectos en la UE, entre ellos los relacionados con la agenda verde. Sus accionistas son los Estados miembros y la elección del presidente requiere de mayoría pero teniendo en cuenta también el peso económico que aportan. España es, por tanto, el cuarto país más importante de la institución, después de Alemania, Francia e Italia, que se convierten en socios clave.
Calviño comunicó a la Comisión Europea que España sobrepasaría el plazo de presentación de candidaturas hasta que pasaran las elecciones generales para no interferir y aguardó hasta el mes de agosto. Hasta ese momento la danesa Margrethe Vestager era la clara favorita. La comisaria de Competencia aspira al puesto tras dos mandatos en la Comisión Europea en los que ha destacado por su batalla –no siempre fructífera– contras las denominadas ‘big tech’.
“Lo que está claro es que va a ser una pelea de dos”, coinciden varias fuentes consultadas en referencia a los otros candidatos que se han postulado: la polaca Teresa CzerwiÅska y el sueco Thomas Östro, actuales vicepresidentes del BEI; e Italia ha posicionado a Daniele Franco, aunque hay quien le ve fuera de la carrera para sustituir a Fabio Panetta en su puesto en el BCE. “El calibre de los candidatos es lo que explica que nosotros solo tuviésemos oportunidades con una vicepresidenta del Gobierno, cualquier otra candidatura sería dar la batalla por perdida”, expresó Calviño sobre su propia candidatura en una entrevista en Onda Cero.
Ganarse a Berlín y París más allá del eje socialistas-liberales
Los liberales de Renew han pedido su apoyo para Vestager, que forma parte de su familia política, y los socialdemócratas han arropado a Calviño, a la que han cedido el discurso inaugural este miércoles, aunque no se ha mencionado expresamente la carrera. Pero el proceso es mucho más complejo que eso. En este caso el Parlamento Europeo no tiene ni voz ni voto, como sí ocurre en otras designaciones, y la decisión la tienen las capitales. Por ahora prácticamente ningún país ha desvelado sus cartas en público y todo está abierto, según reconocen las fuentes consultadas.
Vestager, como danesa, aspira a conseguir el apoyo de los conocidos como países frugales (Dinamarca, Austria, Holanda y Suecia), de los más ricos y contribuyentes netos al presupuesto comunitario de la UE, pero con posiciones más duras en lo que respecta al gasto público. Es decir, abogan por la austeridad: enemigos de los presupuestos expansivos, de los fondos de cohesión y de seguir ayudando a la agricultura.
Ahora bien, todas las miradas se fijan fundamentalmente en Berlín y París, que pueden inclinar la balanza claramente. En Alemania el canciller es socialista pero Olaf Scholz lidera una coalición con los liberales y verdes. El ministro de Finanzas es liberal, aunque tanto él como Calviño siempre han mostrado sintonía. Precisamente hay quien piensa que ser ministra de Economía juega a su favor dado que la decisión la ejecutan sus colegas.
En el caso de Emmanuel Macron, forma parte de la familia política de Vestager a nivel europeo, pero han tenido bastantes choques en los últimos tiempos. El último fue por el nombramiento de la economista estadounidense Fiona Scott Morton como jefa de la dirección general de Competencia de la Comisión Europea. Francia se quejó de que ese puesto lo ocupara alguien sin nacionalidad europea. Profesora en la prestigiosa Universidad de Yale y miembro del equipo económico de Barack Obama, también hubo recelos por su labor como asesora de grandes compañías, como Apple o Amazon, que tienen pugnas en el área de competencia en la UE. Al final renunció.
Vestager también puso cara al veto de Bruselas a la fusión de Siemens y Alstom, que pretendían convertirse en un gigante ferroviario. Pero su departamento concluyó que rompería la competencia. La decisión irritó a Francia y Alemania. París también pretende que el BEI financie la nuclear, que es su principal fuente de energía. A priori ambas lo rechazan –así lo ha manifestado el Gobierno de España en el debate a través de la vicepresidenta para la Transición Ecológica, Teresa Ribera–, pero Calviño evitó posicionarse. “Lo que marca la orientación del BEI, como no puede ser de otra forma, es lo que determinen los reglamentos comunitarios que se acuerdan entre los distintos países, no es una persona la que determina lo que se puede financiar”, se limitó a decir en Onda Cero.
Una elección previa determinante
La decisión sobre la presidencia del BEI está prevista para la reunión que mantendrán los ministros europeos de Economía en una cita en Santiago de Compostela entre el 14 y el 16 de septiembre. El resultado de esa competición puede estar condicionado, según apuntan algunas fuentes, por lo que ocurra en Frankfurt un día antes de que comience esa cita. El consejo del BCE tiene que elegir quién preside el Mecanismo Único de Supervisión. Al puesto optan la subgobernadora del Banco de España, Margarita Delgado, que cuenta con el respaldo de la Eurocámara, por lo que partía como favorita; y la vicepresidenta del Bundesbank, Claudia Buch.
En Alemania creen que su candidata tiene posibilidades. De imponerse, Calviño seguiría en la carrera del BEI pero si los gobernadores apuestan por la española, su camino se complicaría porque España coparía excesivos puestos de mando en instituciones económicas donde ya tiene a Luis de Guindos en la vicepresidencia del BCE, a José Manuel Campa al frente de la Autoridad Bancaria Europea (EBA); al gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, como presidente del Comité de Basilea, y a Fernando Restoy en el Instituto de Estabilidad Financiera (FSI) del Banco de Pagos Internacional (BPI).
El efecto mariposa de la futura negociación
Calviño seguirá al frente de la vicepresidencia “al menos hasta diciembre” logre o no la presidencia del BEI. Si se marcha, Sánchez tendrá que reconfigurar su equipo económico, pero lo que ocurra en esa negociación marcará en buena medida, además, la designación y peso del futuro miembro español en la Comisión Europea dado que todo el mundo da por hecho que Josep Borrell no repetirá. Tampoco lo hará el vicepresidente económico, Valdis Dombrovskis, con lo que Calviño podría competir. El otro nombre que suena es el de la responsable de Transición Ecológica, Teresa Ribera, la mujer fuerte de Sánchez para defender el Pacto Verde ahora que tiene opciones de seguir en Moncloa. Pero todo eso será una nueva pantalla.